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Pedro Ticas  
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8. Medios de comunicación social: ¿violencia o lenguaje de la insuficiencia?

 

Medios de comunicación social:
¿Violencia o lenguaje de la insuficiencia?
 
 
Violencia y Medios.
 
En primer lugar, es indudable que hoy en día, la violencia política o social se convierte en verdadero insumo comercial de algunos medios de comunicación salvadoreños; pero también se hace violencia, cuando se obstaculiza la inteligencia, creatividad y las más elementales formas de expresión humana...no cabe duda que esa es una de las peores formas de violencia, la que se oculta en el atrevimiento de la ignorancia..[1] En su sentido más estricto, el concepto de violencia es predominantemente ideológico. Refiere un acto de orden psicológico, social y cultural en el que de acuerdo con el entorno histórico y temporal del individuo, la violencia se expresa de forma física y posiblemente incontrolable, en tal sentido, la violencia es la reproducción ideológica de quienes ejercen el control sobre el medio que forma y educa a los individuos[2]. En el orden teórico hay tres tipos de violencia: directa, latente y la inducida[3]. La primera se reconoce fácilmente porque se acompaña de la fuerza, agresión y estado de alterabilidad. La segunda queda en la posibilidad del uso de la fuerza que sólo en ocasiones se realiza. La tercera es quizás una de las peores formas de violencia porque llega a los individuos muy sutilmente sin que estos se percaten de su inducción a través de los Medios. Al respecto, esta violencia aparece generalmente en procesos políticos institucionales o sociales como el que actualmente vive El Salvador.
 
Definitivamente, los medios expresan la modernidad tecnológica y social de una sociedad, es decir, su formato, lenguaje y contenido ponen al descubierto el nivel de desarrollo de la misma; desde luego que tal nivel no es más que el reflejo de la conducta y cultura del grupo de poder que se reproduce en los grupos populares y medios del país. En materia de comunicación, la población esta dividida, por un lado, en grupos de referencia –líderes de opinión- y, por otro, en una masa pasiva. Pueden comprobarse nuevamente ahí, en la práctica, las teorías de persuasión por etapas, puestas a punto, dos décadas antes, por Lazarsfeld, Katz y sus colaboradores, acerca de los procesos de toma de decisión de los electores como compradores[4].
 
Los medios actúan como barqueros que permiten que los individuos tradicionales pongan el pie en la orilla del progreso. Los que ilustran muy bien esta concepción son los economistas de la modernización como Walt W. Rostow que aseguraba el crecimiento de las sociedades por etapas, mismas que al ser superadas progresivamente, llegaban a alcanzar el progreso, medido esencialmente, por el crecimiento del producto interno bruto pér capita. De esta teoría cuantitativa del desarrollo, se derivó un enfoque por índices del que se apoderaron alegremente los funcionarios de organismos internacionales como la UNESCOargumentando que sólo un país que contara con un 10% de su población residiendo en las ciudades, podía aspirar a despegar en el ámbito de la alfabetización. Así, sucesivamente clasificaron a los distintos países subdesarrollados por escalas. La correlación entre los índices se convirtió en la clave. La exposición a los medios, medida en función de los periódicos, del papel prensa, de los aparatos de radio, de las butacas de cine por habitante, se cruzaron con la renta pér capita, la tasa de analfabetismo, las tasas de urbanización y de industrialización. Esto dio origen a una estrategia de estándares mínimos. Para salir del subdesarrollo había que disponer, al menos, por cada cien habitantes, de diez ejemplares de periódicos, cinco aparatos de radio, dos televisores y dos butacas de cine[5]. Todos estos índices y correlaciones fueron ordenados por politólogos que obtuvieron modelos de desarrollo político. La urbanización se conjugaba con la alfabetización, la exposición al medio y la participación mediante el voto[6].
 
Eso que llaman “Comunicador”
 
En este país, mucho se habla sobre la función de los medios de comunicación y la importancia de su labor informativa, de hecho, es parte de su discurso cotidiano. Desde luego, la información es su razón de ser. En efecto, los medios de comunicación (especialmente la TV) tienen enorme responsabilidad frente a la formación de ideas (impacto ideológico), imágenes, símbolos y significados de los hechos que se emitan; por ello, su “función social” debe explicarse en dos componentes básicos: la forma y el contenido. Desde su forma, los acontecimientos (hechos sociales) constituyen el elemento técnico que vincula a los medios con la sociedad civil. En tal sentido, los hechos modifican su forma por la coyuntura en la que se expresan, es decir, de acuerdo a la actividad social en función, lo que pone en evidencia la fragilidad a la que esta sometido el discurso público que se presenta en los Medios. Desde su contenido, las imágenes, palabras o cualquiera de las formas de lenguaje utilizado, constituyen la esencia que llega a las masas, por ello, la función del “Comunicador” adquiere importancia, esto es, convertirse en mediador entre mensaje y receptor a través de la estructuración ética y cognitiva del discurso expuesto por el emisor. De ninguna manera, el “comunicador” debe asumir valores o subvalores del emisor, menos aún, establecer empatías, derivaciones o conclusiones del discurso, de hacerlo, pierde su carácter neutral, incidiendo en la conducta del público, aunque naturalmente, en sociedades maduras y con mayores niveles educativos, la opinión del “comunicador” es irrelevante.
 
