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Pedro Ticas  
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28. Día de Muertos: ¿Cuix ac nelly nemohua oa in tlaltipac?

 

 Día de Muertos: ¿Cuix ac nelly nemohua oa in tlaltipac?
¿Es que en verdad se vive aquí en la tierra? (Nezahualcoyotl)



Origen del día de los muertos
 

En términos generales, la región mesoamericana ( desde México hasta el norte de Nicaragua) presenta similitudes en sus tradiciones, usos y costumbres y particularmente, en su cosmovisión sobre la muerte. En las grandes civilizaciones Olmecas, Mayas, Mexicas, Nahuas, etc, la muerte ocupaba un lugar importante. Sin duda que los pueblos mesoamericanos creían que el espíritu humano era inmortal con lugares previamente asignados. Uno de esos lugares, quizás el más importante para los Nahuas o Mexicas se denominó Mictlán. A diferencia del cristianismo (cielo e infierno), al Mictlán van todos los muertos, no importa si en vida fueron buenos o malos, no hay clasificación. Sus formas de ascensión mágico-espiritual estaba determinada por su función en vida, por ejemplo, algunos de los muertos podrían convertirse en verdaderas deidades, tal es el caso de los guerreros muertos en combate que se convertían en dioses bajo la figura de aves de múltiples coloridos.
Sin duda que la figura del Mictlán trascendió la misma concepción magica de la vida. En realidad se trataba de dos mundos, es decir, el mundo de la vida y el mundo de la muerte (Mictlan), por ello es que para el pensamiento indígena, la muerte es simplemente un paso hacia otra forma de vida. Por ejemplo, el paso hacia el Mictlán no era fácil. Había que cruzar montañas, atravesar ríos, enfrentar peligros con animales salvajes, para superar dichos obstáculos, se dotaba a los muertos de las herramientas necesarias para su protección (cuchillos de obsidiana, suficiente comida, bebidas, atuendos, etc) que debían ofrendarse a los muertos.

El culto a los muertos en los Nahuas

Nacemos para morir. En el culto a la muerte, los antiguos Nahuas creían que la vida y la muerte constituyen una unidad, una misma conjunción de espíritus, de almas, por ello la muerte representa un camino hacia nuevas formas de vida mucho más completas. Morir significa perpetuar el espíritu en los demás. El alma de un gran guerrero, artesano, sacerdote o de cualquiera que halla ejercido una función de prestigio o poder en la sociedad, tenia como destino transmitir sus propias fortalezas a quienes quedaban en vida cumpliendo sus funciones.

La Religión
 
Con seguridad que explicar en este breve trabajo la diversidad y complejidad del mundo religioso de los Nahuas es sumamente imposible. Por ello, nos detendremos en una rápida revisión de dos componentes sustanciales de este mundo religioso: a) la concepción politeísta y b) el establecimiento de relaciones entre los hombres y los dioses a través de la realización de ceremonias1.
 
a) La concepción politeísta.
 
Desde la visión occidental española a partir de la llamada “evangelización”, mucho se ha menospreciado como “perversa o satánica” la concepción politeísta en la cosmovisión religiosa de las culturas mesoamericanas. Desde luego, estas acepciones únicamente responden a los intereses ideológicos de una religión incorporada a las culturas indígenas a través de la imposición y la violencia durante la etapa evangelizadora. Con frecuencia algunos “expertos en el tema”, incurren en apreciaciones pocos serias desde el punto de vista histórico al asociar la religión de estas culturas con el único y principal interés de prácticas “salvajes y de barbarie” al afirmar que “los nahuas –desde los aztecas, texcocanos, tlaxcaltecas, hasta los pipiles centroamericanos- recurrían al sacrificio humano y a la guerra por considerar que los dioses necesitaban de la sangre humana para alimentarse y para estar contentos y rechonchos....culturas sangrientas, culturas para la muerte”, y además agregan que “el enamoramiento de la muerte es un dato patente y patético entre los indígenas precolombinos, pero más patético y patente entre los nahuas”2. Esta afirmación no puede menos que mostrar una limitante teórica por demás superada hace más de cuarenta años.                                                                                                              
 
El politeísmo representó una práctica constante de las culturas mesoamericanas., sin embargo no puede juzgarse peyorativamente esta creencia. Por ejemplo, el uso de símbolos animales (tótem) que consiste en la representación animal del ser humano, tiene como propósito identificar armonía necesaria con la naturaleza. Quizás sean muchas las formas de explicar el mundo mágico de las deidades representadas en animales, pero también cabe hacernos algunas preguntas: ¿podría el simbolismo mágico del Jaguar, la Serpiente, el Colibrí y otros, una manera de conservar los recursos naturales para asegurar la sobrevivencia humana?, independientemente de cualquier significado, lo que parece evidente es que las culturas mesoamericanas lograron establecer un equilibrio entre recursos naturales, crecimiento y desarrollo humano durante siglos a través del uso simbólico de sus diferentes deidades, por ello, una muchedumbre de dioses desde los etéreos o invisibles a los de forma material, humana o animal, explica la existencia del mundo, su creación y la naturaleza de sus distintas manifestaciones3
 
La penetración e imposición del cristianismo obligó a las culturas indígenas a romper la comunicación mágica e ideológica alcanzada con sus deidades en mitos y rituales, no obstante, la incorporación de un nuevo tipo de deidad a su mundo sobrenatural no significó mayor problema ni conflicto, ya que la creencia es básicamente un acto ideológico de fe, de tal manera que si para el cristianismo una misma deidad puede cumplir diferentes funciones, ¿cuál es la diferencia en delimitar una sola función para cada deidad?. De igual manera podríamos preguntarnos: ¿acaso la idea de sacrificio, sufrimiento y resignación impuesta por el cristianismo no es una idea similar al sacrificio practicadopor los pueblos mesoamericanos en momentos de guerra y ofrendas humanas?. En el mismo sentido, durante el proceso de “conquista” y “evangelización”, la imposición de la cruz por medio de la espada en contra de indígenas ¿no es acaso un acto de salvajismo, barbarie y dominación?
 
