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18. Violencia en El Salvador: la diferencia entre Maras y Bandas Delincuenciales

 

 Violencia en El Salvador:
la diferencia entre Maras y Bandas Delincuenciales
Primera Parte
 
 
Introducción
 
Sin duda que el tema de la delincuencia ha alcanzado niveles que rebasan las posibilidades técnicas y humanas de muchos países latinoamericanos. En El Salvador, en los últimos meses, la delincuencia ha ascendido con celeridad y puede convertirse peligrosamente en símbolo de violencia social, es decir, que pareciera ser que el uso de la VIOLENCIA en actividades delincuenciales conlleva a la innecesaria demostración simbólica del PODER en la que cada acto delictivo violento conlleva una condición de poder sobre el subordinado, que en este caso resulta ser la victima.


Requiere entonces analizar tres componentes indispensables de la vida social nacional, pero particularmente de aquellos espacios urbanos y de las múltiples formas en las que éstos se construyen. En el insistentemente llamado “Gran San Salvador”, convive una mezcla de conformaciones humanas que muy poco permiten categorizarlas en su debida forma, de hecho, su misma volutividad conduce a la observancia de cambios repentinos, bruscos y poco identificables. San Salvador se construye en su espacio e interacción humana, en diminutas partes encontradas en sus formas y en su configuración étnica, cultural, histórica y socioeconómica.Se trata de una ciudad de incipiente formación llena de sinnúmero de realidades que sólo pueden articularse con esfuerzo teórico. En virtud de esas realidades, las Maras constituyen uno de los grupos que requieren estudio constante. En esta línea, abordaremos tres elementos básicos. 1º. el impacto de la urbanización, 2º. la definición de violencia y delincuencia y 3º. La particularidad del concepto Mara.
 
Impacto de la Urbanización
Indistintamente de la historia, particularidades y cultura, el nuevo tipo de globalización que hoy vivimos, acelera los procesos de urbanización en casi todas las sociedades. De los años 40´ a los 80´, los países industrializados diseñaron un plan de crecimiento urbano para Latinoamérica consistente en la generación de empleo, especialmente en la rama industrial, ahora, parece que tal diseño de urbanización ha sido substituido por el antiguo concepto de la sociología alemana de “continuum folk-urbano” [1]de Robert Redfield quien coloca la actividad urbana latinaoamericana como simple expresión de las conductas y caracteres propios de individuos y no de la historia misma de estos individuos, dicho de otra manera, para el siglo XXI los países occidentales se empeñan en imponer modelos urbanísticos de ciudad-mercado en Latinoamérica, de los cuales El Salvador es un ejemplo. En San Salvador, el espacio (y no necesariamente su cultura urbana) se amplía casi sin límites. La industria de la construcción se impone de manera inapropiada y la ciudad crece amorfa y desordenadamente sin diseño propio. Esto que llaman ciudad, apenas cumple con los requisitos básicos para la administración de los servicios que provee. En realidad todo diseño urbanístico pasa por la incorporación de su población a una cultura urbana, condición que desde luego no se cumple en este caso. La ciudad muestra fuertes rasgos de la cultura agrícola Colonial y la ilusión de lo urbano, aún con todo el montaje de su infraestructura no hace más que profundizar la brecha entre lo humano y su espacio. En su sentido estricto, la cultura urbana es un complejo sistema de lenguaje, organización social, étnica y económica que se expresa en la cotidianidad de los individuos de manera articulada y vinculante, casi interdependiente. Sus códigos, sistema de señales, nomenclaturas, conductas y cosmovisión los une e identifica, aunque esto mismo signifique distinguir sus particularidades y heterogeneidad [2]
 
