TRATADO DE LIBRE COMERCIO EL SALVADOR-MÉXICO:
actores económicos y voluntariedad política.
Aspectos generales.
Sin lugar a dudas, la economía mundial avanza rápidamente imponiendo el modelo económico de algunos países industrializados sobre países menos industrializados, esto les reduce sus niveles de autonomía y quizás en algunos casos, sus niveles de autodeterminación. En tal sentido, la incorporación de estos países a la globalización deja de ser optativa y la antigua doctrina evolutiva del desarrollo social para cada nación planteada por los países occidentales, se transforma en un nuevo discurso que promueve unificación de regiones para enfrentar sus propios desafíos y sus formas de incorporación mundial, claro, que independientemente de esto, los acuerdos bilaterales continúan siendo la vía alternativa de los industrializados para asegurarse la dependencia económica y las alianzas políticas con países más pobres.
En el caso de economías locales y pequeñas como la salvadoreña, todo indica que su sobrevivencia depende básicamente de dos alternativas: a) mayor grado de dependencia económica de Estados Unidos y sus subsecuentes derivaciones y b) mayor nivel de centralización de capital. En el primer caso, se trata de una disputa comercial entre los grandes productores salvadoreños y los medianos productores estadounidenses, naturalmente que a competencia es desigual debido a la calidad, volumen y capacidad productiva que tienen los medianos productores estadounidenses sobre los nacionales, condición que pone nuevamente en evidencia las mismas estructuras arcaicas del capital individual tradicional, ahora destinado a desaparecer como forma productiva.
En el segundo caso, parece ser que la única solución de los grandes productores nacionales se orienta a expandir un comercio simple (oferta-demanda) al resto de países centroamericanos que muy poco han participado en la circulación de capital o cuya infraestructura comercial, política o geográfica, todavía requiere de mayores inversiones.
Como hemos dicho, el caso salvadoreño contiene sus particularidades. Es evidente que el impacto de una economía transnacional esta preocupando substancialmente al capital individual. Las razones de su preocupación son básicas e históricas. Mucho antes de la llamada "industrialización" salvadoreña en la década del 50', la acumulación de capital se produjo a partir de formas económicas individuales en las cuale
s la reproducción simple no transcendía las ganancias individuales. En cierto modo, es natural que el capital individual desconfíe del nuevo proceso de globalización debido al temor de enfrentar a la competencia internacional que entre otras cosas, pone en el mercado nacional diversidad de mercancías con nuevos valores en los precios de producción.
Frente a esta situación, los capitalistas nacionales cierran filas a través de un mercado cambiario fijo en medio de una lucha interna por alcanzar mayores volúmenes productivos y transformar modelos económicos anacrónicos en nuevos modelos en donde precisamente el impacto de las nuevas reglas del mercado internacional disminuya los riesgos de descapitalización; esta situación es el precio de su historia que ahora les cobra su provincialismo y localismo económico sostenido durante más de tres siglos.
En este marco de referencia, el llamado proceso de dolarización de la economía interna y la puesta en marcha de tratados comerciales entre El Salvador y otros países, pone al descubierto el bajo nivel productivo nacional en cuanto a calidad, diversidad y volumen de mercancías. Como sabemos, este país se sostiene básicamente de una actividad comercial primaria derivada del sistema financiero "empresarial" y de las aportaciones económicas que los migrantes envían desde Estados Unidos. A este fenómeno debemos sumar las nuevas relaciones mercantiles que se abren entre las economías multinacionales en esta nueva fase de globalización rotativa del capital internacional, por ejemplo, con la reciente apertura de Libre Comercio entre México- El Salvador.
