Antropología económica del consumo y consumismo salvadoreño
Segunda Parte
En la Primera Parte de este trabajo que este periódico me hizo favor de publicar el 10 y 11 de diciembre, señalé algunas consideraciones teóricas introductorias al análisis de las categorías de consumo y consumismo, dejando para esta Segunda Entrega el abordaje de algunos detalles de esas categorías aplicadas al caso salvadoreño.
Retomo en primer lugar algunos datos importantes presentados anteriormente en relación con la penosa y deshonrosa ubicación de El Salvador de tercer país con mayor consumo en el mundo. El problema no es el consumo sino que dicha posición no tiene ningún vínculo con la calidad de vida, avance tecnológico, científico, elevación del ingreso per capita anual, mejor nivel educativo, producción material e intelectual y otros tantos que muestran las dificiles condiciones de vida de la población. Si tal posición en el consumo mundial estuviese relacionada con el desarrollo y progreso de este pais, El Salvador no ocuparía los primeros lugares en desnutrición, subalimentación, analfabetismo, improductividad, falta de inversión y un PIB por debajo de lo necesario para vivir humanamente, es decir que este pais no viviría de las remesas, la circulacion facil del dinero , los contínuos préstamos de sobreviviencia y la caridad internacional, sino, de la producción y productividad que su población es capaz de generar.
Según las mismas Naciones Unidas por “cada 100 dólares producidos se consumen 102,4 dólares”. “El Salvador invierte poco y ahorra aún menos: en 2008 y 2009, la inversión promedió el 14% del PIB (producto interno bruto) y el ahorro el 9,3%”, añade el documento, e indica que “en contraste, los países de alto crecimiento económico presentan tasas de ahorro e inversión del 25% o más con relación al PIB”. En el mismo sentido se señala que “El Salvador es uno de los cuatro países de América Latina que más ha perdido productividad en relación a EE.UU. El Salvador ha tenido un crecimiento de 1,1% desde 1960. Se necesitarían 29 años para alcanzar el nivel de desarrollo de Costa Rica y 47 años para alcanzar el nivel de desarrollo de Chile…”, triste realidad que desde luego a nadie o muy pocos interesa transformar. Quizás por ello los conceptos de autonomía, independencia e identidad nacional sólo navegan en la imaginación, utopía o romanticismo en muy pocos individuos que se esfuerzan por crear un proyecto de nación coherente, con dignidad y emancipador de los siglos de esclavitud histórica nacional.
Desde estas premisas desafortunadamente convertidas en realidades y verdades, el asunto del consumo material y del consumismo cultural en la poblacion salvadoreña implica el recorrido imperativo de los factores culturales que hacen posible la asimilacion, aculturación y reproducción de una cultura sostenida desde hace muchos años y fortalecida por las ilusiones provistas por el mundo tecnológico-mercantil de las imágenes, la simbología inducida y la falta de identidad nacional.
Como hemos dicho en el trabajo anterior, el “consumismo se ordena, se programa, se convierte en objeto representativo del Yo individual o del grupo en relación con su historia, modo de vida, cosmovisión y particularmente, proyección de su propia identidad”, en tal sentido, el consumismo constitye en sí mismo una forma de identidad y de instrumento de intervínculo entre el todo social y la particularidad individual. El consumismo entonces, en su carácter ideológicoo-simbólico va mas allá de la esfera de las relcaiones económicas generadas por la enajenación mercantil, es decir, que para el caso salvadoreño parece signifcar y dar sentido a la idea de pertenencia al grupo del que se forma parte y en consecuencia a la sociedad en pleno.
La conformación de la identidad a través del consumismo
Sin duda que consumismo, mercado y alimentación constituyen hoy en día la trilogía básica de las reglas impuestas por el capital comercial. Las personas prefieren comprar mercancías de uso temporal con la total noción que habrán de comprar la misma mercancía a corto o mediano plazo. En ello encontramos una de las expresiones básicas del consumismo: la plena asimilación de la enajenación material (que no es la enajenación ideológica-simbólica), es decir, la transfiguración del valor del dinero en valor simbólico monetario. En el consumismo, no cuenta cuánto vale el dinero sino cuánto vale simbólicamente lo material, lo que se consume, lo que se compra con dinero.
