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Pedro Ticas |
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30. El Salvador: de la desnutrición a la hambruna (Educación y agricultura) |
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El Salvador: de la desnutrición a la hambruna
(Educación y agricultura)
Educación y Agricultura
Hoy en el marco del llamado “El Salvador moderno con alcances tecnológicos, financieros y humanos” inigualables en Centroamérica, el Programa Mundial de Alimentos (PMA) de Naciones Unidas, señala que El Salvador, al igual que una lista de casi 16 países africanos se encuentra en peligro de enfrentar una difícil e inevitable hambruna, condición eterna de un alto porcentaje de la población de este país debido a que “la desnutrición crónica o retardo del crecimiento sigue siendo muy elevado y en El Salvador afecta a más del 20 por ciento de los menores de cinco años. En cambio, Costa Rica se ubica en el polo opuesto, entre los tres países con valores cercanos o inferiores al 5%”[1].En el mismo sentido, el serio problema de la desnutrición se explica por razones históricas y constituyen el “reflejo de la historia nutricional del país que ha afectado la salud, educación y producción de toda su población"[2]. Precisamente, al respecto de la cultura alimenticia heredada de la Colonia “lo que diaria e invariablemente come cada salvadoreño como consecuencia de esa cultura heredada (incluyendo empresarios, sectores medios altos y otros) puede resumirse de la siguiente manera: Desayuno: frijoles, huevo, plátanos, crema, pan, café; Almuerzo: sopa de frijoles, pollo, ensalada, tortillas, arroz; Cena: frijoles, huevo, queso, y muy eventualmente, otro tipo de alimento, incluso los mismos comedores tales como Biguest, Donuts, y otros pensados para sectores económicos “medios” , ofrecen los mismos alimentos diariamente, por tanto, mientras los llamados platillos típicos tales como pupusas, chuco, nuegados, chilate, empanadas y otros similares continúen siendo el alimento principal de la población salvadoreña y no se substituyan por verdaderos alimentos, las familias continuarán presentado un problema crónico de desnutrición que naturalmente se traduce en deficiencia educativa ( enseñanza-aprendizaje) y demás derivaciones; en tales condiciones, se vislumbran muy pocas esperanzas para los países tercermundistas, subdesarrollados y ahora llamados en vías de desarrollo a los cuales sólo les cambian nombre siendo tratados como tales, como cosas. Por ello, el Banco Mundial se apresura a establecer clasificaciones de países “aptos” y “no aptos” de manera que, de nueva cuenta, aunque matizada, la teoría Darviniana de la “sobrevivencia del más apto” resurge en el destino de las naciones dependientes. Basta con mencionar algunas de las premisas establecidas por esa entidad:
1. el progreso social y económico se logra primordialmente mediante el desarrollo y aplicación del conocimiento
2. los países en desarrollo y transición corren el riesgo de marginarse aún más de la economía mundial altamente competitiva debido a que sus sistemas de educación terciaria no están lo suficientemente preparados para capitalizar la creación y utilización del conocimiento
3. los lineamientos para los países de bajos ingresos consisten en: a) construir la capacidad para mejorar y administrar los sistemas de educaron básica y secundaria………[3]
Bajo estas condiciones, el Banco define claramente su política. Primero, señala que sólo aquellas sociedades productoras de conocimiento alcanzarán un sitio digno en la economía mundial. Segundo, en el caso de aquellos países que les denominan en “transición”, que por cierto ya les dura más de 500 años, condenados históricamente a la marginación económica, ahora se agrava su situación debido a su excesiva ignorancia e incapacidad administrativa estatal y privada. Si la lectura es correcta, el irrespeto no puede ser menos, quizás el mundo occidental ha olvidado que cuando los Mayas ya observaban los astros y habían desarrollado un complejo sistema de organización social, agrícola, económico, lingüístico, cultural y científico, buena parte de los pueblos occidentales todavía vivían en cuevas sobreviviendo de la recolección de frutos, la caza y la pesca, en tal sentido, si la historia fuese narrada por sus actores, habría que incluir los innumerables aportes científicos de las culturas mesoamericanas y discutir con más propiedad qué significa conocimiento y desarrollo.
