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12. MARAS EN EL SALVADOR: DE LA PRESENCIA SOCIAL A LA COYUNTURA POLITICA.

 

   MARAS EN EL SALVADOR:
DE LA PRESENCIA SOCIAL A LA COYUNTURA POLITICA.
 1ª. Parte
 
 
He dividido este artículo en tres partes, aclarando que dichas partes constituyen un resumen de distintos aspectos teóricos que sobre el tema de maras, abordo con más precisión y detalle en mi libro ”Jóvenes en proceso de inserción social: una aproximación socioantropológica” que será presentado en los próximos días. Como todos sabemos, el fenómeno de las maras no es nuevo. Hoy aparece con importancia debido al período electoral que se avecina; empero, en simples palabras, el fenómeno persistirá mientras existan las condiciones de marginación, marginalidad y exclusión étnico-cultural y económica.
 
EL CONCEPTO DE JUVENTUD: premisas necesarias.
 
Sin lugar a dudas, cuando abordamos una temática tan rigurosa como el fenómeno de las maras, debemos detenernos previamente en una revisión teórica sobre el concepto juventud con el objetivo de establecer un vínculo entre la forma de organización denominada “mara” y su sentido simbólico y cultural como grupo de edad. Cronológicamente, la juventud comprende una etapa de transición entre la niñez y adultez. En lo social, algunas disciplinas entienden que la juventud es una etapa de maduración psicológica, biológica y social mediante la cual los individuos adquieren conductas y formas de comportamiento de acuerdo a su entorno social, origen, sistemas genéticos heredados y otros más.
 
Contrariamente a la propuesta teórica planteada por la corriente sociobiológica sobre el patrón genético, debemos considerar que el entorno social influye definitivamente en la conducta y comportamiento de los individuos y que en el caso de los jóvenes salvadoreños de hoy, debemos observarlo como producto de una sociedad que ha vivido durante más de un siglo, diferentes condiciones de violencia, agresividad e intolerancia sociopolítica.
 
JUVENTUD Y MARA: relaciones y particularidades.
 
Como hemos señalado, los jóvenes pertenecientes a las llamadas "maras" constituyen grupos de edad heterogéneos que viven una etapa biológica y social de transición entre la niñez y la adultez. Durante esa etapa manifiestan necesidades e intereses propios que los identifican en sus formas de comportamiento de acuerdo al lugar que habitan, esto es, en lo urbano o lo rural.  
 
Lo urbano y lo rural.
 
Sin duda que el nuevo orden económico y tecnológico del capitalismo internacional acelera los procesos de urbanización en casi todas las sociedades, razón que lleva al crecimiento urbano de forma desmedida y desproporcional a las capacidades político-administrativas y particularmente económicas de estos gobiernos. Aún con todo este proceso y con lo que la urbanización implica, el caso salvadoreño merece especial atención.
 
Ciertamente, en El Salvador el espacio urbano se amplía casi sin límites. Con las exigencias del capital industrial y tecnológico mundial, en El Salvador, el ilimitado aprovechamiento que la Industria de la Construcción impone a la sociedad deja como consecuencia el crecimiento desordenado y amorfo del espacio urbano poniendo en evidencia que las políticas de crecimiento de la mancha urbana todavía carecen de proyecto propio. Por ejemplo, en San Salvador se han tomado tantos modelos de planeamiento urbano de sociedades totalmente ajenas a la historia nacional, que muy poco se ha considerado la historia de esta ciudad, misma que entre sus limitaciones, no toma en cuenta el paso abrupto de lo agrícola a lo tecnológico y que ahora reproduce en la población una mezcla de conducta sociocultural con marcada tendencia rural en busca de lo urbano.  
 
