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Pedro Ticas  
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60. La imperiosa necesidad de la reconversión de la Fuerza Armada en Defensa Nacional
La imperiosa necesidad de la reconversión de la Fuerza Armada en Defensa Nacional

Sin lugar a dudas el tema del desarrollo de las instituciones nacionales comprende el análisis holístico de las mismas pero también el análisis particular de cada una de aquellas instituciones que por herencia histórica han sido predominantemente significativas en la vida política, económica y social de la nación. En ese contexto, la Fuerza Armada constituye una de las instituciones con mayor nivel de incidencia en la vida nacional. Lo cierto es que posterior a los Acuerdos de Paz, la fuerza armada ha sido un icono en el cumplimiento de dichos acuerdos, eso significa que su mismo sentido de identidad ha pasado por distintos procesos de transformación renovadores y sincrónicamente articulados con la realidad y las demandas en la formación de un nuevo estado político nacional.
En realidad la fuerza armada constituye una de las instituciones más importantes de la nación debido a la connotación política que dicha institución adquiere. Normalmente, en sociedades en proceso de formación e incipientes, las instituciones armadas cumplen funciones predominantemente de orden militar, es decir, tareas mas vinculadas a la defensa del territorio nacional, su pueblo y su gobierno.  Sin embargo, en sociedades modernas, con el desarrollo de las naciones, grupos étnicos emergentes y la reconformación de nuevas territorialidades que comprenden el dominio y control no sólo del espacio sino de todo lo que emerge de él, parece imperativo reconceptualizar la función de las instituciones armadas con nuevos enfoques y orientaciones políticas, administrativas y militares. 
Siempre he señalado que las fuerzas armadas deben ser capitalizadas con mayor acierto. En tiempos de paz deben convertirse en verdadero recurso nacional, esto es, en instrumento funcional para el desarrollo del estado político, económico, educativo, y otros tantos que la nación demanda con urgencia y celeridad. Se trata de incorporar el sentido institucional de la fuerza armada al resto de la sociedad civil, de lo contrario dicha institucionalidad pierde sentido funcional y orgánico. Resulta entonces que las labores institucionales de la armada deben circunscribirse a las necesidades orgánicas de la población y que todas aquellas derivaciones, procesos, mecanismos y procedimientos propios de esa institución deben responder a las fases estructurales del desarrollo nacional, eso supone la reconversión de Fuerza Armada en Defensa Nacional. El concepto de Defensa Nacional incluye en primer término el concepto de nación que va mas allá del estado mismo. La defensa Nacional confiere a la institución el involucramiento constante y activo de las labores necesarias para el desarrollo del estado, esto es, el cumplimiento de tareas de orden académico, científico, económico-productivo, cultural, educativo, social y todas aquellas que la sociedad demande. En tal sentido, pensar la Armada únicamente en función de las tareas militares únicamente conduce al más obsoleto reduccionismo de las antiguas escuelas y concepciones propias de los ejércitos del Medievo absolutista.Un ejemplo sobre la imperiosa necesidad de reconvertir la Fuerza Armada se expresa en el servicio militar obligatorio. Convendría financiera, política y socialmente convertir ese servicio militar en servicio social y comunitario. Este país requiere del alejamiento de la violencia y de todo aquello que signifique un instrumento de excitación a la misma. Instruir personas militarmente para que al termino de su servicio militar no logren incorporarse a la producción material o intelectual de la nación sino a posibles formas de asociación ilícita, solo pone al descubierto que dicho modelo debe ser cambiado urgentemente. Sin duda que las múltiples tareas que puede cumplir en materia de educación, alfabetización, prevención de desastres, desarrollo comunitario, producción económica y tantas otras, responderían con mas certeza a las interminables e incontables deficiencias y carestías de este país y convertirían el estado político salvadoreño en un estado moderno y orgánicamente funcional.  
La institución armada y su función orgánica como sociedad civil
Anteriormente he señalado la importancia de repensar el sentido de la fuerza armada salvadoreña. Debido a la profesionalización de la institución armada y a su excelente cumplimiento de los Acuerdos de Paz, así como su importancia en el quehacer de la vida nacional, resulta urgente la revisión de sus funciones orgánicas nacionales. La institución armada comprende constitucionalmente, es decir, desde lo jurídico, la tarea de la defensa del territorio nacional de toda forma de agresión al orden y armonía de la nación; pero también la misma institución debe por su condición social, desarrollar distintas tareas que resultan importantes para la estabilidad del naciente estado salvadoreño, esto es, la ejecución de múltiples, constantes y permanentes procesos, mecanismos y formas de intervención en los asuntos relativos al desarrollo y progreso de la nación.
