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Pedro Ticas |
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57. Acreditación de la educación superior en El Salvador: la urgente necesidad de su reconversión |
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Acreditación de la educación superior en El Salvador:
la urgente necesidad de su reconversión
Cuando analizamos la importancia de los sistemas de acreditación en los programas educativos puede resultarnos tan tautológica como también necesaria para su propia confrontación. Primero, se trata de la evaluación de los mismos programas (planes de estudio) aprobados y exigidos por el mismo sistema educativo nacional y Segundo, precisamente en dicho sistema evaluativo medimos la calidad del sistema nacional y no de instituciones de educación superior, circunstancia que nos conduce realmente a modificar la orientación de la evaluación de la calidad educativa en modelos organizacionales, esto es, en la administración de la aplicación de dichos programas lo que supone que dichos modelos organizacionales de la administración de los recursos educativos substituyen al contenido del conocimiento comprendido en los programas.
Sin duda que en ambos casos pesa sobremanera la visión técnico-productiva de la educación y por tanto, el objeto educación es tratado como producto de un proceso de trabajo que debe cumplir las reglas básicas de la producción mercantil pero no de la producción intelectual. Los procesos de trabajo conferidos al asunto de la producción material de mercancías se realizan a partir de sus propias dinámicas y particularidades, de hecho, en el caso educativo, el trabajo complejo (trabajo físico-intelectual) supera por mucho el trabajo simple realizado en la esfera de la producción de capital, lo que en definitiva nos conduce a determinar que los procesos de la evaluación educativa no pueden ni deben ser homologados con los procesos de orden material, sobre todo cuando se trata de culturas, historia y realidades nacionales diferenciadas unas de otras. Dicho de otra manera, los llamados estándares internacionales impuestos por la moda de la globalización educativa-mercantil[1] sugieren la estandarización de procesos sin considerar que por su naturaleza los Procesos traen consigo meta finalidades determinadas en tiempo, espacio y recursos tanto humanos como materiales y aunque ciertamente los Procesos pueden renovarse, sus renovaciones suelen modificarse por la acumulación recibida, lo que supone el cambio de sus propias condiciones técnicas, teóricas, metodológicas y operativas.
En virtud de esa condición “mercantilista” de la educación, tal parece que los mismos sistemas educativos internos de cada nación, especialmente en países tercermundistas, dependientes, con limitada y escasa producción intelectual y/o académica, tales procesos de evaluación de la calidad resultan más de orden operativo del cumplimiento de tareas en el sistema que de la misma calidad que el sistema debe generar en calidad del conocimiento y la producción teórica, quizás por ello, la insistencia en la llamada verificación de los procesos, el cumplimiento de registros técnicos, la preparación de las condiciones materiales que aseguren la denominada calidad (infraestructura, ventilación, diseños, paisajes y escenarios) denominados propios para la calidad educativa se imponen con enorme predominancia en el esquema evaluativo, de hecho, la misma estructura del formato del manual evaluativo resulta tan análoga a la producción de mercancías en la esfera de la producción industrial y tecnológica que las mismas iniciativas de la generación de conocimiento propio subyacen únicamente en solo supuestos e imaginarios tanto en las mismas evaluaciones como en las mismas instituciones que las ejecutan.
El Salvador ha sido un país tradicionalmente funcional en venta de fuerza de trabajo barata, no calificada, con bajos requerimientos de vida y subsistencia, resignada a las peores condiciones de trabajo, desinteresada por su propio desarrollo, en fin, una población económicamente activa con bajos o nulos estándares de exigencia, lo que de alguna manera ha facilitado su inserción en el mercado internacional del trabajo y en consecuencia, su eterna condición de subordinación y formas de esclavitud. En su sentido estricto, la formación cultural y educativa nacional ha sido por mas de 50 años orientada a la rápida asimilación de patrones, diseños y reajustes internacionales, lo cual ha conducido a generar estructuras de pensamiento inmediatista, inseguro, inconstante, temporal, orientando a los individuos a la generación del Pensamiento Formal en el cual aprende por medio de experiencias y objetos reales para resolver el día a día sin proyección de futuro. En ese contexto los mismos programas (planes de estudio) aprobados y exigidos por el mismo sistema educativo nacional convierten sus propias decisiones políticas en tareas sin rumbo. Así lo demuestra la tan llevada y traída PAES en la cual se evidencia la triste historia de un sistema educativo que no es un sistema educativo, sino la particularidad de una dimensión del sistema orientado hacia el cumplimiento de tareas y procesos institucionales, empíricos y técnicos. Dicho de otra forma, la evaluación de la calidad educativa convierte sus propias inconsistencias en verdades neologistas de aparente cumplimiento de las exigencias internacionales.