Pero en el caso que nos ocupa, aunado al problema de la desnutrición se suma el problema agrícola. En Centroamérica las tierras de cultivo per cápita alcanzan el 0,28 hectáreas, en Norteamérica se impone el 0,74; América del Sur el 0,35; Europa Meridional 0,31; el Caribe 0,32 y Europa Oriental el 0,68[4], mientras la cantidad mínima de tierra necesaria para una dieta vegetariana de una persona sin utilizar ningún agregado químico artificial es 0,07 hectárea[5], condición que desde luego no se cumple en las realidades latinoamericanas y menos aún en la salvadoreña. Sin duda que uno de los grandes problemas para el cultivo tiene que ver con el riego, sin embargo, dicho problema es circunstancial, es decir, depende de la realidad de cada país. “Si bien sólo el 17% de todas las tierras de cultivo tienen riego, esas tierras producen un tercio del total mundial de suministros alimentarios, menos de la mitad de toda el agua utilizada para riego llega a cumplir su función, el resto se filtra al escurrirse por canales o se evapora antes de llegar a los campos”[6], lo que pone en evidencia que dichos sistemas de riego no se traducen necesariamente en aumento de producción y menos aún, en convertirse en la condición indispensable para producir la tierra. Del mismo modo, de 15 cultivos que proporcionan el 90% del consumo de energía alimentaria, -tres arroz-trigo y maíz- son los alimentos fundamentales de 4,000[7]millones de personas.
La lucha entre tecnología y alimentación
Parece muy claro que en este siglo, en algunos países pobres, el deslumbramiento por la tecnología occidental se enfrentará a sus incipientes y escasos recursos de producción agrícola. Como siempre ha sucedido, desde la distribución internacional del trabajo después de la segunda guerra mundial, los países pobres de Latinoamérica han sido sometidos a intercambiar sus escasos recursos naturales por maquinaria industrial obsoleta que por muy moderna que parezca, siempre ha servido únicamente para el fortalecimiento de pequeños capitales individuales con muy poco impacto en producciones nacionales. Esta historia de la agricultura nos conduce a suponer que en este siglo, las formas de dominio de los países industrializados sobre los pobres ha incluido la dependencia alimentaria, se trata del control absoluto sobre las formas de alimentación mundial, las cuales, al amparo de supuestas dificultades macroeconómicas y naturales (recesiones, valor del dinero, improductividad, petróleo, deterioro ambiental y otros) se justifican las actuales y venideras carencias e imposibilidades de alimentar al mundo, particularmente a los países que regocijan su eterna dependencia y sufrimiento. En el marco de esta dependencia el mundo tecnológico se impone mediante el mercado de servicios, la mercadotecnia y venta de ilusiones que conjuntamente constituyen la más simple administración de los beneficios sociales, es decir que la productividad ha sido sustituida por la especulación de valores mercantiles en los cuales, el alimento deja de ser producto básico de subsistencia y se convierten en formas más acabada de dominio y supeditación. En países de economías agrícolas de subsistencia como El Salvador, las discusiones más recurrentes (sobre todo en períodos electorales) han sido los problemas referidos a la agricultura. Tal parece que en pleno siglo XXI, la discusión continúa abordándose a la usanza del siglo XVIII y XIX. Soluciones inmediatistas y simplistas tales como apoyo a la Banca para generar créditos agrícolas, insistencia en capitalización tecnológica agroindustrial, almacenamiento de granos y otra serie de propuestas a la usanza de las grandes haciendas del siglo XVIII, ponen en evidencia la débil e insensata política estatal salvadoreña. No cabe duda que tales créditos bancarios y la inversión de capital fijo (tecnológico) en el campo beneficia capitales individuales que en nada o muy poco se traducen en beneficio nacional, por ello conviene reflexionar sobre las dimensiones y proporciones de la política agraria nacional.
¿Existe una estructura agraria nacional?. El siglo pasado se caracterizó por la conformación de un sector social propietario de la tierra y del trabajo sobre ésta. Con el nacimiento de la burguesía rural, se rompen métodos de trabajo agrícola tradicional y formas antiguas de propiedad comunal y ejidataria, creando modelos productivos que se mantienen hasta la fecha. Se trata entonces, de la organización productiva agrícola basada en el simple reparto de la tierra, de hecho, todavía están sujetos a revisión técnica y política algunos elementos propios de toda estructura agraria tales como 1) Tipo y Forma de tenencia: Alquiler, Préstamo, Propiedad, Concesión, 2) Tipos y Usos de la tierra: Agricultura, Ganadería, Pasto, 3) Clasificación: Reposo, Paisajes Naturales, Arenosas, Costeras, Planicies, Bosques, Fértiles, Rústicas, Reservas ecologías, Valles, Asentamientos Irregulares y Regulares, 4) Los Recursos Naturales: Ríos, Lagos, Ojos de Agua, Afluentes, Vertientes, Depósitos, Lagunas, Lluvia, Volcanes, Montañas, Recursos Forestales renovables y No renovables, Selvas, 5) Distribución y Utilización: Distribución territorial de la tierra, Forma de tenencia de la tierra, Tierra utilizada para la Producción y tierra Ociosa, 6) Distribución y División de la producción: Agrícola, Ganadera, Industria Individual, Familia Grupo o Comunidad[8]. En "1816, fecha de promulgación del decreto de expropiación de ejidos y tierras para uso comunal"[9] y el surgimiento de latifundios, tanto indígenas como campesinos pasan del cultivo comunitario a economías de subsistencia familiar. Poco tiempo después la burguesía inicia sus exportaciones de café y la fuerza de trabajo indígena y campesina es desalojada y obligada a emplearse como asalariada. Sin duda que esta nueva condición asalariada impactó en su organización productiva tradicional obligándolos a reducir su volumen de producción y en el peor de los casos a vender o abandonar su tierra, mientras el sector terrateniente aumentó sus propiedades obstaculizando la productividad y la diversificación de la economía.
