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16. Las similitudes entre lo urbano y lo rural en el llamado “Gran San Salvador”.

 

 Las similitudes entre lo urbano y lo rural en el llamado “Gran San Salvador
 
 
 
El espacio urbano. 
 
Indistintamente de la historia, particularidades y cultura, el nuevo tipo de globalización que hoy vivimos, acelera los procesos de urbanización en casi todas las sociedades. De los años 40´ a los 80´, los países industrializados diseñaron un plan de crecimiento urbano para Latinoamérica consistente en la generación de empleo, especialmente en la rama industrial, ahora, parece que tal diseño de urbanización ha sido substituido por el antiguo concepto de la sociología alemana de “continuum folk-urbano”1 de Robert Redfield quien coloca la actividad urbana latinaoamericana como simple expresión de las conductas y caracteres propios de individuos y no de la historia misma de estos individuos, dicho de otra manera, para el siglo XXI los países occidentales se empeñan en imponer modelos urbanísticos de ciudad-mercado en Latinoamérica.  
 
En el caso salvadoreño, la situación es más compleja. El espacio (y no necesariamente su cultura urbana) se amplía casi sin límites. La industria de la construcción se impone de manera inapropiada y la ciudad crece amorfa y desordenadamente sin diseño propio. Esto que llaman ciudad, apenas cumple con los requisitos básicos para la administración de los servicios que provee. En realidad todo diseño urbanístico pasa por la incorporación de su población a una cultura urbana, condición que desde luego no se cumple en este caso. El llamado “gran San Salvador” muestra fuertes rasgos de la cultura agrícola Colonial y la ilusión de lo urbano, aún con todo el montaje de su infraestructura no hace más que profundizar la brecha entre lo humano y su espacio. La cultura urbana es un complejo sistema de lenguaje, organización social, étnica y económica que se expresa en la cotidianidad de los individuos de manera articulada y vinculante, casi interdependiente. Sus códigos, sistema de señales, nomenclaturas, conductas y cosmovisión los une e identifica, aunque esto mismo signifique distinguir sus particularidades y heterogeneidad [1]
 
En realidad pensar la “ciudad de San Salvador” implica reconocer las conductas semiurbanas en la mayoría de sus habitantes. Agresividad, lenguaje fonético precario en políticos, funcionarios, universitarios, empresarios, sectores económicos medios y altos, etc. (posiblemente vocabulario de no más de 15 conceptos), desinterés por el conocimiento académico, desinterés por el arte y la cultura, malos hábitos de higiene ( limpiarse la nariz con los dedos, estornudar sin cubrirse y escupir en la calle), en definitiva, el diseño urbanístico de esta ciudad no deja de ser más que un extenso paraje verde con incrustaciones simbólicas de urbe con tendencia comercial.   
 
La ilusión de lo urbano
 
En lo teórico, distinguir lo urbano de lo rural en el llamado “Gran San Salvador”, obliga a disímiles consideraciones de orden social, económico, cultural y etáreo. Por ejemplo, los jóvenes se enfrentan al permanente choque cultural, simbólico e ideológico de pensarse parte del concepto urbano, mientras sus patrones culturales continúan siendo expresión de la fuerte carga Colonial. A diferencia de los jóvenes rurales en donde su identidad se manifiesta claramente con su propio devenir y cosmovisión, los jóvenes urbanos se confunden en sus propias formas de pertenencia étnica y cultural, precisamente por ello, buena parte de jóvenes se integran a grupos contestatarios o de resistencia local[2]. En realidad no es para menos, los espacios juveniles para la expresión sociocultural apenas surgen como destellos imaginarios. Ciertamente, los jóvenes difícilmente encuentran su función en una ciudad carente de alternativas culturales, económicas y sociales, por el contrario, les exige compromisos civiles, morales y éticos que realmente la misma ciudad no les proporciona.
 
Las limitaciones y los efectos
 
Parece no haber duda que uno de los principales problemas de esta ciudad consiste en no estar diseñada para la alternancia entre grupos de edad, sexo y condición sociocultural, por el contrario, la llamada "modernización" impone un diseño urbanístico en dos sentidos: primero, de tipo vial y segundo, en infraestructura orientada predominantemente al servicio comercial que a la creación cultural de la población. En el primer caso, la enorme brecha entre la cultura urbana y la construcción de redes viales es evidente. Por ejemplo, la agresividad automovilística (como resultado del paso abrupto de la hacienda a la ciudad), así como el desconocimiento de señales y normas internacionales de manejo (no rebasar por la derecha, no estacionarse en doble fila, debida semaforización, velocidades permitidas en autopistas, nomenclaturas confusas, retornos en lados opuestos a la lógica de circulación, etc.), son apenas algunos aspectos que muestran la ruptura entre progreso tecnológico y desarrollo humano, esto es, mientras la población no asimila cultural y tecnológicamente el uso de dicho avance, la cultura urbana sólo puede existir en el imaginario.
 
En el segundo caso, la industria de la construcción para casas-habitación y servicios expande la infraestructura comercial sin mayor orientación que sus propios intereses. Visto de esta manera, el diseño urbanístico propugna una cultura del cemento y del asfalto. Las paredes, los muros y el cemento convierten los rutinarios espacios de vida (vivienda-trabajo-escuela) en verdaderos contrapuestos para el conocimiento, el desarrollo y la cultura.
 