Al respecto, en 1993[1], señalé que la apertura del Tratado de Libre Comercio entre estas dos naciones era inminente. Los signos eran claros. En El Salvador: baja productividad, requerimientos de capitalización, decrecimiento de la producción agrícola, masificación de un comercio desordenado, política fiscal abrupta y voluntariosa, índices microeconómicos austeros, en fin, valores y formas de capital al borde del colapso intercambiario al que debía sumarse la inestabilidad sociopolítica. En México: expansión alarmante de zonas geográficas con deterioro económico localizadas principalmente en Chiapas, Oaxaca, Guerrero, los estados tradicionalmente más pobres de la república y en donde la agricultura como actividad económica principal daba muestras de baja productividad y por tanto la urgente necesidad de inyectar capital productivo y mercantil.
Como señalé en ese momento, una de las alternativas para el desarrollo de algunos estados del sureste mexicano consistía precisamente en impulsar un mercado de libre comercio con Centroamérica que permitiera el intercambio de bienes de capital así como el incremento del volumen de circulante en la región. Ahora, la tarea no es fácil porque los niveles de desarrollo del capital individual mexicano superan en capital monetario, productivo, tecnológico y comercial a los distintos capitales salvadoreños, en tal caso, las reglas de transacción mercantil requieren la intervención de un capital "benefactor" estatal o privado, de préstamos a muy largo plazo y al mismo tiempo, desacelerar los tiempos de circulación de capital en cualquiera de sus formas.
La dolarización de la economía y de los Tratados.
Sin lugar a dudas, el tema de la dolarización requiere de precisiones y fundamentaciones especializadas, pero también de la observancia continua y sistematizada. Corresponde a la sociedad civil y a los diferentes grupos económicos, políticos y culturales que la conforman, la discusión sobre su pertinencia histórica y la trascendencia de su devenir como unidad social. Al respecto, trataremos de abordar el tema desde dos ámbitos. En primer lugar haremos un repaso sucinto del funcionamiento del capital financiero y en segundo lugar, de su relación con el Tratado y desde luego, de su impacto social.
De antemano debemos señalar que una economía tan pequeña como la salvadoreña, debe respaldarse predominantemente en un capital financiero que ofrezca garantías de transacción de bienes de capital a inversionistas o comerciantes extranjeros, por ello, es preciso conocer en su forma más elemental, algunos aspectos de funcionamiento de la banca.
Las formas de valor.
Para algunas sociedades, el paso sucesivo del capital agrícola, industrial, financiero al tecnológico, ha dejado enormes desequilibrios en sus estructuras internas y sobre todo, en aquellos sistemas económicos que pese a la llamada “era tecnológica” , continúan siendo pequeñas economías agrícolas domésticas. No está demás recordar que en materia de producción agrícola nacional, la banca salvadoreña ha participado otorgando créditos a campesinos productores quienes en muy poco han visto resultados concretos que les ayuden a superar los desequilibrios de estos créditos con altos intereses y sus posibilidades reales de producción; ¿pero cómo se fija el interés?
En este caso, la cuota de interés depende de: a) la cuota de ganancia, b) de la relación con arreglo a la cual se distribuye la ganancia total entre prestamistas y prestatarios. En tal sentido, "lo que se paga en concepto de interés por el uso de lo que se recibe en préstamo constituye una parte de la ganancia que lo prestado es capaz de producir"[2]. Aunque esta relación se circunscribe al acuerdo entre banqueros e industriales, también existe (de acuerdo al desarrollo de cada país) una tendencia a reducir las tasas de interés completamente al margen de las variaciones de la cuota de ganancia debido entre otras cosas, al sistema de créditos en los que intervienen banqueros e industriales, así como comerciantes que puedan disponer de los ahorros en dinero (renta en dinero) proporcionados por la sociedad en su conjunto.
Una vez generada esta condición, la cuota media de interés se calcula estableciendo la media del tiempo de interés a través de los cambios sucedidos en los ciclos industriales, de igual forma, mediante el tipo de interés fijado en inversiones sobre capital prestado a largo plazo. Como el sentido de estas notas no es examinar a profundidad cada una de las partes del capital bancario, bastará con recordar que el capital bancario esta conformado por: 1o.) dinero contante (oro, billetes) y 2o.) títulos y valores (valores comerciales, letras de cambio que no se han pagado en cuyo caso el descuento representa el verdadero negocio del banquero, valores públicos: títulos de la deuda pública, certificados del tesoro, acciones de toda índole, es decir, valores que rinden interés pero que se distinguen esencialmente de las letras de cambio).