La cultura se expresa en todas las actividades de la vida económica, política y social. El mismo consumismo constituye una expresión cultural que responde a gustos, sensaciones, emociones y formas, naturalmente, la diferencia entre cada cultura deviene de los gustos que los grupos de poder transmiten a sus pueblos, por ello, la cultura es más que una contemplación folklórica del arte y la creatividad, constituye el principio de identidad expresado en la institucionalidad de los individuos que la crean y recrean y que precisamente en su diversidad se conforma su unicidad objetivada a través de la conducta, el comportamiento y la forma de producir, entender y explicar el mundo. En “Discutir la Cultura Nacional” he señalado el impacto psicológico, sociocultural y económico que el período de la Colonia ha dejado en esta sociedad. Sin duda que 500 años de historia no se transforman tan fácilmente, particularmente en el caso de aquellos individuos inseguros de tomar decisiones de trascendencia para su vida, en las que prefieren que otro las tome por ellos debido a su temor al riesgo, de manera que si ellos hacen lo que no deben hacer, otro hará lo que a ellos le corresponde hacer y que por tanto, se eximen de responsabilidad.
Aunque aparentemente estos elementos parecieran ser partes aisladas del concepto de Consumismo, en el caso que abordamos, las determinaciones económicas del consumismo no representan únicamente un acto de intercambio mercantil, también representan gustos, emociones, sentido de pertenencia e identidad. Compramos lo que nos gusta, los colores, los olores, las formas, la textura, lo referido simbólicamente entre los individuos y entre éstos y el grupo. Intercambiamos dinero por mercancía porque las mercancías obtienen un valor de uso asignado por nuestras propias decisiones o por la inducción constante sobre ellas. Ciertamente el mercado y su publicidad hacen su trabajo sustentado predominantemente en la historia cultural de los pueblos, en sus ansiedades, necesidades, proyecciones y visiones del mundo. Pero no todas las reglas del comportamiento social se hallan determinadas por el mercado y la publicidad. También la cultura genera sus propias reglas y determinaciones construidas histórica y socialmente.
Notas para la construcción de la categoría de consumismo
La construción de categorías se logra mediante procesos constantes y concatenados. Como hemos señaldo, en este trabajo solo nos ocupamos del abordaje nomotético del estudio para posteriormente, de acuerdo a las disposiciones teóricas, construir las afinidades teóricas, metodológicas y prácticas de las relaciones idiográficas del fenómeno. Con ello habremos de presentar las figuras Etic y Emic respectivas sobre la formación del constructo categorial del Consumo. En tal sentido, la siguiente figura expresa la conformación de categorías que habremos de abordar y desarrollar en un segundo estudio que explique las particularidades y singularidades del objeto de estudio:
Construcción del consumismo con enfoque metodológico sociocultural
En El salvador, muy poco se ha abordado el fenómeno del Consumo, de hecho la referencia más próxima a dicha actividad está relacionada predominantemente con cifras de volúmenes, tipos de mercancías que se consumen, períodos de compra-venta, preferencias de consumo y masa de gasto. Pero el caso salvadoreño, como siempre, resulta sui generis. Este país que ocupa el lugar número 106 en IDH con una tasa de crecimiento de apenas del 2.4% (versión oficial), con problemas de aumento del déficit fiscal de 3.6% y una deuda del gobierno central del 2.3% paradójicamente resulta ser uno de los países con mayor volumen de consumo.