Paralelamente, la ciudad crece territorialmente de manera desorganizada como consecuencia de la imposición comercial del modelo capitalista interesado en maximizar sus ganancias y con poco interés en el bienestar humano, mismo que entre otras cosas, aún desde la más extrema deshumanización, podría arrojarle mejores niveles de producción y productividad; en tal sentido, podemos señalar que existen motivos sociales que prolongan de alguna manera la etapa de transición de la población “urbana”, de ahí que sus demandas y conquistas de espacios insospechados como parques, territorios al aire libre, necesidades e intereses de consumo natural (discos, modas, etc.), formas de organización y participación en sus propios métodos de experimentación pluricultural, los colocan en un clima de sensaciones menos acabadas para su actividad sociocultural.
 
Las controversias del modelo educativo y la cultura
 
En principio de cuentas, todavía se confunden los conceptos de educación y cultura en una mezcla desafortunada. En otras ocasiones he señalado como el concepto de cultura (asociado de manera funcional) al de educación, tuvo su vigencia durante el siglo XVIII en la etapa de reconformación de los grupos de poder económico en Europa[3]Systéme de la Natura, D’Holbach sostiene que el hombre es producto de su experiencia de enculturación. “Nacemos sin nuestro consentimiento, nuestras ideas nos llegan sin voluntad nuestra, nuestras costumbres están controladas por aquellos que nos las inculcan”[4] , agregando que “es en la educación en donde deberíamos buscar las principales fuentes de las pasiones y de las virtudes del hombre, de los errores o de las verdades de que su cabeza esta llena, de los hábitos que merecen alabanza o de los que reclaman censura”[5]. Aunque D´Holbach parece determinar toda la conducta de los individuos a la razón educativa, es preciso recordar que son los individuos quienes conforman la sociedad y que sus decisiones crean a las instituciones que finalmente están puestas para el servicio social. Precisamente al respecto de la interrelación individuo-institución-sociedad, G.V. Plejánov nos ofrece una clara definición, ciertamente insuperable:, concepto que desde luego ha sido rebasado por nuevas teorías y expresiones sociales. En el plano teórico nos percatamos de dos corrientes: a) la que tradicionalmente se conoce como “cultura material” y b) la “cultura espiritual”. En el siglo XVIII los más destacados antropólogos, filósofos, historiadores y juristas, lucharon por formular conceptos que facilitaran el proceso evolutivo superorgánico de la sociedad y las instituciones. Sin embargo, siemprefracasaron debido a que cada individuo independientemente de su nivel o función socioeconómica, siempre decide bajo una circunstancia racional. Esta circunstancia pone en evidencia que la organización de grupos debe pasar primero por la articulación de los individuos. El resultado de este intento durante la Ilustración fue el fracaso por desarrollar un sistema de causalidad superorgánica.   En
 
El hombre es el producto del medio social. Por hipótesis, el carácter de ese medio esta determinado por la acción del “gobierno”. Las acciones del gobierno, por ejemplo la actividad legislativa, pertenecen a la esfera de la actividad humana consciente. Sin advertirlo una de las leyes de la antinomia se ha convertido en la opuesta. La solución aparente de la antinomia es simplemente una ruptura completa con el materialismo. El cerebro humano, esa “cera blanda” que asume diferentes formas bajo la influencia de las impresiones que proceden del medio social, se convierte a la postre en el creador de ese mismo medio al que debe sus impresiones.[6]
 
Atendiendo al postulado de Plejánov de que las explicaciones científicas en realidad deben ser consideradas como proposiciones que enuncian las condiciones precisas para que se produzcan los acontecimientos objeto de predicción o retrodicción, comprenderemos que el tema del modelo educativo nacional contiene una fuerte carga filosófica del idealismo y materialismo cultural; en otras palabras, replantear el modelo educativo para la integración y participación de los individuos y la familia en el proceso de urbanización, resulta inoperante si no se modifican las estructuras institucionales tanto en su función filosófica como social, de la misma forma, pensar en la formulación de valores generalizados para toda la sociedad, significa desconocer o en el peor de los casos, desvalorar la existencia de un estado multiétnico y pluricultural, particularmente en la construcción de la cultura urbana.
 
En definitiva, los idealistas culturales entienden los fenómenos sociales y culturales desde una perspectiva exclusivamente emic ( la sociedad existe en la medida que los participantes se consideran miembros de grupos sociales, compartiendo objetivos y valores comunes)[7], y no exclusivamente desde una perspectiva etic ( no tienen que saber si los miembros de una determinada población humana se consideran un "grupo" para identificarlos como grupo social)[8], dicho de otra manera, para los materialistas culturales el fundamento teórico para todo análisis cultural consiste simplemente en observar la existencia de una población humana emic situada en un tiempo y un espacio etic. En cambio debemos considerar el concepto de sociedad desde una perspectiva más amplia, como un todo complejo conformado por su multietnicidad y pluticulturalidad.
 
 
 
 


1 Wolf, Eric, Una tipología del campesinado latinoamericano, Ed. Nueva Visión, Buenos Aires Argentina, 1977. Pág. 18.
[1] Ticas, Pedro, Antropología de la Urbanización, CCC, México, 1994, Pág. 178.
[2] Ticas, Pedro, Antropología de la urbanización, CCC, México, 1994. Pág. 221
[3] Ticas, Pedro, El estado nacional: grupos étnicos de El Salvador, Ed. Praxis, México, 1994, Pág. 178
[4]Harris, Marvín, El desarrollo de la teoría antropológica, Ed. S. XXI, México, 1997. Pág. 38
[5]D´Holbach, P.H.T., Sisteme social, ou principes naturelles de la morale et de la politique, Londres, 1774
 
 
[6]Plejánov, G., (orig. 1898) El papel del individuo en la historia, Barcelona, Grijalbo, 1974
 
[7]Harris, Marvín, Cultural materialism, México, 1979
 
[8] Op. Cit. 1979
 
Hora  
  Pedro Ticas  
 
 

 
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