En lo económico, este país continúa siendo agrícola con relativa tendencia comercial. La relación con la tierra como medio cultural y productivo no ha variado en lo substancial, en tal sentido, la ilusión de lo urbano pese al montaje de su infraestructura, no hace más que soslayar la brecha entre lo humano y su espacio. En resumidas cuentas habría que revisar el concepto de urbe y apropiarla debidamente al espacio de la ciudad ya que parece indiscutible que la llamada “zona metropolitana” no es más que un extenso paraje verde con incrustaciones simbólicas de capital industrial y comercial en la cual, la inadecuada utilización del espacio “urbano” acrecienta con elocuencia, la precaria oferta oficial al desarrollo de la cultura nacional. Precisamente en esa constante contradicción en definir lo urbano y lo rural, los jóvenes se enfrentan al permanente choque cultural, sobre todo en el caso de jóvenes “urbanos” en donde a "diferencia de jóvenes rurales que pasan de la niñez a la vida adulta sin haber pertenecido a grupos contestatarios o de resistencia local por edad; los jóvenes de los barrios crean sus propios sistemas de parentesco"[1]. En tal sentido en los jóvenes urbanos, "una de las maneras en la que ellos definen su identidad es a través de códigos de comunicación social, así puede manifestarse una tendencia a seleccionar o elegir nuevas relaciones de parentesco entre individuos que comparten origen económico, territorio barrial, manifestaciones culturales, alternativas y otros medios de expresión"[2]. En definitiva, los jóvenes urbanos, difícilmente encuentran su función claramente definida en una ciudad carente de alternativas que contrariamente a ofrecerles los medios para su inserción, les exige compromisos civiles, morales y éticos que realmente la misma ciudad no les proporciona.
 
Particularidad urbana: limitaciones y efectos.
 
En la actualidad, la Ciudad de San Salvador va tomando nuevas formas en la distribución de sus espacios públicos y privados. Pese al acelerado ritmo de crecimiento de la industria de la construcción, se vislumbra el esfuerzo de algunas autoridades, entidades y afines por diseñar una ciudad habitable, sostenible y respetuosa de la producción humana más allá de la esfera económica.
 
Aunque se han realizado algunos esfuerzos por diseñar una ciudad verdaderamente urbana, el uso de su espacio continúa siendo inapropiado, en tal sentido, no cabe duda que el problema principal es que no está diseñada para la alternancia entre grupos de edad, sexo y condición sociocultural, por el contrario la llamada "modernización" impone un diseño urbanístico vial y de infraestructura más orientado al servicio comercial que a la recreación y creación cultural de la población. Visto de esta manera, el diseño urbanístico propugna hacia una cultura del cemento y del asfalto. Las paredes, los muros y el cemento convierten a esta ciudad en verdadero túnel del conocimiento, desarrollo y cultura para los jóvenes. El conocimiento se encierra, el saber comunitario y sus formas tradicionales de difusión se diluyen e interiorizan con menoscabo de la interrelación comunitaria. Se postula que el desarrollo debe ser unilineal y la cultura se encajona y delimita a un sólo espacio y más aún, se le niega toda posibilidad de manifestación. 
 
Paralelamente, la ciudad crece territorialmente de manera desorganizada como consecuencia de la imposición comercial de un capitalismo salvaje interesado en maximizar sus ganancias y con poco interés en el bienestar humano que entre otras cosas, aún desde la más extrema deshumanización, podría arrojarle mejores niveles de producción y productividad. Dicho de otra manera, podemos señalar que existen motivos sociales que prolongan de alguna manera la etapa de transición de la juventud urbana, de ahí que sus demandas y conquistas de espacios insospechados como parques, territorios al aire libre, necesidades e intereses de consumo natural (discos, modas, etc.), formas de organización y participación (teatro, vídeo, desarrollo comunitario) y sus propios métodos de experimentación pluricultural, los colocan en un clima de sensaciones menos acabadas para su actividad sociocultural, arrojando como resultado mayor resistencia abierta hacia las instituciones del estado. En lo político, el perfil de la juventud salvadoreña se modificó sustancialmente a partir de la década de los noventa. Con la finalización del conflicto armado, la reaparición de diversos sectores sociales en la vida nacional y el crecimiento de la mancha urbana, se produjo la concentración de población joven en la periferia urbana pauperizada (condición predominante pero no única) que ha conducido a los jóvenes a la organización social en busca del encuentro con la ciudad. 
 