En realidad pensar la “ciudad de San Salvador” implica reconocer las conductas semiurbanas en la mayoría de sus habitantes. Agresividad, lenguaje precario en políticos, funcionarios, universitarios, empresarios, sectores económicos medios y altos, etc. (posiblemente con un vocabulario de no más de 15 conceptos), desinterés por el conocimiento académico, desinterés por el arte y la cultura, malos hábitos de higiene (meterse los dedos a la nariz, estornudar sin cubrirse y escupir en la calle), son algunos ejemplos que confirman el espacio urbano como un extenso paraje verde con incrustaciones simbólicas de urbe con tendencia comercial. En estas circunstancias, a diferencia de los jóvenes rurales en donde su identidad se manifiesta claramente con su propio devenir y cosmovisión, los jóvenes urbanos se confunden en sus propias formas de pertenencia étnica y cultural, precisamente por ello, buena parte de jóvenes se integran a grupos contestatarios o de resistencia local[3]. En realidad no es para menos, los espacios juveniles para la expresión sociocultural apenas surgen como destellos imaginarios. Ciertamente, los jóvenes difícilmente encuentran su función en una ciudad carente de alternativas culturales, económicas y sociales, por el contrario, les exige compromisos civiles, morales y éticos que realmente la misma ciudad no les proporciona, aunado a esto, la construcción de nuevas carreteras (indispensables para el comercio) aceleran el rompimiento de los intervínculos sociales y de pertenencia étnica, dividiendo territorios que obligan a los individuos a la creación de micromundos con ínfima proyección hacia el futuro, por ello, sin lugar a dudas, el mismo proceso de urbanización tiende a desaparecer u ocultar a grupos emergentes tales como las Maras.
 
La Violencia
En principio de cuentas habremos de distinguir dos de las vertientes mas discutidas hasta hoy: 1º. la vertiente que supone la violencia como una manifestación innata al ser humano y una 2ª. de tipo social que postula que tal violencia es resultado de patrones adquiridos por los individuos por contagio mismo de la estructura social[4]. "En el orden teórico hay tres tipos de violencia: directa, latente y la inducida. La primera se reconoce fácilmente porque se acompaña de la fuerza, agresión y estado de alterabilidad. La segunda queda en la posibilidad del uso de la fuerza que sólo en ocasiones se realiza. La tercera es quizás una de las peores formas de violencia porque llega a los individuos muy sutilmente sin que éstos se percaten de su inducción a través de los medios”.[5]
 
Del mismo modo, la teoría del instinto tanático[6] sostiene fundamentalmente que la violencia esta determinada por los genes y no por lo social. En síntesis las posiciones biologicistas (reduccionistas de la conducta innata) no hacen mas que descargar toda la responsabilidad de la conducta humana en “desordenes genéticos”. Naturalmente, esta posición solo fortalece las argumentaciones y justificaciones de grupos económicos y raciales que al amparo de leyes naturales propugnan las más absurdas justificaciones de poder, las que acompañan la perenne subordinación de países pobres con respecto de sociedades industrializadas. En realidad, la violencia como fenómeno social debe entenderse como consecuencia de desajustes sociales que permiten la alteración de la conducta en el duro camino individual o colectivo hacia la sobrevivencia[7]. En síntesis, la teoría de los genes y la conducta heredada de la violencia sostenida por algunos criminólogos, únicamente refleja el condicionamiento unilineal del desarrollo social, en ello, la determinación implacable discriminatoria, racista sobre todas aquellas culturas que a pesar de su tradición milenaria, continúan considerándose débiles e inmaduras. Pensar una sociedad sin violencia y agresión, es suponer las formas más acabadas de tolerancia, conocimiento y sabiduría; sin embargo, “la violencia no se presenta únicamente en forma física, también se hace violencia cuando se obstaculiza la inteligencia, la creatividad y las más elementales formas de expresión humana. No cabe duda que esa es una de las peores formas de violencia, la que se oculta en el atrevimiento de la ignorancia...” [8] .
 
