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22. Microempresa y Comercio de la Calle: ¿Alternativas económicas para El Salvador del siglo XXI ? II. Parte

 

 
 Microempresa y Comercio de la Calle:
¿Alternativas económicas para El Salvador del siglo XXI ?
II. Parte
 
En la Primera Parte de este artículo que este periódico me hizo favor de publicar recientemente, señalé algunos aspectos culturales que me parecen importantes para comprender la conducta organizativa económica de la población salvadoreña, particularmente de las pequeñas unidades expresadas de manera familiar e individual. Ciertamente, la práctica de la actividad económica micro no es nueva. Veinticinco años de experiencia y constituir la principal fuente para la ocupación laboral (602,384[1]) fundamentan su condición de sector predominante en la dinámica comercial nacional, en tal sentido, resulta imperativo definir una Política Pública dirigida a pensar la Microempresa como Proyecto de Nación para este siglo.
 
Desde luego que pensar la MICROEMPRESA como Proyecto de Nación significa conceder y diseñar el marco sociocultural y jurídico que dichas formas económicas deben poseer. La microempresa adquiere ciertas características propias. En el caso salvadoreño, están orientadas hacia el comercio rápido y la baja producción o elaboración de productos de uso doméstico, semi-industrial (agricultura y talleres) y en otras áreas que no requieren mayor determinio económico. Pese a la importancia que dichas unidades económicas representan, uno, o quizás el más importante de sus problemas es de ORDEN JURÍDICO. Quienes se incorporan laboralmente en la llamada “economía informal mercantil” carecen de marco jurídico que les respalde y reconozca una participación significativa en todo el proceso capitalista, de hecho, el modelo capitalista imperante desvía el principal problema del comercio de la calle hacia la lucha por el espacio físico. En el fondo, la decisión política de no reconocer su condición formal en el modelo económico se deriva de no aceptar los derechos que el comercio de la calle debe poseer, dicho de otra manera, no se reconoce el sentido institucional de estos comerciantes a partir de su legalidad jurídica y su participación en la vida económica. Dichas premisas expuestas, nos conducen a suponer que en los próximos años, el modelo económico comercial de la calle será orientado hacia la ocupación de espacios en las localidades municipales, esto se debe a la fuerte carga económica, la equivocada distribución y uso del espacio y la sobreacumulación de mercancías originada por la concentración del mercado que el Estado salvadoreño ha permitido durante más de 25 años. La necesidad de comenzar a desconcentrar y descapitalizar dicha actividad comercial parece imperativa; pero este es un tema del que nos ocuparemos con más detalle en otro trabajo.
 
Por otra parte, sin lugar a dudas, en el caso centroamericano, la similitud entre estas pequeñas economías nacionales así como sus coincidencias históricas, les obligan a implementar modelos similares de desarrollo comercial. Pero las asimetrías con el resto de países latinoamericanos les coloca en gran desventaja en el marco de la globalización económica, cultural y educativa, sobre todo con relación a los volúmenes de capital que se invierten en esas economías. Por ejemplo, hasta iniciado el siglo XXI en América Latina figuraban 200 empresas exportadoras como las más importantes. México es hegemónico en la lista con 82, Brasil ocupa el segundo lugar con 56, seguido de Colombia y Argentina con 17 cada uno, Chile con 13, Perú y Venezuela con 5 cada uno, Ecuador con 3 y Paraguay y Bolivia con una cada uno.[2] Centroamérica no figura en dicha lista. En el mismo período destacan 100 bancos como los más importantes en América Latina. Brasil es hegemónico con 42 de los 100 principales bancos latinoamericanos. De manera sorprendente México, la segunda economía latinoamericana sólo figura con 11 bancos por debajo de Argentina (16) y Chile (13) que son la tercera y la quinta economías latinoamericanas en el tamaño. Colombia figura con 8 bancos, Venezuela con 3 y Perú y Panamá completan la lista con 4 y 3 bancos respectivamente.[3] Ningún banco centroamericano figura en dicha lista, de tal manera que todo indica que la unificación centroamericana no es optativa, es una condición impostergable para la sobrevivencia de múltiples naciones y de las formas de comercio que en ellas se están realizando.  
 