LA CULTURA DE LA MARA
 
La Mara: concepto propio o analogía.
 
Algunos estudiosos del tema han señalado que Mara y Pandilla deben entenderse de la misma forma, sin embargo, vale la pena aclarar algunas precisiones. La pandilla es una asociación juvenil que corresponde a formas muy particulares de expresión en grupos minoritarios de Estados Unidos y otros países europeos. Su conformación grupal se manifiesta durante el acelerado proceso de industrialización que tuvieron las ciudades occidentales a partir de los años veinte, principalmente en el norte de Estados Unidos (Chicago, y otros).
 
Precisamente con la industrialización el proceso de urbanización comienza a delimitar áreas geográficas con marcada diferencia étnica, económica, cultural y social. Para contrarrestar esta diferenciación, los jóvenes se organizaron contra las políticas gubernamentales discriminativas hacia su raza y color, incluyendo jóvenes de raza blanca que habían sido excluidos por su condición social. En tal sentido, las formas y razones de organización de la pandilla son múltiples, constituyen en si mismas un grupo temporal y en algunos casos, eventual.
 
En cambio la mara es en primer término un grupo de edad, es decir, jóvenes que se reconocen como parte de la misma generación y se identifican como afines en cuanto a criterios de edad relativa imperante. Actúan como unidad y crean con espontánea imaginación sistemas organizativos eficientes ante el medio urbano que los abruma, circunstancias de un urbanismo caótico, sistemas de comunicación político-culturales masivos que van de lo hegemónico a lo subalterno y viceversa, condiciones de pobreza que se imponen y los subordinan.
         
Como grupos de edad ----condición primera de toda formación social en donde el ser humano produce su vida--, los jóvenes asumen el papel que la sociedad les destina, en el cual paralelamente, luchan contra un sistema que por una parte busca que se asimilen y por la otra, les establece parámetros de "ilegalidad" a manifestaciones propias de su edad, sexo, cultura y condición económica, justo en este momento emerge la mara como grupo de resistencia y de acción colectiva, no sólo contra las estructuras de autoridad del estado, sino también contra las manifiestas en el grupo familiar que les impone subordinación. En tal sentido, mientras las instituciones del estado y la sociedad civil rehusen conocer sus conductas autónomas, estos grupos de edad continuarán resolviendo su propia autonomía a través de acciones de resistencia o de rebeldía abierta.
    
La mara es una asociación más o menos cerrada con relación a los tipos de vínculos contraídos en el barrio, la familia, el trabajo, la escuela. Su organización tiene por estructura la afinidad de especialidades ocupacionales de tiempo completo, es decir, poseer un saber expedito e involucrarse en las mismas acciones y actividades de organización grupal, en este caso, la figura del líder es trascendental.
 
La conducción del líder debe sobresalir a la defensa de todos y cada uno de los miembros del grupo para encontrar una respuesta recíproca por parte de los demás. El líder debe mostrar destreza en el manejo de técnicas de pelea, ser maduro y seguro en sus decisiones, observar y analizar la realidad de su propio grupo y su entorno, ser lúcido en las discusiones sobre el rock, cine, vídeo, revistas y todas aquellas modalidades que circulan desde la lógica de la industria cultural (discos, grabaciones piratas, zapatos tenis, playeras con impresos favoritos, pantalones entubados, cortes de cabello y demás atuendos que se consumen a los gustos y símbolos de identidad al interior del grupo); pero sobre todo, el líder debe ser visionario, debe pensar en la mara más allá del momento que vive, debe lograr la trascendencia del grupo.
 