El ejército debe modernizarse, pensarse como institución funcional del estado y superar las antiguas y ortodoxas funciones delimitadas para los ejércitos desde el periodo Colonial. La institución armada debe representarse como sociedad civil ya que no pertenece a la esfera de lo político[1]. Su aparente posición neutral entre sociedad política y sociedad civil resulta ya insostenible teórica y funcionalmente. Lo cierto es que los costos de las instituciones armadas aumentan cada año y el estado como nación no recibe ningún tipo de beneficio, de esta manera se sostiene una estructura que parece intra-articularse disfuncionalmente. El estado nacional invierte recursos humanos, económicos y materiales en una buena masa de población que pertenece a esa institución. Debido a la determinación teórico-funcional que le han asignado, la institución armada muy pocas formas de valor al resto de la sociedad. Lo cierto es que este país requiere de estructuras productivas material e intelectualmente y las instituciones armadas deben buscar su lugar en cualquiera de ellas, de lo contrario, el valor de la fuerza de trabajo invertida para la subsistencia de los efectivos militares rebasa el valor de la subsunción real del costo de sostener una institución eventualmente funcional, es decir, únicamente cuando surgen desastres, terremotos, períodos vacacionales o emergencias temporales. 
La institución armada posee la experiencia, saberes y concepto de identificación con la nación que muy pocas o casi ninguna de las demás instituciones del estado han logrado durante toda su existencia, así sucede con otras instituciones gubernamentales y políticas tales como los ministerios, asamblea legislativa y otras tantas en las cuales el fenómeno de la identidad parece un axioma genérico carente de nacionalidad. 
El Salvador es un país que apenas comienza a conformarse como nación-estado y desafortunadamente emerge en uno de los momentos mas críticos del desarrollo de la humanidad, pese a ello, contrariamente podría aprovecharse dicha situación para favorecer y acelerar su integración nacional formulando y construyendo las estructuras políticas, económicas, sociales y jurídicas pertinentes que demandan los nuevos tiempos de paz. Un país con apenas 20,000km2 que ocupa un deshonroso segundo lugar entre los países mas violentos del Continente, con una tasa de analfabetismo del 17%, con la mas baja productividad del hemisferio, el segundo país mas deforestado del Continente después de Haití, con el equivalente casi del 50% de su población viviendo en Estados Unidos, un país que depende de las remesas por su nula condición productiva, un país que vive de la caridad, en fin, un país con tantas y tantas carencias institucionales, administrativas, culturales y productivas no puede ni debe obviar la dirección de su gasto público. La reorganización del estado nacional pasa por la reconversión de sus instituciones[2] que implica lograr que las mismas funcionen con sentido para la vida económica, política, educativa, cultural y social de la población, fuera de ello, muy poco puede aceptarse la existencia de un supuesto estado moderno y competitivo provisto para la generación de recursos materiales y humanos.
Este país demanda mas escuelas, hospitales, centros de salud, centros recreativos, diseños y calidad en la construcción de sus carreteras, prevención de desastres, inversión en el turismo conceptualmente bien diseñado y atractivo, inversiones de capital que trasciendan el capitalismo individual y generen extraganancias para el estado, este país demanda su reconversión de sociedad neofeudal para convertirse en una sociedad económicamente auto sostenible y política y administrativamente una sociedad del siglo XXI, condición que desde luego no será posible mientras todas las estructuras institucionales del estado salvadoreño no superen su condición Colonial.
La nueva Fuerza Armada que necesita El Salvador
El tradicional discurso de suponer la neutralidad política de las Fuerzas Armadas con relación a su función institucional de estado, solo puede explicarse en sociedades antiguas y rezagadas. En sociedades como la salvadoreña, dada su condición tercermundista y de subdesarrollo, la institución armada no puede ser neutral debido a la obligatoriedad que un estado político incipiente e inmaduro como el nacional le exige.