El comercio en el Centro Histórico: el punto nacional de partida. 
 
Si bien es cierto que en El Salvador algunos Tratados (según su contenido y forma) pondrían en riesgo la competencia de pequeños y medianos comerciantes, esto se debe al arrastre histórico marginal a que han sido sometidos y no al Tratado mismo. Por su mismo carácter, los mercados internacionales traen consigo la libre competencia, pero también ( con políticas de apoyo gubernamentales), la posibilidad de capitalizar individual o colectivamente cualquiera de las formas en las que se participa, es decir que la competencia se intensifica, pero las formas de competir se diversifican. Si los Tratados se negocian con atención e interés en lo nacional, éste puede facilitar que pequeños productores, comerciantes y unidades domésticas campesinas puedan acceder a un mercado de abastecimiento y venta más amplio, adquirir créditos más justos, diversificar y/o alternar su inserción en el mercado local, regional, departamental o nacional. Históricamente, en este país, la participación económica de pequeños y medianos comerciantes ha consistido en el intermediarismo entre capitales individuales, esto ha significado la circulación rápida de productos y en consecuencia, del dinero con el que se pagan dichas mercancías. Dada la cultura nacional del comportamiento económico y contrariamente a lo que sucede en algunas formas de comercio, en el caso salvadoreño ese intermediarismo ha hecho posible que comerciantes de establecimientos, puestos fijos o semifijos y el llamado comercio informal, puedan vender sus productos, esto incluye el sector de la microempresa en sus distintas formas: productiva, comercial o intermediaria.
En el caso salvadoreño, la histórica concentración de capital monetario y de bienes, dificulta el proceso. Para el caso, tanto comerciantes como micro-productores se enfrentan a competencias con similares mexicanos o estadounidenses que en buena medida ya poseen experiencia y recursos tecnológicos de mayores proporciones y aunque esta barrera puede ser superada con el tiempo, el principal obstáculo radica en la precaria organización productiva y mercantil nacional, condición que obliga a rediseñar e implementar un nuevo modelo económico nacional que garantice mayor participación del capital social. Mientras tanto, ¿Quiénes soportarán el peso del nuevo modelo?. Uno de los grandes problemas del modelo actual se expresa en la pequeña masa que conforma el Sector Medio de la sociedad, en cambio, en países en donde este sector es amplio, las posibilidades de crecimiento comercial ofrecen mayores ventajas a la inversión nacional y extranjera, sobre todo porque la capa media se convierte en la garantía económica de la reproducción comercial y productiva.
 
Aquí y ahora, la situación es distinta. El sector medio de la sociedad salvadoreña (medido en nivel de ingreso económico familiar porque todavía no existe un estudio serio que la defina), está conformado por un pequeño grupo de habitantes entre los que se distinguen profesionistas, pequeños comerciantes y pequeños empresarios que en términos generales, no logran generar suficiente capital ni excedente que posibilite un mercado de trabajo para los sectores populares, por ello, en caso que se diseñe una política económica inteligente del Tratado de Libre Comercio, éste no debe ser visto como un peligro, sino por el contrario, como una posible y atinada obligación para cambiar las formas económicas arcaicas de concentración de capital que de forma imperativa obliguen a modificar la conducta ideológica, social y cultural de los grupos con mayor poder. 
 
La cultura comercial en el Centro Histórico
 
Según estimaciones de la Alcaldía de San Salvador, el área del Centro Histórico comprende 11.62 Km2, agrupando a 27.6% de Empleados Públicos, 54.6% en empleo informal y precario, 13.7% de Trabajadores Independientes, 3 Institutos Públicos, 4 Universidades, 1 Parvularia Pública, 185 Industrias, 1910 Comercios Formales, 13,000 habitantes, 5 Mercados Municipales, 5,775 Vendedores, 250 a 500 mil transeúntes y 4,742 Vendedores Informales[4]. Sin duda que en esta zona, la concentración de oferta en servicios (medida en fuerza de trabajo y comercio), así como la movilidad humana, es altamente importante para la vida económica del Departamento. 
 