Asimismo, la mara profundiza en el uso y significado de las mercancías que consume, modifica y apropia para dar sentido de cohesión al grupo. En su ropa y calzado improvisan arreglos de sastrería con tal imaginación que algunos de ellos se vuelven especialistas, condición reconocida y valorada por los miembros del grupo.
 
Las mercancías adquieren un doble valor: las de propiedad individual y las simbólicas. Las de propiedad individual son respetadas como normas de derecho. Este derecho de propiedad se presenta cuando las mercancías (independientemente del tipo) se transfieren de padres a hijos o cuando los padres asignan un valor especial a éstas; en este caso, el miembro de la mara sabe que nadie tratará de quitarle lo que le pertenece. El líder se asegura que la norma se cumpla y salvo por acuerdo mutuo entre los miembros, el joven puede obsequiar o vender a sus compañeros lo que desee. Cabe señalar que regularmente la mara no acepta mercancías de precios altos porque pueden ser vistas por el grupo como agresión a sus propias limitaciones económicas.
         
Por su parte, las mercancías que definimos como simbólicas tienen que ver con el intercambio de dones y capacidades. Los dones tienen una función importante en la relación intraétnica del grupo. Un miembro concede a otro el uso de su vestimenta en calidad de préstamo u obsequio, de esta manera se regula el equilibrio sobre la propiedad individual es decir, cada miembro posee lo necesario sin transgredir el límite de sus posibilidades de acumulación, dicho de otra manera, la mara trastoca la barda del consumismo mediante el consumo de su propia moda, se convierten en productores y distribuidores de su propia cultura (venden, revenden, intercambian y se distribuyen sus propias cosas) y en lo más sobrio, la mara subvierte la hegemonización de la llamada "modernidad" reproduciendo su propia ideología. En resumen, la mara se conforma y se comporta como grupo cultural emergente:
 
1º.      porque demandan asumir mayor independencia y responsabilidad como sujetos históricos y culturales establecidos dentro de grandes sectores populares que definen una generación.
 
         2º.      porque es un grupo que ha creado su propia dinámica territorial. Actúa en conjunto para sus propios fines, incorporándose voluntariamente al grupo, es decir, la voluntariedad (ingreso a la mara) es simbólica, es apenas una expresión de su realidad y necesidad de pertenencia social; mientras que su opción es la esencia de su ingreso al grupo, es en definitiva su más próximo y cercano medio de pertenencia y respuesta a su realidad.
 
3º.     porque la mara ofrece todos los derechos para que cada cual disponga libremente de su tiempo, de su trabajo, de sus estudios, de sus gustos, deseos, pasiones y de todo lo que pueda hacer en compatibilidad con los intereses de identidad del grupo como tal y en beneficio reproductivo hacia el mismo.
 
El Tatuaje : formas, valores y significado.
 
Sin duda que el tatuaje es una forma de lenguaje universal. Las figuras, formas y colores que éstos adquieren en cualquier grupo social, raza o ideología, representan en sí mismos una forma de identidad social, cultural o territorial, constituyen en esencia, una idea que se descubre al pleno social para garantizar la pertenencia en el mismo. En tal sentido, la idea se transforma en realidad a través del supuesto teórico ideológico. Se trata de una relación supraracional entre la realidad social (empírica) y la concepción del sujeto sobre su realidad, por ello, la supraracionalidad no deja de ser subjetiva, porque el tatuaje se convierte en el vínculo con lo otro, con el otro. Por medio del tatuaje, los individuos logran la superación del YO en el reconocimiento que el otro le otorga, ese principio básico emanado del otro, es lo que llamamos identidad. 
 
El tatuaje en la mara.
 