La Delincuencia                   
El concepto “delincuencia” implica la comisión de un delito previamente pensado y articulado mediante el uso de métodos coercitivos violentos, o mediante métodos simbólicos o psicológicos (nivel interno) y posteriormente la realización del acto (nivel externo)[9] Si bien desde el orden jurídico el delito tipificado y en consecuencia el actor se convierte en delincuente, también la misma ley se ampara en el derecho positivo del enfoque humano al distinguir las diferentes etapas cronológicas del desarrollo físico-mental del individuo, es decir, la madurez alcanzada por niños, adolescentes, jóvenes y adultos. Las tres características básicas del delito se expresan en su tipicidad, antijuridicidad y culpabilidad, pues puede haber acción u omisión; ésta puede ser tipificada, es decir, descrita por la ley penal y ser antijurídica, es decir, oponerse en forma objetiva al derecho, poniendo en peligro o lesionando intereses jurídicamente protegidos, y puede ser dolosa y culposa, en tal sentido, la antigua confusión jurídica creía que la inimputabilidad era presupuesto de la culpabilidad, lo que en realidad no es así, la imputabilidad es un presupuesto de la punibilidad, esto no implica que no se haya cometido delito, el delito fue cometido y en ocasiones con agravantes (premeditación, alevosía, etc) y en algunos casos, con dolo especifico (fraude) que nos indican hasta donde puede llegar la preparación del mismo. En el caso de los menores, así como participan de los elementos positivos del delito, los menores deben participar de los elementos negativos como ausencia de conducta (violencia física), atipicidad (no corresponder la conducta al tipo), causas de justificación (legitima defensa, ejerció de un derecho), inculpabilidad (error, trastorno mental). En los casos anteriores, la figura delictiva se desvanece no habiendo ilícito penal que perseguir y no habiendo pena por no haber delito, no teniendo nada que ver la imputabilidad. A los imputables no se les puede aplicar una pena, pero sí pueden quedar sujetos a una medida de seguridad de acuerdo con su peligrosidad. Finalmente, en el mismo sentido, la Criminología explica sus propias formas de entender el acto. Se basa en cuatro elementos substanciales: 1) Análisis y observación de la realidad, 2) al Autor del delito, 3) a la victima y 4) el control social. El estudio criminológico de un acto debe ser visto como fenómeno social, es decir, como parte de un todo que se explica a partir de observaciones interdisciplinarias agrupadas en función del uso del método empírico, o sea el mismo que corresponde a los distintos momentos de las principales corrientes de pensamiento de la criminología: 1º. Clásica (ser humano racional), 2º. Positiva (biológica-tratamiento), 3º. Clínica (estudio de la personalidad del delincuente), 4º. Organizacional (análisis de las instituciones, normas, costos sociales, delito, represión), 5º. Integracionistas y 6º. Críticas (causales estructurales-grupos de poder).
 
La particularidad del concepto Mara
 
Algunos estudiosos del tema han señalado que Mara y Pandilla deben entenderse de la misma forma, sin embargo, vale la pena aclarar algunas precisiones. La pandilla es una asociación juvenil que corresponde a formas muy particulares de expresión en grupos minoritarios de Estados Unidos y países europeos. La pandilla se crea durante el acelerado proceso de industrialización que tuvieron las ciudades occidentales a partir de los años veinte, principalmente en el norte de Estados Unidos (Chicago, y otros), delimitándose áreas geográficas con marcada diferencia étnica, económica, cultural y social. En contraste, los jóvenes se organizaron contra las políticas gubernamentales discriminativas hacia su raza y color, incluyendo jóvenes de raza blanca que habían sido excluidos por su condición social, en tal sentido, las formas y razones de organización de la pandilla son múltiples, constituyen en si mismas un grupo temporal y en algunos casos, eventual.
 
En cambio la Mara es en primer término un grupo de edad, es decir, jóvenes que se reconocen como parte de la misma generación y se identifican como afines en cuanto a criterios de edad relativa imperante. Actúan como unidad y crean con espontánea imaginación sistemas organizativos eficientes ante el medio urbano que los abruma, circunstancias de un urbanismo caótico, sistemas de comunicación político-culturales masivos que van de lo hegemónico a lo subalterno y viceversa, condiciones de pobreza que se imponen y los subordinan.
       