Organización cultural
 
Desde las mismas formaciones mesoamericanas, el mercado de la calle ha constituido uno de los símbolos más representativos del quehacer cultural, de hecho, a más de 600 años de la llegada española, las culturas indígenas y mestizas latinoamericanas reproducen dinámicas de intercambio mercantil en sus múltiples formas de valor simbólico, económico y cultural, es más, todavía en buena parte de países latinoamericanos con fuerte arraigo e identidad cultural, el comercio adquiere su propia expresión, se crean REDES Inter-intrafamiliares que heredan valores, lenguaje, modos de vida, relaciones de parentesco y cosmovisión propia de quienes ejercen el comercio como forma de vida.
 
En El Salvador, el caso del comercio del Centro Histórico presenta sus particularidades. Sin temor a dudas, habremos de precisar que la cultura de micro, pequeños y medianos comerciantes es la reproducción de la cultura de los grupos dominantes. Tal como señalamos anteriormente, la cultura del capital individual salvadoreño coexiste con el pensamiento y modelo Colonial, precisamente, esa cultura se reproduce en el llamado comercio “formal e informal”. De acuerdo a un estudio que recientemente realizamos, encontramos que el 73% de comerciantes de la calle muestra desinterés en estructurar un sistema heredado para el comercio en su unidad familiar. Del 73%, el 56% responden a una estructura familiar nuclear en la cual sus actividades cotidianas y su cosmovisión responde a formas individuales. Los hijos de quienes comercian, se incorporan en muy baja proporción al negocio familiar, de hecho, sucede lo mismo que en el caso campesino en el cual, las tareas del campo son asumidas por los padres mientras los hijos deciden emigrar o dedicarse a otra actividad económica. Desde luego que dicha cultura individualizada del comercio, pone en riesgo la sobreviviencia del mismo grupo, sobre todo, ahora que en el TLC, enfrentarán a similares de otras nacionalidades quienes contrariamente a los salvadoreños, se han fortalecido mediante sistemas heredados de la actividad comercial. Aunque sin lugar a dudas, debemos considerar que de manera oculta y no traspuesta a la imagen pública deben coexistir redes interfamiliares que presuponen la estabilidad cultural del grupo.
 
Cultura e individualismo: la reducción de las relaciones de parentesco.
 
El comercio estudiado se clasifica en tres tipos: fijos, semifijos y ambulantes. Normalmente, estos tres tipos de comercio se articulan en una misma conformación económica. Los puestos fijos abastecen al comercio semifijo y éstos a los vendedores ambulantes contratados para la promoción y circulación rápida de las mercancías. Dicha distribución no significa la existencia de redes Inter-intrafamiliares, por el contrario, posiblemente, sin saberlo, los vendedores del CHSS han fracturado las formas culturales tradicionales mediante una práctica comercial individualizada. Este individualismo, ha obligado a la contratación de agentes externos, modificando con ello sus propios sistemas de parentesco, esto es, reduciendo las alianzas (matrimonios) entre los mismos individuos que participan en la misma actividad económica. Tradicionalmente, la participación de buena parte del núcleo familiar en la misma actividad facilitaba la ampliación de relaciones de parentesco con sus similares, en ello, las posibilidades de continuidad de su actividad como sistema heredado, alcanzaba mayores posibilidades y proporciones, ahora, con la individualización de su comercio, el parentesco matrimonial y su subsecuente derivación se hace casi imposible.
 
