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19. Educación y Política: antropología de la comunidad campesina salvadoreña

 

 Educación y Política:
antropología de la comunidad campesina salvadoreña
 


 
 
La formación del Corredor Social
 
Definimos como Corredor Social todas aquellas formas de organización interna que se generan en las comunidades y que por su naturaleza social se intervinculan obligando a la interdependencia de lo ideológico, lo político y cultural, los cuales se fundamentan en la reproducción de sistemas de cargos civiles, políticos y religiosos. El Corredor Social contiene dos elementos fundamentales: 1) un sistema de redes inter/intra comunitarias que se generan a partir de la estructuración de pequeños núcleos de poder, algunos de ellos simbólicos y otros de tipo social, 2) un sistema en proceso de estructuración de resistencia social y de su espacio,  producto de la conformación de lideres que responden a sus propios valores ideológicos.
 
En el primer caso, la comunidad reconoce la importancia de la organización social, pero no la facilita, en buena medida, esto se debe al fenómeno histórico de los 600 años de sojuzgamiento y 12 años de guerra que todavía  pesan sobre cada una de las familias o sobre cada una de las personas que participan en el quehacer comunitario. Dicha condición de subordinación es importante porque a partir de la resistencia comunitaria a la organización social, los pequeños núcleos, sobre todo de jóvenes organizados, deben cumplir con una primera tarea de convencer a la colectividad y una segunda, de ser vinculo de articulación entre la unidad familiar, la comunidad y la sociedad externa, visto como sociedad externa todos aquellos agentes socioculturales, institucionales o económicos que se inserten en la localidad, por ello, pensar en los núcleos de trabajo comunitario implica la construcción de un grupo de poder que seguramente trascenderá las formas de organización tradicionales de los pobladores reagrupados por las circunstancias y organizados por la necesidad de legitimación social. Precisamente en función de la legitimación social, el sentido de la institucionalidad comunitaria requiere del reconocimiento colectivo, la acción, vigilancia y control de las mismas personas que participan en el ejercicio de este reconocimiento.
 
En el segundo caso, la resistencia comunitaria se establece a partir de la emergencia de líderes vinculados a una aparente actividad simbólica (proyectos de desarrollo comunitario, líderes políticos, promotores sociales, etc.) que les retribuye el reconocimiento comunitario. Ciertamente, el modelo de resistencia se va construyendo a partir del vínculo social y el espacio, de manera que cada comunidad construye sus formas de resistencia de acuerdo a su propia realidad y necesidad, por ello, en el caso de comunidades organizadas en directivas, asociaciones y otros, el espacio y lo social constituyen los elementos más importantes de su resistencia. En lo social, “está claro que los beneficios obtenidos de proyectos sociales convienen a la comunidad en dos sentidos: a) identificar su existencia y b) recibir un beneficio retributivo internamente para consolidar un sistema de valores y normas que medien entre el mundo exterior y el interno y equilibren los usos y costumbres generados o adoptados por los habitantes”[1]. Para lograr la identificación de su existencia, el territorio adquiere un valor importante, su función principal es consolidar un espacio tanto geográfico como ideológico ya que en virtud de lo ideológico, la comunidad se vulnera. A propósito de la vulnerabilidad contraída por la organización territorial, ésta puede explicarse por la composición plurisocial, pluriétnica y pluricultural de los grupos y familias asentadas en ese territorio. Si bien la mayoría de “unidades familiares convergen en el plano de la experiencia histórico-política, las nuevas demandas de la organización civil en los llamados estados “modernos” les impone nuevas reglas de medición territorio-familia”[2], esto es, una relación de carácter permanente y prospectiva del uso del territorio en donde el individuo o la familia adquieren niveles de identidad que rebasa su condición de subordinación y lo obligan a la actividad constante de su propio descubrimiento étnico.
 