Como todos sabemos, en menos de un siglo, el llamado “desarrollo y progreso” humano a la usanza de la “civilización occidental”, ha acabado con la mayoría de recursos naturales y extinguido miles de vidas humanas. Dos guerras mundiales, pestes, hambre, violencia, agotamiento del ecosistema, deforestación, contaminación y deshumanización, son el resultado de formas ideológicas contrapuestas tanto en el plano ideológico como religioso. 
 
b)  las relaciones entre los hombres y los dioses a través de las ceremonias
 
La ceremonia es en sí misma el acto mágico que une a los seres humanos con lo sobrenatural. Este vínculo responde a la necesidad constante de interactuar con lo que está más allá de las posibilidades de comprensión del cerebro humano. En definitiva, tanto individuos como grupos o colectividades, están siempre ligados a un acto ritual para satisfacer sus necesidades y ansiedades de orden ideológico-religioso. Apenas existe actividad humana que no requiera su ritual correspondiente, la compleja serie de ceremonias que exige la participación de grupos numerosos de gente y el empleo de recursos materiales considerables, no sólo relacionan a los hombres con los dioses, sino que constituye una parte importante del sistema de relaciones sociales que liga a los hombres entre sí.4
 
 
 
El lugar de los muertos
 
Comencemos por señalar que la concepción indígena sobre la muerte difiere sustancialmente de la visión cristiana. El indígena convive con la muerte, se relaciona con ella, no le teme, por el contrario, la acepta y respeta como parte del ciclo de la misma naturaleza. Para el cristianismo, los muertos van a destinos diferentes. Los niños no bautizados van al limbo, las almas que necesitan purgar sus pecados van al purgatorio, las almas puras y limpias pueden ir directamente al cielo y finalmente el infierno es la morada de las almas pecadoras, lugar simbólico de castigo para los pecadores. De acuerdo a los católicos, las postrimerías del hombre son cuatro: muerte, juicio, infierno y gloria. Cabe señalar que de acuerdo a su cosmovisión, el infierno puede vivirlo aquí en la tierra las almas que no desarrollen buenos actos.5
 
Indistintamente del destino final de los muertos y de las circunstancias de la muerte, ésta aparece relacionada con el dolor, sufrimiento, temor y resignación asociada a la voluntad de dios, es decir que los individuos dejan a voluntad de una deidad el destino de los seres humanos. Contrariamente al manejo natural que los grupos indígenas hacen de la muerte en donde el espíritu tiene la posibilidad de transformación simbólica; en el cristianismo el ciclo mágico de esa relación supraracional con las deidades se cierra y finaliza; mientras el alma (espíritu) de un muerto queda únicamente en el recuerdo de sus seres queridos. Desde la doctrina fundamentalista, la iglesia cristiana evangélica considera la existencia de dos destinos: el cielo y el infierno. Dos destinos totalmente opuestos que suponen la existencia del reino del bien y del mal, de tal manera que cada individuo decide su función en la tierra.6
 
Por su parte, para los indígenas mesoamericanos, cada muerto tenia su propio lugar de destino. El destino estaba conectado con la forma en que moría, de manera que la circunstancia de la muerte era predestinada por el dios que correspondía. Para llegar a su lugar de destino debían recorrer mucho camino, etapas o niveles de ascensión. Por ejemplo, en el caso de individuos que morían de forma natural o por enfermedad, iban al Mictlan (lugar de los muertos) regido por los dioses Mictlanteuctli y su mujer Mictecacihuatl. En el caso de quienes morían ahogados, quemados por un rayo o por otras enfermedades causadas por los dioses del agua o la lluvia, tenían como destino el Tlalocan. El Tlalocan fue comparado por los españoles con el paraíso terrenal, era un jardín abundoso de aguas y lleno de toda suerte de flores y mantenimientos7. Entre los dioses más cercanos a Tlaloc podemos mencionar a su mujer Chalchiuhtlicue (nahuas de jade), su hermana Huixtochuatl (diosas del agua salada y de la sal) y finalmente, los niños que morían en la infancia iban al Tonacacuahtitlan (árbol de los mantenimientos)8
 

1 Leander, Birgitta, Herencia cultural del mundo nahuatl, SEP-SETENTAS Diana, México, 1980. Pág. 63
2 Rodríguez Díaz, Rafael, Temas salvadoreños, UCA Editores,El Salvador, 1992. Pág. 152
3 Carrasco, Pedro, Historia General de México, El Colegio de México, México, 1987. Pág. 237
4 Idem.
5 Entrevista Profesora Lilian Arévalo, Miembro Iglesia Católica de San Sebastián, Ayutuxtepeque.
6 Entrevista Lic. Miguel Meléndez, miembro iglesia cristiana evangélica, El Salvador.
7 L., Birgitta, Herencia cultural del mundo nahuatl, El Colegio de México, México, 1980. Pág.250
8 Ibid. Pág. 251
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  Pedro Ticas  
 
 

 
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