En el mismo sentido, la contratación de personas ajenas al grupo familiar, hace más complejo el sistema de ordenamiento político, cultural y económico de dicho espacio. Desde luego que unificar los intereses de los múltiples actores que intervienen en la actividad comercial revela la permanente disputa por los espacios, liderazgos, prestigio y formas de poder frente al grupo. El liderazgo se presenta de manera temporal y casi efímera frente a la voluntariedad de quienes se agrupan en pequeñas unidades de cohesión económica. Precisamente, en términos de la lucha por los espacios, conviene señalar que prestigio y poder en el comercio del CHSS  contienen en su esencia un complejo sistema ideológico. Para que puedan expresarse, ambos requieren de la forma, esto es, cultura, religión, ciencia, arte, política y otros tantos. Ciertamente, el tema del prestigio y el poder es tan basto, amplio y diverso, que por sí mismos, requieren un estudio especial, sin embargo, vale la pena señalar que de acuerdo a la realidad, historia, necesidad o tipo de organización social que los vendedores del CHSS lleven a cabo, el honor social o prestigio pueden convertirse en la base del poder político. Si la estructura de la sociedad o grupo social reside en su organización cultural, entonces el prestigio y poder estarán orientados en esa área; en cambio, si su estructura reside en el factor económico, prestigio y poder estarán más relacionados con la dependencia y la subordinación, aunque en todo caso, todas las formas de honor social que se distribuyen en una comunidad entre grupos que participan en esa distribución es lo que llamamos “ orden social”. Posiblemente en el comercio del CHSS, cuando los subordinados se vuelven contra sus líderes, lo hacen sólo en forma personal y no contra los cargos que ocupan. Buscan desplazar al líder y sustituirlo por otro: esto es una rebelión y las rebeliones nunca atentan contra el orden establecido sino más bien, tienden a fortalecerlo7 costumbre, desembocan en conflicto y aún en pelea abierta, aunque finalmente estas divisiones refuerzan la cohesión social. Con relación a la Autoridad y la Costumbre, distinguiremos el dominio que impone la ley de la Autoridad a la Costumbre. Normalmente, en el ejercicio de la ley y su consecuente aplicación, los estados políticos se esfuerzan por legislar sobre la conciencia de los individuos, dichas legislaciones constituyen la antítesis de la costumbre. La Costumbre está más relacionada con los estados de conciencia de los individuos, contiene una conducta heredada, misma que se convierte en comportamiento social de orden tradicional, moral y religioso conformados por aspectos convencionales y no legales, es decir que la costumbre constituye la moralidad social. La relación entre la costumbre y la ley no es de continuidad sino de contradicción, en tal sentido, la noción de que el cambio social es una función de la ley y viceversa, implica una dialéctica que no coincide con la realidad histórica8, en este caso, particularmente con los vendedores del CHSS., en otras palabras, tal como sucede con el conflicto, las divisiones entre los líderes que buscan poder y entre los seguidores que buscan líderes, en términos de intereses y alianzas establecidas por la
 
En definitiva, en el caso salvadoreño, el fenómeno de la microempresa y el comercio de la calle se articulan inevitablemente. Pensar el comercio y la producción de algunas mercancías de rápida circulación sin la participación de la microempresa significa negar el mismo modelo impuesto por eso que llaman “libre mercado”. Los humanos consumimos cultura, intercambiamos cultura por dinero. El color de una tela, pinturas, cuadros para decoraciones, el color y forma de un par de zapatos, los tipos de alimentos, todo lo que consumimos tiene origen cultural. Precisamente por su predominancia cultural, el sentido de la microempresa familiar garantiza la coexistencia entre sistemas de cargos tradicionales intrafamiliares y la circulación rápida de dinero.
 
 
 


[1] FUNDE, Elaboración propia en base a la EE A 2002, DIGESTYC y el modulo de Microempresa de la EHPM
[2] Rosas, Maria Cristina, La economía internacional en el siglo XXI. OMC, Estados Unidos y América Latina, UNAM, México, 2001. Pág. 219
[3] Íbidem, Rosas, Maria Cristina.
[4] Alcaldía de San Salvador, Centros Urbanos, Inf. General. Pagnet. 2005
7 Ticas, Pedro, Apuntes sobre institucionalidad, gobernabilidad y política: entre el poder y la autoridad, Co-Latino, diciembre, 2003.
8 Ticas, P., Op. Cit. Et. al
 
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