Educación y Política
1)     La institucionalidad
Al principio apuntamos sobre la importancia institucional de lograr un vínculo entre los individuos y las entidades comunitarias. Al respecto habremos de señalar algunas consideraciones. En primer término entendemos como acciones institucionales aquellas en las cuales el receptor (individuo) alcanza niveles de identificación con el emisor (institución) facilitando formas sistemáticas de interrelación hasta alcanzar niveles de identidad sistémica, esto es, asimilar los principios filosóficos del emisor. Una vez establecido el nivel sistémico, el receptor asimila un estado de conciencia ideológica paulatina mediante la actividad constante que el emisor realiza con su entorno empírico y adopta en última instancia todas aquellas normas y conductas que se deriven del orden establecido por el sistema.  En segundo término, el elemento substancial de la institucionalidad aparece a través del estado de conciencia. La conciencia en este caso, no es más que un determinio de la acción, es decir, un proceso traslucido que se forma en la relación entre individuo-individuo y cuya tolerancia se logra por medio de la institucionalidad. Llegado este momento, el individuo representa la colectividad y los valores colectivos trascienden sobre los propios, ese es el momento cumbre que toda institución pretende alcanzar.
 
En el caso que nos ocupa, ciertamente se manifiestan compromisos individuales que no pasan de la forma reglamentaria de la actividad, misma que debe superarse en los términos antes planteados. El facilitador o agente sistémico debe insertarse a la actividad desde la aprobación colectiva que proporciona el grupo local en donde trabaja. Las razones son simples, en la medida que opera el reconocimiento del grupo hacia el individuo, los niveles de vinculación se aceleran en tanto la colectividad observa al individuo (facilitador) como agente institucional y por tanto como enlace indispensable entre la institucionalidad y sus acciones., por tanto, el cumplimiento del concepto de lo institucional y la institucionalidad dependerá de los mecanismos de identidad que el concepto alcance y en la cual el individuo se considere representado.
 
Ciertamente todas las actividades que los seres humanos realizamos comprenden una actividad privada, empero, el estado crea una sociedad civil que se contrapone en si misma por su carácter publico, de ahí la contradicción entre lo publico y lo privado.  Si el estado “moderno quisiera terminar con la impotencia de su administración se vería obligado a destruir las condiciones presentes de la vida privada. Y si el estado deseara terminar con esas condiciones de la vida privada, tendría que poner fin a su propia existencia, puesto que la razón de ser está en relación a los intereses privados”[3]. Siendo el estado en sí mismo una forma de institucionalidad de aparente organización de una sociedad civil libre de su actividad politica (ideología, producción, valores, etc.) significa que también el individuo constituye en sí mismo una forma de institucionalidad, la cual se alcanza en las formas, funciones, valores y normas que el individuo ocupa en la entidad en la que se desplaza.  En el marco del carácter privado que adquieren las acciones del individuo, la educación se expresa en dos dimensiones: a) el tipo institucional que el estado civil proporciona y b) el tipo simbólico-supraracional que el individuo reproduce de su propio estado de conciencia[4]. En el primer caso, desde su nacimiento, el individuo responde a las funciones determinadas por el estado. Su precondición económica, cultural, politica y social le determina su función durante toda su vida, salvo aquellos que por excepcionales circunstancias modifican su predeterminación funcional e incursionan en nuevos ámbitos alcanzados por formación académica o por su autodesarrollo económico. En lo académico, las distintas formas que el sistema educativo escolarizado y social ha experimentado durante toda su historia, se circunscriben al modelo unilineal de la evolución humana diseñada por las sociedades industrializadas y que hoy proponen como novedosas y avanzadas, tal es el caso de la educación por “competencias”, la cual responde a las nuevas necesidades de la reorganización mundial del trabajo. Desde luego que dicha “novedad” con más de 50 años de existencia, no resulta negativa en lo absoluto, sin embargo, en países dependientes como los nuestros son más las preguntas que las respuestas frente a dicho modelo, entre ellas, ¿cómo conciliar una sociedad civil que  en su sentido estricto no es una sociedad civil y por tanto no responde a los intereses particulares de la colectividad etárea, étnica y emergente?, en el mismo sentido ¿cómo equilibrar las demandas de la globalización tecnológica con el rezago de las formas productivas de la población campesina, indígena y urbana salvadoreña?, son tantas las preguntas que requiere un trabajo especial, sin embargo, el planteamiento teórico de la vinculación entre política, educación y lo campesino resulta imperativo para el caso salvadoreño debido a que casi el 60% del territorio nacional corresponde al área rural y en las llamadas áreas urbanas continúa reproduciéndose la cultura de lo rural. Por su parte, en el segundo caso, el tipo simbólico-supraracional se expresa en los estados de conciencia que el individuo alcanza y su representación institucional se logra mediante los simbolismos del reconocimiento, liderazgo  y prestigio público y privado de manera que la institucionalidad se manifiesta de forma  simbólica cuando los individuos asumen el cumplimiento de una función tanto para los satisfactores particulares como colectivos.  
 