Con justo mérito, uno de los grandes aportes de Adam Smith consiste en haber señalado cómo la renta del suelo del capital invertido en la producción agrícola, se halla determinado por la renta del suelo que arroja el capital invertido en la producción del medio alimenticio, por ello, en el caso de la propiedad territorial, ésta presupone el monopolio de individuos que obtienen el derecho sobre determinadas porciones de tierra como espacios propios de su voluntad privada, en tal sentido, por sí solo, el poder jurídico que permite a estos individuos usar y abusar de la tierra no resuelve nada, el uso de este poder depende totalmente de condiciones económicas independientes de su voluntad. Sin embargo, con este propósito, el régimen de producción capitalista crea la propiedad territorial al someter la agricultura a las condiciones del capital industrial y/o tecnológico, con lo que la propiedad feudal de la tierra y la pequeña propiedad campesina se suman a dichas condiciones, independientemente de que sus formas jurídicas puedan diferir. Pese a la extremada dependencia de la agricultura respecto de la industria, habrá que reconocer que uno de los grandes resultados del régimen capitalista consiste precisamente en convertir la agricultura en un procedimiento puramente empírico de la parte más rudimentaria de la sociedad, procedimiento que se transmite de generación a generación[10]. En definitiva, cualquiera que sea su forma, todos los tipos de renta coinciden en que la apropiación de la renta es la forma económica en que se realiza la propiedad territorial, misma que en la renta del suelo presupone la propiedad territorial, en tal sentido, el valor económico de la propiedad territorial y el desarrollo de la renta del suelo revelan que su cuantía no depende en absoluto de la intervención personal de quien la recibe, sino del desarrollo del trabajo social.
La banca y la agricultura.
En este país, la transformación del capital agrícola en industrial y actualmente de financiero en tecnológico ha provocado desequilibrios de ordenamiento de la economía nacional, sobre todo en este sistema económico que pese a la lucha entre el capital internacional y el finquero nacional, la llamada “era tecnológica”, aún continúa siendo una economía agrícola doméstica. Aquí y ahora, la banca interviene otorgando créditos a campesinos productores con muy pocos resultados. Como es de esperarse, los créditos otorgados tienen como propósito elevar el valor de la tierra y obtener mayores ganancias con el objetivo de revender o arrendar la tierra para nuevos usos y destinos. En El Salvador,la producción agrícola depende substancialmente del capital invertido, mismo que únicamente tiene sentido con la existencia de un sistema agrícola nacional; pero ¿existe en El Salvador un sistema agrícola nacional?. Es evidente que la política agrícola está diseñada para modificar el uso de la tierra, suspender o minimizar la producción agrícola y abrir paso a la rentabilidad comercial. Al respecto de los créditos bancarios para la producción agrícola, comencemos por señalar que la cuota de interés depende de: a) la cuota de ganancia y b) de la relación con arreglo a la cual se distribuye la ganancia total entre prestamistas y prestatarios. En tal sentido, "lo que se paga en concepto de interés por el uso de lo que se recibe en préstamo constituye una parte de la ganancia que lo prestado es capaz de producir", aunque esta relación se circunscribe al acuerdo entre banqueros e industriales, también existe (de acuerdo al desarrollo de cada país) una tendencia a reducir las tasas de interés completamente al margen de las variaciones de la cuota de ganancia debido entre otras cosas, al sistema de créditos en los que intervienen banqueros, industriales y comerciantes que puedan disponer de los ahorros en dinero (renta en dinero) proporcionados por la sociedad en su conjunto. Una vez generada esta condición, la cuota media de interés se calcula estableciendo la media del tiempo de interés a través de los cambios sucedidos en los ciclos industriales, de igual forma, mediante el tipo de interés fijado en inversiones sobre capital prestado a largo plazo. Finalmente, debemos recordar que el capital bancario esta conformado por: 1o.) dinero contante (oro, billetes) y 2o.) títulos y valores (valores comerciales, letras de cambio que no se han pagado en cuyo caso el descuento representa el verdadero negocio del banquero, valores públicos); títulos de la deuda pública, certificados del tesoro, acciones de toda índole, es decir, valores que rinden interés pero que se distinguen esencialmente de las letras de cambio[11].