La cultura bancaria: ¿es posible una reconversión social?
Más allá de los elementos técnicos del impacto de la dolarización en el sistema bancario, habremos de considerar su impacto social. Mucho se ha dicho que la banca nacional cuenta con el capital suficiente para enfrentar las nuevas exigencias sociales como producto de la dolarización y los Tratados Comerciales en materia de financiamiento a la industria de la construcción, servicios, etc, sin embargo, habremos de preguntarnos ¿qué pasa con los pequeños comerciantes, las pequeñas cooperativas, los campesinos, los sectores populares, en fin, con todos aquellos sectores con economías de subsistencia?, del mismo modo, ¿Qué cantidad de dólares circularán en la nación?, ¿Respaldarán realmente a la economía nacional?.
Sin duda que responder estas preguntas exige explicaciones más acabadas y exhaustivas que por ahora no son nuestro objetivo; pero podemos señalar que la lucha por el espacio entre pequeños y medianos comerciantes se acentúa cada vez más. El capital mercantil salvaje ha lanzado a la arena de la disputa a distintos grupos, familias e individuos que luchan por su sobrevivencia sin tomar en cuenta que el comercio popular es más que un producto de este modelo capitalista; el comercio popular resulta de otras normas y valores comprendidas en la cultura y la identidad, por cuanto, el pequeño espacio de la calle contiene múltiples significados que escapan a cualquier determinio económico. El espacio constituye formas históricas heredadas de padres a hijos de generación a generación. Desde las mismas sociedades prehispánicas hasta la actualidad, el concepto de mercado ha sido parte de la configuración de identidades locales o regionales. El mercado es el espacio para la vinculación, comunicación, símbolo de prestigio, habilidades, sabiduría; en síntesis, constituye una verdadera red sociocultural que traspasa los valores mercantiles del trabajo.
El Tratado con México.
Si bien es cierto que este Tratado pone en riesgo la competencia de pequeños y medianos productores, esto se debe al arrastre histórico marginal a que han sido sometidos y no al Tratado mismo. Por su carácter, los mercados internacionales traen consigo la libre competencia, pero también la posibilidad de capitalizar individual o colectivamente cualquiera de las formas en las que se participa. La competencia se intensifica, pero las formas de competir se diversifican. En este país, históricamente, la participación económica de pequeños y medianos productores ha sido su intermediarismo en beneficio de capitales individuales, en cambio el Tratado con México quizás permita que pequeños productores, comerciantes o unidades domésticas campesinas puedan acceder a un mercado de abastecimiento y venta más amplio, adquirir créditos más justos, diversificar y/o alternar su inserción en el mercado local, regional, departamental o nacional.
En el caso salvadoreño, la histórica concentración de capital monetario y de bienes, dificulta el proceso. Para el caso, tanto comerciantes como productores se enfrentan a competencias con sus similares mexicanos quienes en buena medida ya poseen experiencia y recursos tecnológicos de mayores proporciones y aunque esta barrera puede ser superada con el tiempo, el principal obstáculo radica en la precaria organización productiva y mercantil que tiene El Salvador, condición que obliga a rediseñar e implementar un nuevo modelo económico nacional que garantice mayor participación del capital social. Mientras tanto, ¿Quiénes soportarán el peso del nuevo modelo?. Uno de los grandes problemas del modelo actual se expresa en la pequeña masa que conforma el Sector Medio de la sociedad, en cambio, en países en donde este sector es amplio, las posibilidades de crecimiento comercial ofrecen mayores ventajas a la inversión nacional y extranjera, sobre todo porque la capa media, se convierte en la garantía económica de la reproducción comercial y productiva.