Como hemos dicho, el tatuaje no es exclusivo de la mara (El Salvador), pandilla (EE.U.U.), banda (México) o cualquier otro nombre que esta forma de asociación juvenil adquiera de acuerdo a su realidad o características propias. El tatuaje es un símbolo de identidad que define un territorio, condición social, cultural, grupo de pertenencia o de identificación, gusto o ideología en cualquier individuo que de manera temporal o definitiva ha asimilado como intra o intervínculo social.  
 
Forma, valor y significado.
 
En el caso salvadoreño, en la mara, el tatuaje va mas allá del simbolismo de pertenencia o identidad de grupo, es decir, contiene las formas más acabadas de subvalor ideológico que determinan los tipos de vínculo con su entorno y la sociedad en su conjunto, mismos que se orientan en dos líneas: 1º. como instrumento ideológico y 2º. como estructura de poder.
 
En el primer caso, el tatuaje se convierte en instrumento ideológico que trasciende las limitantes puestas por una sociedad por demás excluyente y discriminativa. En realidad el joven mara enajena la forma simbólica del tatuaje transfiriendo ese valor a quienes lo perciben como extraño, como ajeno a la sociedad, en consecuencia, el tatuaje es opcional porque depende del nivel de integración social de cada joven mara; de esta manera, sus formas de respuesta al todo social serán distintas y el simbolismo que lo identifica con una idea (representada en el grupo-mara) variará en estricto apego al sincronismo con su modo de vida.
 
Del mismo modo, el tatuaje comprende elementos mágico-religiosos que corresponden a una relación totemista de la vida. Las figuras (animales, personajes, vírgenes, etc.), explican el vínculo coherente entre el pensamiento humano del joven mara y la de cualquier otro individuo, es decir que a través del tatuaje, el mito y el tótem cobra vida en la cotidianidad del joven, logrando establecer con ello, el acabado equilibrio entre él mismo y la sociedad en pleno.
 
Por demás esta señalar que los tatuajes en jóvenes maras han sido utilizados en tal grado que la misma publicidad de los supuestos medios de “comunicación social” han convertido los verdaderos significados del tatuaje en mensajes confusos de tipo amarillista, mismos que finalmente terminan por reafirmar a la mara.
 
En cuanto a lo primero, el tatuaje contiene variedad de elementos de orden cultural y territorial, en tal sentido, comprenden variados códigos, simbolismos y formas estructuradas de pensamiento de tal forma que van mas allá de simples mensajes sociales. Al respecto, cuando los medios hacen uso publicitario de jóvenes tatuados, reducen todo el contenido cultural y filosófico del mismo a simples mensajes, los cuales solo constituyen una apreciación subjetiva que cada individuo hace del tatuaje influenciado por los “medios de comunicación”. En cuanto a lo segundo, con tales formas y niveles de publicidad, los mismos medios reafirman a la mara al reconocerle o aducirle el “poder” ideológico o simbólico que representa el tatuaje hacia la sociedad en pleno.
 
En el segundo caso, el tatuaje se desdobla como forma de poder en el sentido de que a toda estructura organizativa corresponde una forma de poder simbólico, político, económico, histórico y otros tantos que convierten la estructura en organización funcional. En este caso, el tatuaje se explica por poder acumulado, heredado, transferido o simbólicamente reproducido tanto al interior del grupo como hacia la sociedad externa. El poder adquiere sus propias dimensiones en función de la necesidad del grupo, si el grupo está territorial, social, cultural y simbólicamente constituido, el tatuaje estará más dirigido hacia la sociedad exterior; en cambio, si el grupo requiere de mayores niveles de integración y fortalecimiento interno, el tatuaje estará dirigido hacia la organización del poder, misma que naturalmente deberá pasar por la configuración de símbolos reales o creados para tales fines.


[1] Ticas, Pedro/C. Roberto, Maras juveniles en El Salvador, Ed. UTEC, El Salvador, 1997
[2] García Canclini, Néstor, Las culturas populares en la era, El Día, México, 1990.
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  Pedro Ticas  
 
 

 
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