2)    La organización comunitaria
La condición de líder.
Sin lugar a dudas que las comunidades han alcanzado niveles de organización supratemporales, es decir, más allá de lo que pudiera corresponder a su tiempo de conformación territorial. Posiblemente, estos niveles de organización se deban a que buena parte de la población ha heredado formas de organización practicadas durante el conflicto armado en este país, aunque no todas las personas de una misma comunidad proceden del mismo lugar,  todavía persisten formas simbólicas y étnicas básicas de la organización comunitaria, mismos que facilitan la interacción simbólica al interior de la comunidad. Al respecto es importante destacar que pese a las diferencias socioeconómicas que se presentan entre las familias de las comunidades, la integración a proyectos de bienestar comunitario constituyen el simbolismo mágico que sostiene las formas de organización a las que nos referimos. En esta lógica organizativa, distinguiremos dos tipos de líderes: 1) comunitarios y  2) coyunturales.
Líderes Comunitarios  son aquellos que poseen la sabiduría, la experiencia y la edad cronológica para asumir el cargo. Parece evidente que estos lideres se ocultan detrás del activismo social de las nuevas generaciones, entre ellos, los que ahora surgen como lideres coyunturales. Parece ser que cada líder comunitario posee su propio territorio, su propio espacio, esto significa una segmentación de poder al interior de las comunidades en su conjunto, lo que en próximos años puede convertirse en un problema de lucha por el control social (político, ideológico, cultural, económico, institucional) en las comunidades. Por su parte, los Líderes Coyunturales son aquellos surgidos durante el proceso de formación de las comunidades en su conjunto o su localidad. Como apuntamos anteriormente, la delimitación del espacio  se construye a través de núcleos habitacionales que confieren  elementos de poder al interior de toda la comunidad, en tal caso, los lideres comunitarios permiten que lideres coyunturales activen las condiciones necesarias para la formación de redes sociales que faciliten el intercambio de cosmovisiones locales con visión integral.
 
3)     La condición socioeconómica
Como sucede con la mayoría de comunidades rurales del país, su condición de pobreza esta asociada al movimiento  migratorio de su población la cual se encuentra desde hace 20 años en transición de  sociedad política a sociedad civil, es decir, de modificar sus propias normas, valores y reglas de organización social. Aunque en esencia su precariedad económica es producto de un sistema anacrónico del ordenamiento productivo y social del estado nacional, la relación migración-economía se construye a partir de un precepto económico. Se trata de campesinos que de alguna manera participaron en el conflicto armado y que ahora atienden labores agrícolas básicas para la subsistencia. Precisamente el constante movimiento migratorio, la inseguridad social, el poco arraigo a la tierra como su medio original de vida, entorno hostil, inseguridad en el devenir de sus nuevas generaciones, inexistencia de una tradición agrícola doméstica (economía campesina) y otros tantos, constituyen elementos predominantes que determinan su condición socioeconómica.
 