Consideraciones teóricas al problema agrícola.
La población salvadoreña se encuentra en una etapa de transición social. Se trata del paso de sociedad civil a convertirse en "estado civil" que reúna y promueva las características propias de una sociedad civil dinámica y exigente de sí misma que resuelva sus múltiples conflictos y problemas, entre ellos, la producción agrícola. Sobre este punto ofrecemos un esbozo del diseño que sugerimos como Plan de Políticas Económicas Agrícolas para el Desarrollo Nacional – PEADEN, mismo que planteamos en contraposición a la idea de ejecutar diseños económicos macros que no son otra cosa más que discurso político que la historia y realidad salvadoreña no está en condiciones de realizar.
EL PEADEN
Sin duda que el problema agrario tiene distintos enfoques. En materia agrícola, desde 1860 el uso intensivo de la tierra y la producción de tres productos básicos (café, azúcar y algodón) modificaron las condiciones generales de la tierra (fertilidad natural) provocando al menos tres impactos a largo plazo: 1) baja competitividad y calidad (tanto en el mercado interno como externo) , 2) desvalorización del capital social invertido y 3) descapitalización del campo y su deficiente aprovechamiento. En el ámbito sociopolítico, algunos “analistas” afirman que uno de los principales problemas de la producción agrícola se origina en la "No propiedad de la tierra" de quienes la trabajan directamente; sin embargo, lo cierto es que un repaso histórico del proceso de producción agrícola, de la formación de los sectores sociales y de los recursos naturales y área geográfica con que cuenta El Salvador a partir de la Independencia y la formación de la República, nos indican que el principal problema consiste en la falta de oportunidad del campesino de utilizar la tierra para producirla. Desde este supuesto teórico que incluye el análisis sobre la inadecuada utilización y distribución de la tierra, parece absurdo insistir en tecnologías de producción altamente desarrolladas y costosas que únicamente generarían mayor dependencia de jornaleros agrícolas, que pasarían a convertirse entre otras cosas, en asalariados industriales, nivel para el que NO están preparados; por supuesto, que es urgente capitalizar el campo con industria, recursos humanos y financieros, pero la capitalización debe realizarse de manera gradual que permita la asimilación del desarrollo industrial, la capacitación de su fuerza de trabajo y la creación de mercados nacionales e internacionales que generen valores más cercanos a los costos de producción agrícola nacional desde la producción individual y familiar. Precisamente el tema de la producción individual y familiar constituye el fundamento de nuestras consideraciones. Si bien es cierto que El Salvador no cuenta con los mejores y diversos recursos naturales, eso se debe a la intensa explotación, apropiación indebida, pensamiento hacendario anacrónico y generación de micro-feudos que han rezagado en 200 años el modelo de desarrollo agroindustrial de este país. Frente a ello, las micro unidades campesinas han sido forzadas al trabajo de eventuales, circunstanciales y por demás, desordenadas formas productivas en las cuales han abaratado el valor de su producto y su fuerza de trabajo. Aún, siendo un país pequeño, si las políticas y organización agraria representaran los intereses de la nación, las posibilidades de intercambio, autoabastecimiento y exportación de productos pudiese funcionar con mayor desarrollo y el equilibrio del mercado interno permitiría una ganancia media más social que individual, es decir, las pequeñas unidades productoras generarían los alimentos básicos para su subsistencia y el intercambio de productos modificaría la dieta alimenticia logrando mejores niveles de salud y calidad de vida. Dicho de otra manera, no se requiere de grandes estrategias de producción agrícola para alimentar a este pueblo, no son recetas macro-productivas y de experimentación las que solucionaran el problema de la grave desnutrición y ahora hambruna de este país, quizás, las soluciones imperativas implican, educar, pensar, actuar y responder a la nación. Ahora presentamos el diseño conceptual del intervínculo y las relaciones intercomunitarias. En la segunda parte, detallaremos cada uno de sus componentes.
[1] CEPAL, Centro de Prensa, 11 de abril de 2006
[2] PMA-CEPAL, El Costo del Hambre, impacto social y económico de la desnutrición infantil en El Salvador", 2004
[3] Ticas, Pedro, Impacto del TLC en Educación Superior: ¿existe un futuro para El Salvador en este siglo?, Co-Latino, septiembre, 2005. Pág. 12
[4] FNUAP, El estado de la población mundial 2001, Pág. 12
[8] Ticas, Pedro, El problema de la producción agrícola salvadoreña, Ed. Praxis, México, 1994. Pág. 174
[10] Johnston, James F.W., Notes on North America Agricultural, Economical and Social III, 575s., 622, 623.
[11] Marx, K. El capital, Ed. Fondo de Cultura Económica, México, 1985.
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