Parece ser que la confusión sobre la FUNCIÓN DE ESTADO que la fuerza armada debe cumplir se presenta en la vinculación política partidaria e ideológica que dicha institución debe reservarse para la elección espontanea de cada uno de sus miembros. Desde esas formas antiguas y ortodoxas de debatir la función de la fuerza armada, el estado político nacional pierde su perspectiva y comprensión de su cometido. El estado, por su carácter, comprende dos funciones. Primera, el carácter administrativo de los bienes materiales y humanos que conforman la sociedad nacional que le confiere la calidad coercitiva. Esto indica la condición reguladora de la administración de lo nacional tanto en lo económico, político, social y cultural de manera que el estado se obliga al uso de sus instituciones en función del cumplimiento de las normas y organización propia que rigen a la sociedad nacional, debida cuenta, la institución armada debe superar su situación estática e improductiva en virtud de su propia naturaleza. Las anacrónicas determinaciones sobre la pertenencia de la fuerza armada a la sociedad civil o sociedad política solo indican el rezago de esta sociedad con características más cercanas a los pueblos del Medievo que a las sociedades modernas. Sobre este punto, esta muy claro que este país necesita de ordenamiento y que las instituciones comiencen a cumplir con sus funciones. Desde luego no es tarea fácil dado que su propia inmadurez institucional retrasa simultáneamente el desarrollo de la población. Tal parece que las instituciones lejos de motivar y generar el desarrollo y progreso del país resultan ser uno de los principales obstáculos para dicho cometido. Con instituciones inmaduras, negligentes, deficientes, improvisadas y otras tantas características que las constituyen, muy difícilmente pueden plantearse las condiciones de orden, armonía y progreso, particularmente a la vista de los países occidentales que demandan a El Salvador el cumplimiento de dichos requisitos para continuar siendo sujeto de la caridad occidental y de sus experimentos de modelos económicos, políticos y sociales aplicados desde siempre.
En ese contexto, el gasto y la inversión pública del estado en las instituciones de este país requieren de estudios profundos, responsables y serios. El gasto del estado en la institución armada sin retorno de ningún beneficio para la sociedad convierte a esa institución en un aparato plenamente disfuncional, inmóvil, inerte y por demás innecesario para el progreso nacional. Por el contrario, si la institución armada inicia un proceso de producción de bienes de capital humano, material o intelectual y se incorpora al ejercicio de la seguridad nacional que va mas allá de lo que llaman seguridad pública, entonces seguramente el sentido de su existencia tendrá mayor fundamentación.  En Segundo lugar, el carácter restaurativo del estado le confiere a la sociedad el derecho de convivir en un estado armónico y ordenado, condiciones que solo pueden ser cumplidas si las instituciones de orden público cumplen su cometido y sus niveles de credibilidad, confianza y funcionabilidad se integran y vinculan con el desarrollo de la población. Fuera de ello, todo significa la involución de una sociedad que se autodenomina moderna pero que en realidad el auto calificativo solo resulta de la ilusión y la ansiedad constante de la población de imaginarse en un estado ordenado, confiable, con perspectiva de futuro y gubernamentalmente maduro.
En síntesis, la capacidad de la institución armada en la formación de sus miembros induce a comprender la diversidad de recursos humanos, técnicos y logísticos con los que cuenta. Profesionales tales como médicos, ingenieros, enfermeras, comunicadores, pilotos, marinos y tantos mas, confieren a la institución el posicionamiento socioeconómico y productivo mas holístico de todas las demás instituciones del estado, en virtud de ello, interponer procesos y procedimientos de orden político-jurídico y reducir a la institución a su mínima expresión de contribución a la nación significa la continuidad de pensar el pequeño feudo y el diminuto principado amurallado.  Clausewitz definió la naturaleza de la guerra en función de tres rasgos: hostilidad del pueblo, incertidumbre del ejército y el objetivo del gobierno[3]. Hoy, parece que las guerras de cuarta generación aparecen como las próximas de todo el siglo XXI. Quizás esto determine las nuevas condiciones que los ejércitos deben tomar, sobre en sociedades constantemente convulsas por la intolerancia y la incapacidad de instaurar un estado políticamente estable y confiable.
 
 


[1] Ticas, Pedro, Antropología de la sociedad política Vrs sociedad civil, Dirección General de Protección Ciudadana, Secretaria de Gobernación, Gobierno Federal, México, D.F, 1992. D/Int. 123
[2] Ticas, Pedro, Ibidem. Op. Cit.
[3] Grautoff, M., De Clausewitz a la guerra asimétrica: una aproximación empírica, Universidad Autónoma del estado de México, 2007. Pág. 134
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