Como grupos de edad, los jóvenes asumen el papel que la sociedad les destina, en el cuál paralelamente, luchan contra un sistema que por una parte busca que se asimilen y por la otra, les establece parámetros de "ilegalidad" a manifestaciones propias de su edad, sexo, cultura y condición económica, justo por ello, la Mara emerge como grupo de resistencia y de acción colectiva, tanto contra las estructuras de autoridad del estado, como contra las manifiestas en el grupo familiar que les impone subordinación. En tal sentido, mientras las instituciones del estado y la sociedad civil rehúsen conocer sus conductas autónomas, estos grupos de edad continuarán resolviendo su propia autonomía a través de acciones de resistencia o de rebeldía abierta. La Mara es una asociación más o menos cerrada con relación a los tipos de vínculos contraídos en el barrio, la familia, el trabajo, la escuela. Su organización tiene por estructura la afinidad de especialidades ocupacionales de tiempo completo, es decir, poseer un saber expedito e involucrarse en las mismas acciones y actividades de organización grupal, en este caso, la figura del líder es trascendental. La conducción del líder debe sobresalir a la defensa de todos y cada uno de los miembros del grupo para encontrar una respuesta recíproca por parte de los demás. El líder debe mostrar destreza en el manejo de técnicas de pelea, ser maduro y seguro en sus decisiones, observar y analizar la realidad de su propio grupo y su entorno, ser lúcido en las discusiones sobre el rock, cine, vídeo, revistas y todas aquellas modalidades que circulan desde la lógica de la industria cultural (discos, grabaciones piratas, zapatos tenis, playeras con impresos favoritos, pantalones entubados, cortes de cabello y demás atuendos que se consumen a los gustos y símbolos de identidad al interior del grupo); pero sobre todo, el líder debe ser visionario, debe pensar en la Mara más allá del momento que vive, debe lograr la trascendencia del grupo. En resumen, la mara se conforma y se comporta como grupo cultural emergente:
 
1º.    porque demandan asumir mayor independencia y responsabilidad como sujetos históricos y culturales establecidos dentro de grandes sectores populares que definen una generación.
 

         2º. porque es un grupo que ha creado su propia dinámica territorial. Actúa en conjunto para sus propios fines, incorporándose voluntariamente al grupo, es decir, la voluntariedad (ingreso a la mara) es simbólica, es apenas una expresión de su realidad y necesidad de pertenencia social; mientras que su opción es la esencia de su ingreso al grupo, es en definitiva su más próximo y cercano medio de pertenencia y respuesta a su realidad.

 
3º.    porque la Mara ofrece todos los derechos para que cada cual disponga libremente de su tiempo, de su trabajo, de sus estudios, de sus gustos, deseos, pasiones y de todo lo que pueda hacer en compatibilidad con los intereses de identidad del grupo como tal y en beneficio reproductivo hacia el mismo.
 
En conclusión, la Mara, entendida desde la suscinta conjunción de los elementos expuestos anteriormente, adquiere una diferencia clara con respecto a los grupos organizados para la delincuencia y el crimen. Desde luego que tanto los jóvenes Mara como cualquiera en sus mismas condiciones (incluso los que escapan de ella) son susceptibles de involucrarse en grupos delincuenciales de cualquier tipo. Al respecto, en la Segunda Parte de este trabajo, expondremos las particularidades teóricas sobre la Banda Delincuencial.
 

[1]Wolf, Eric, una tipología del campesinado lainoamericano, Ed. Nueva Visión, Buenos Aires, Argentina, 1977. Pág. 18
[2] Ticas, Pedro, Antropología de la Urbanización, CCC, México, 1994, Pág. 178.
[3] Ticas, Pedro, Antropología de la urbanización, CCC, México, 1994. Pág. 221
[4] T.J., Alfredo, Antropología de la violencia, Ed. Taller Abierto, México, 1999
[5] Ticas, Pedro, Socioantropología de la violencia: los genes y las teorías de la conducta heredada (criminología biológica), Co-Latino, El Salvador, Noviembre de 2001
[6] Termino tomado por Freud de la diosa griega de la muerte Thanatos
[7] Ticas, Pedro, Jóvenes en proceso de inserción social: una aproximación socioantropológica, Ed. CSJ-UPES, El Salvador, 2003. Pág. 61
[8] Ticas, Pedro, Op. Cit. Pág. 64
[9]Ticas, Pedro, Simbología de la violencia, Ed. AMMT, México, 1994. Pág. 59
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  Pedro Ticas  
 
 

 
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