Aquí y ahora, la situación es distinta. El sector medio de la sociedad salvadoreña (medido en nivel de ingreso económico familiar porque todavía no existe un estudio serio que la defina), está conformado por un pequeño grupo de habitantes entre los que se distinguen algunos tipos de profesionistas, pequeños comerciantes y pequeños empresarios que en términos generales, no logran generar suficiente capital ni excedente que posibilite un mercado de trabajo para los sectores populares, por ello, en caso que se diseñe una política económica inteligente del Tratado de Libre Comercio con México, éste no debe ser visto como un peligro, sino por el contrario, como una posible y atinada obligación para cambiar las formas económicas arcaicas de concentración de capital que de forma imperativa modifique la conducta ideológica, social y cultural de los sectores con mayor poder.
El fenómeno de las PYME
Con el fortalecimiento de las PYME (pequeñas y medianas empresas), ahora surgen temas de mucho interés que anteriormente estuvieron negados a estos grupos. Evidentemente este modelo de pequeñas economías es una respuesta técnica a las necesidades de subsistencia de la población. Se trata de crear medios de trabajo de fácil acceso que permitan mayor rapidez en la circulación del dinero y del trabajo sin previo requisito de cualificación. En efecto, las PYME generan ciertas posibilidades de ingreso económico sobre todo en sectores populares destinados al consumo de mercancías de rápida circulación en el mercado. De acuerdo a la CEPAL, en Centroamérica deben generarse este tipo de empresas porque ofrecen cuatro razones básicas: 1) generación de empleo intensivo, pero con bajo nivel de productividad, 2) distribución del ingreso mediante el crecimiento del empleo, 3) innovación tecnológica y flexibilidad en su estructura productiva y 4) democracia que disemina la propiedad privada.3 Hagamos una lectura rápida de los cuatro puntos. Con relación al primero, al inicio explicamos que el modelo capitalista actual descansa su mercado laboral en este tipo de empresas que se caracterizan por trabajo intensivo el cual abarata su valor por fluidez con la que se mueve. De igual forma, han sido pensadas con niveles de baja productividad porque simplemente no se les permite competencia con grandes compañías o empresas que controlan el mercado y volumen de exportación.
En cuanto al segundo punto, efectivamente el ingreso se distribuye en mayor número de trabajadores modificando (en su forma) la relación capital-trabajo. Sin embargo, la relación capital-trabajo modificada únicamente en su forma, no mejora el poder adquisitivo que en síntesis constituye el verdadero problema del mercado cambiario dinero-mercancía en una economía pequeña y estrecha como la salvadoreña.
El tercer punto es mucho más complejo para esta economía. Desde la lógica capitalista, la innovación tecnológica debe ir de la mano con la estructura productiva, el problema es que este país con bajos niveles de producción y productividad, acostumbrado al monocultivo, con bajos niveles de inversión social (red de carreteras, formación académica, servicios públicos, etc.) apenas dispone de lo básico para la subsistencia humana, lo que claramente dificulta el uso, control o adecuado manejo de los recursos tecnológicos.
Con relación al cuarto punto, está claro que la diseminación planteada por el sistema capitalista no significa la humanización del mismo, más bien se trata de simples reacomodos de ciertas formas económicas que garanticen la sobrevivencia de dicho sistema. En definitiva, en cuanto al Tratado de Libre Comercio, seguramente México trabajará por convertirse en el segundo socio comercial más importante de El Salvador, es decir, después de Estados Unidos, país que mantiene la economía salvadoreña. En el caso de las PYME es evidente que su única esperanza de sobrevivir a las contradicciones que las crearon y amenazan, será el desarrollo de pequeñas unidades productivas que fortalezcan sus economías familiares, locales y posiblemente regionales.
[1] Ticas, Pedro, ecología y economía en centroamerica, Ed. Praxis, México, 1993. Pág. 97
[2] K.M., et.al. pág. 621.
3 CEPAL, Reunión expertos sobre vínculo entre la PYME en C.A. y el sector exportador, México, 1998.