La “formación de comunicador”
 
Desafortunadamente en la sociedad salvadoreña (principalmente los jóvenes) en su proceso de formación escolarizada, muy pocos reciben los elementos teóricos necesarios o básicos para formular sus propios análisis. La línea de pensamiento que reciben esta más enfocada hacia respuestas eventuales o coyunturales de los problemas sociales, que hacia el verdadero análisis de los mismos. Esta línea de pensamiento, característica de la escuela teórica anglosajona de la “conciencia colectiva”, deja en los estudiantes una visión superficial de los hechos y en muchos casos, conductas empáticas (crimen, violencia, etc) con los emisores de estos mensajes. En 1983, un estudio demostró que la TV era vista en un promedio de 49.5 horas por semana y que los jóvenes le han dedicado el doble de tiempo a la TV más que a la escuela; que han visto 150,000 escenas de violencia de las cuales 25,000 han sido asesinatos[7] A simple vista, los medios de comunicación irresponsables y la supuesta tecnología se han convertido en conductos apropiados para la generación de violencia. Con cifras como las anteriores, no es difícil explicar por qué en Estados Unidos la violencia aumenta cada día mas, convirtiéndose en verdadero modo de vida que se traduce en Cultura de la violencia y de la cual podemos dejar en el tintero la siguiente pregunta: ¿es la sociedad estadounidense un modelo a seguir?
 
La comunicación social sólo puede ser comprendida con el uso de un código común. Sin embargo, en el caso de los medios, aunque el código resulte de una imagen (TV) o palabra (prensa), es necesario y corresponde a las empresas, considerar que cada individuo hará una interpretación diferente de lo que observa; cabe entonces el enorme compromiso de los medios de comunicación masivos, el entendimiento que los mensajes, además de generar diferentes impactos culturales, constituyen en sí mismos un lenguaje ideológico. Por ejemplo, en el caso de la imagen, ésta se convierte en producción cultural que puede conducir a los individuos a diferentes manifestaciones y reacciones con valores sociales propios, o que dicha imagen provoque rupturas en el proceso de identidad nacional; en tal sentido, las imágenes de la comunicación de masas se transmiten en forma de textos culturales que contienen un mundo real o posible, incluyendo la propia imagen del espectador. Los textos revelan al lector, su propia imagen[8]
 
En el caso salvadoreño, algunas imágenes se presentan masivamente al estilo holliwoodesco. La presentación de imágenes de “impacto” social esta siendo utilizada como una de las herramientas simbólicas que más destacan para vender el producto. Ética y Cultura propia en las formas de hacer comunicación pasan a asegundo plano y se imponen los valores mercantiles del espectáculo dramático y por mucho, tendencioso.
 
Tal parece que algunos “comunicadores” deslumbrados por la “modernización” y la tecnología, olvidan el principio filosófico del lenguaje que contiene un fundamento humanístico en función de facilitar la intercomunicación humana para su propio desarrollo. Actualmente, en aquellas sociedades frágiles y débiles, la globalización tiende a minar la identificación entre cultura y nación; socava la cohesión de muchas comunidades vernáculas e impacta a las culturas endógenas. La globalización informativa y comunicativa expone al planeta a una experiencia continua de mestizajes y sincretismos culturales y, además, altera el ritmo y la orientación del intercambio comercial y financiero[9]. Precisamente el proceso de mestizaje cultural transmitido a través de los medios de comunicación debe exponerse mas allá de la simple información. El mestizaje se realiza utilizando instrumentos simbólicos, símbolos que la población receptora adopta o asimila de diferentes maneras, por ello, la información debe verse en su sentido más amplio, es decir, mas allá de las noticias sobre los hechos cotidianos.
 
En definitiva, desde el plano económico, la producción audiovisual estadounidense ejerce un poder desmedido en las creaciones artísticas latinoamericanas debido a que lo económico continua imponiéndose sobre lo cultural. Se importan modelos culturales y valores ajenos (películas violentas, programas de entretenimiento sin sentido, etc), contrariamente a conceder espacios a la inteligencia y a la creatividad sin violencia. En realidad la industria audiovisual nacional debe buscar su propia identidad en el marco del intercambio comercial. En 1988, la distribución de videos por país de origen era encabezado también por Estaos Unidos con una cantidad de 1505 títulos, es decir un porcentaje del 78.72% sobre el total de la producción mundial de videos. En ese mismo año, Argentina, Brasil y México sumaban apenas 124 títulos, es decir el 4.84% apenas por encima de Gran Bretaña con el 4.7%. En 1990, el origen de los programas importados por la televisión en América Latina, era encabezado por Estados Unidos con el 77%, mientras que la producción regional apenas alcanzaba el 12% (Cardoso, Firpi, 1997).
 

[1] Ticas, Pedro, socioantropología de la violencia: los genes y las teorías de la conducta heredada (criminología biológica), Co-Latino, El Salvador, Nov., 2001.
[2] Ticas, Pedro, CCC, México, 1993
[3] TJ, A., Antropología de la violencia, Ed. Taller Abierto, México, 1999
[4]Mattelart, A., La comunicación-Mundo, Ed. S. XXI, México, 1996
 
[5] UNESCO, Mass media in the Developing Countries, París, Paper núm. 33, 1961
[6] Mattelart, Armand, La comunicación-Mundo, Ed. S. XXI, México, 1996
[7] Ididem. Et.al. 84
[8] Vilches, 1986
[9] CEPAL, 1994
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  Pedro Ticas  
 
 

 
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