4)     Entorno, lenguaje y cultura social
Definitivamente el entorno al que se circunscriben las comunidades tiene impacto en el desarrollo de las mismas y fundamentalmente en su desarrollo sicológico, social, cultural y humano. Tal parece que la actividad económica principal (comercio) y secundaria (agricultura) no se reproduce culturalmente como sucede en la mayoría de las comunidades campesinas latinoamericanas, por el contrario, se preparan para incorporarse como fuerza de trabajo asalariada o convertirse en micro comerciantes individuales. Este nuevo concepto de vida genera cambios en su cultura desde niños, quienes son educados desde una concepción básica de la percepción del mundo y en su lenguaje aprenden formas lingüísticas que sus padres estructuran mediante el uso de códigos cerrados con el objetivo de garantizar a los menores el manejo de simbolismos nomotéticos de uso social. Hasta cierto punto, parece ser que la restricción del lenguaje constituye una de las formas y mecanismos de resistencia social en la que el grupo familiar y particularmente los padres, se aseguran la pertenencia propia y de los menores al grupo familiar. Desde lo perceptivo, la forma y contenido que los menores perciben el mundo, constituye el principio básico de su conducta sensoperceptiva, en este caso, los objetos, figuras, formas y otros tantos que comprenden una clara relación con el medio humano y material,  en síntesis, su lenguaje y cultura social se establece por:
1. La conformación de lenguaje simbólico y fonológico de uso común dirigido especialmente hacia la estructuración de un lenguaje codificado
2. Ordenamiento de un sistema de cargos orientado al fortalecimiento de REDES afecto-sociales
3. Ordenamiento de un sistema de normas y valores propicios para la defensa del territorio a partir de formas tradicionales de vida en su nivel familiar y comunitario
4. Fortalecimiento de sistemas endoculturales con cierta tolerancia a procesos de aculturación
5. Estratificación social y surgimiento de individuos, grupos y familias de poder a partir del activismo social y en algunos casos del poder adquisitivo
 
En resumen, pensar la Educación implica la articulación entre su carácter político que transfiere múltiples formas ideológicas a través de procesos endoculturales e institucionales y su función principal de generar conocimiento en todos los órdenes. No cabe duda que en este siglo, en Latinoamérica y fundamentalmente en este país, la Educación constituye una de las áreas con mayores contraposiciones tanto por sus contenidos teóricos, metodológicos, epistemológicos y empíricos como políticos.  Dichas contraposiciones revelan las enormes brechas entre las sociedades industrializadas y aquellas dependientes que no han logrado proponer sus propios modelos educativos  de acuerdo a sus realidades nacionales, peor aún, continúan predominando modelos que se traducen en la producción cultural de algunos grupos de poder a la usanza del siglo XVIII desde el concepto escolarizado de la “instrucción” del conocimiento, condición que la sumerge en la más antigua idea oscurantista de formar individuos “especializados” en distintas áreas, pero con serias deficiencias de calificación y competitividad en las mismas que dicho de otra manera se traduce en la formación de una amplia masa de “trabajadores capacitados” únicamente para ciertos procesos o etapas de la producción general tanto intelectual como material, reduciendo mucho más las posibilidades de sobrevivencia en el campo y la urbe debido a su carácter expulsor de fuerza de trabajo.
 

[1] Ticas, Pedro, “Economía, migración y narrativa campesina salvadoreña”, Ed. Utec, El Salvador, 1999. Pág. 86
[2] Ticas, Pedro, Op. Cit.
[3] Fabregas, Andrés, Antropología politica, Ed. Prisma, México, 1976. Pág. 31
[4] Ticas, Pedro, Antropología Educativa, Ed. CCC, México, 1995. Pág. 146
 
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  Pedro Ticas  
 
 

 
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