Aún con todas las verdades econométricas que representa el fenómeno del Consumo en El Salvador, todavía se requiere de nuevas formas de entender y explicar el fenómeno que se ha convertido en una de las partes más importantes para la caracterización de la cultura nacional. El consumo se vincula tradicionalmente a la esfera de la actividad económica, pero también se expresa en otras esferas de la vida misma. Alimentarse y subsanar las necesidades básicas para la sobrevivencia y la satisfacción de necesidades suele ser la definición más acabada del concepto. Dicho de otra forma, el problema de la cultura nacional no es el consumismo sino el consumo enajenado y alienado de las mercancías, acto en el cual las mercancías transfieren su propio valor al individuo, mientras éste, transfiere el valor de su trabajo al dinero, por ello, como hemos dicho, el valor del dinero es más alto que el valor de las mercancías mismas. El acto del consumo es un acto de todos porque el fin último de dicho acto comprende la satisfacción de una necesidad humana. Las variaciones de dichas necesidades surgen cuando el consumo se transforma en consumismo, es decir, cuando las mismas mercancías no satisfacen el simbolismo necesario para la pertenencia al grupo o a la propia identidad. El consumismo adquiere diversos matices. Las variaciones refieren en primer término la tipología misma del consumidor. En sociedades de alto consumo, es decir, en sociedades en las cuales se excede el consumo y se adquieren bienes o servicios extraordinarios, excesivos o innecesarios, el consumismo se convierte en un hábito, costumbre y patrón sociocultural. Normalmente estos patrones se expresan en sociedades a las que históricamente se les ha negado el fácil acceso al mercado de intercambio dinero-mercancía, es decir, sociedades en donde el poder adquisitivo de los individuos, grupos familiares, grupos etáreos o grupos de atención han sido minimizados a la sobrevivencia inmediata y básica. Se trata de sociedades con mercados históricos reducidos, claramente dirigidos a favorecer predominantemente grupos socioeconómicos que concentran el poder.
Dado que la conducta del comercio y el mercado, así como la producción de bienes y servicios ha variado substancialmente en los últimos treinta años, los países altamente productivos y dueños del comercio de las principales mercancías y productos han resuelto abrir el mercado a todos los sectores. Esto ha significado que algunos grupos de poder local amplíen sus ofertas mercantiles y se integren al comercio internacional a través de la apropiación de todos los momentos de la distribución de las mercancías. Cuando se trata de grupos de poder improductivos que solo participan en la esfera de la distribución de las mercancías, sus ganancias se obtienen a través de la diversificación de sus ofertas y por supuesto, a través del control y concentración de las disposiciones jurídicas, económicas y sociales del control del mercado. Nada se vende o se compra sin la debida anuencia de estos grupos, los cuales, entre otras cosas, cierran fronteras a nuevas formas del desarrollo del capital y obstaculizan el nacimiento, crecimiento y desarrollo de propuestas modernas de nuevos empresarios. Aunque el discurso de algunos sectores de poder contemple la aceptación e inclusión de nuevos individuos o grupos empresariales, ciertamente, los mismos procesos tecno-jurídicos, económicos y políticos constituyen una trampa y obstáculo para nuevos empresarios. Al respecto las decisiones son simples. Sólo podrán incluirse nuevos empresarios que no constituyan un verdadero peligro o amenaza económica para algunos grupos de poder. Esto significa que dichos empresarios podrán gozar de ciertas facilidades comerciales pero de muy pocas oportunidades de competencia.
En definitiva, en el caso salvadoreño, he querido proponer que contrariamente a la denominación común de llamar Consumismo al acto excesivo del consumo de mercancías, en el caso salvadoreño el Consumismo está más ligado a una serie de elementos categoriales que requieren construcción constante, es decir, aquellos que resultan más orientados a la esfera de lo cultural tales como identidad, pertenencia, reconocimiento, función, estatus, liderazgo, poder, autoridad, territorio y otras tantas categorías derivadas que en otras oportunidades explicaremos con más detalle desde sus propias formaciones histórico-sociales hasta su asimilación cultural. Ciertamente cualquier compra que el individuo realiza lo hace a voluntad propia, sin embargo, dicha voluntariedad es una falsedad. Como sabemos, el mismo comercio se ocupa de establecer patrones de consumo y principales tiendas de consumo a través de la concentración y centralización de los productos. Al final, los individuos terminan comprando en los mismos lugares bajo las condiciones jurídicas y económicas que el mismo comercio establece. Así por ejemplo, en el caso de empresarios destinados al comercio de electrodomésticos, enseres eléctricos, electrónicos y otros, la libre competencia es solo una ilusión. Este es quizás el único país en el cual se compra cualquier cosa producida o vendida por otras naciones. Desgraciadamente, pareciera ser que se trata de productos sobrantes deteriorados revendidos en este país.