En realidad las mediciones econo-educativas impulsadas por el estado sobre estos procesos evaluativos aplicados a las instituciones nacionales deberían pasar primero por su propia evaluación y medición con respecto a otros países. Esto seguramente supondría que las serias deficiencias de formatos tales como ISO9000 y otros tantos similares aplicados a la medición de los estándares de calidad en educación, resultan de una lamentable confusión entre los requerimientos propios de la actividad productiva, administrativa, distributiva y operativa de las mercancías y los requerimientos particulares de la calidad educativa que deriva en desarrollo humano, conocimiento actividad social transformadora. Dado que esas formulas de ISO parecen ser las formulas mágicas que llegan al tercer mundo 30 años después de muchos fracasos en buena parte de sociedades en donde fueron aplicadas, ahora la reorganización educativa mundial demanda mejores condiciones para la educación en países empobrecidos, analfabetas, con bajos estándares de conocimiento e improductivos sin reconocer que dichas condiciones les han sido negadas y obstaculizadas históricamente formando en ellos patrones culturales, sociales, educativos propios de las sociedades inestables, inmaduras y rezagadas. En el mismo sentido, “…bajo la meta de impulsar la calidad de la educación y con el lema de desarrollar una cultura de la evaluación, las políticas de la educación han tenido como eje rector actividades de evaluación del aprendizaje, de los académicos, de los programas y de las instituciones[2]. Para algunos especialistas, estas nuevas disposiciones de evaluación de la educación constituyen para Latinoamérica la tercera reforma de la educación superior. La primera fue expresada en 1918 en Cordova, Argentina. La segunda se presenta en los años sesenta y setenta en medio de la crisis expresada en América Latina dadas las condiciones políticas en casi toda Latinoamérica ( las universidades expresan algunas manifestaciones de inconformidad con el estado y posiblemente haya fractura la relación universidad-estado). En tales condiciones, hoy se experimenta quizás con la tercera gran reforma en materia universitaria. Desde luego que en países de absoluta dependencia y negación del conocimiento propio con respecto de otros, el asunto de la Acreditación y Evaluación no deja de ser mas que un ejercicio técnico provisto y diseñado desde la perspectiva organizacional en la que figuran criterios e indicadores a la usanza de las estructuras propias de la producción de mercancías que se aferran a convertirlas en análogas con la calidad de la enseñanza y el aprendizaje, su propia estructura refleja procesos asistémicos que no permiten la evaluación del conocimiento sino de las tareas y esquemas superficiales del pensamiento universitario.
La adopción y deficientes copias mecánicas de la acreditación
Conviene iniciar por señalar que eso que llaman Acreditación surge en Estados Unidos trasplantada a estos países hace menos de tres décadas “…mientras que en Estados Unidos, su país de origen resulta centenaria como respuesta a una perspectiva productivista de la educación en la que los resultados tienen una importancia fundamental”[3]. Así por ejemplo, en ese mismo país, la “institucional accreditation” es una evaluación muy global sobre el buen funcionamiento de las universidades, mientras que “programm accreditation” se realiza sobre las titulaciones y es algo más aproximado a una verdadera acreditación[4]. Debida cuenta cabe señalar que dichas atribuciones al proceso de evaluación desde la perspectiva, historia y condiciones propias de los pueblos anglosajones, los países latinoamericanos están condenados a no cumplir nunca con dichas exigencias a menos que internamente dicho proceso de evaluación exprese conductas atípicas y de interés particular.
En opinión de algunos autores, Estados Unidos ha experimentado tres momentos sustanciales de su organización educativa superior. La primera realizada con carácter metodológico predominantemente cualitativo media la “reputación de la universidad”. El proceso de evaluación comprendía visitas informales a la institución y la realización de sondeos de opinión pública sobre la institución para informarse sobre el grado de reconocimiento o prestigio que la institución tuviese en función de la colocación en el mercado de trabajo de sus egresados. Mas adelante, en los años veinte, surge la llamada “objetiva” en la que surgieron universidades como stanford a partir del cambio de metodología mas orientada a los asuntos cuantitativos tale como bibliotecas, documentos, bibliografías, grado de formación de la planta docente, publicaciones, acondicionamiento de salones de clases, dedicación de los estudiantes, participación de maestros en las decisiones institucionales y otras tantas orientadas a la obtención de puntos. Mas adelante en los años sesenta en virtud del crecimiento del sistema educativo estadounidense se incorpora al proceso la “visita al sitio evaluado (llamados ahora pares evaluadores)”[5], con ello se trataba de integrar el modelo sustentado en “reputación” (la primera forma) y la segunda forma sustentada en la obtención de puntos. Ambas finalmente referidas plenamente al sentido cuantitativo de la educación.
Para el caso de las evaluaciones consideradas como “proceso” de evaluación, en Latinoamérica corresponde al Estado la tarea de identificar, seleccionar e instruir a los pares evaluadores sobre la tarea que habrán de realizar. Si bien, en buena parte de los casos se trata de profesionistas, académicos, intelectuales o personalidades reconocidas por su dominio en el área educativa, también debe señalarse las serias limitaciones y deficiencias de estos Estados por carecer de la formación necesaria para los pares que supere sus muchos casos, las subjetividades, voluntariedades individuales dejando casi a sus propias subjetividades, las objetividades institucionales de tal suerte que el manual de procedimientos y proceso elaborado para dicha evaluación de la calidad termina siendo una lista de cotejo que las instituciones habrán de cumplir deteniéndose con mucha precisión en el “proceso” y no en la calidad educativa.
Sin duda que eso que llaman “proceso” pone en grave riesgo las identidades educativas de las naciones latinoamericanas. Los mismos criterios e indicadores que se formulan terminan superando las propias aspiraciones del conocimiento. En realidad se trata de cumplir con el “proceso” y haber desarrollado las tareas que el mismo requiere, de manera que contenido, formas, tipos y niveles de conocimiento que podrían generarse a partir del plan de estudios pasa a segundo término, quizás por ello, ahora ya no es necesario contratar especialistas sobre modelos curriculares, basta con designar una persona que conozca de procesos para que oriente la formulación de un plan de estudios. Posiblemente el proceso en cuestión se inicia con la elaboración del informe de autoevaluación que no consiste mas que en llenar un formato que habrá de entregarse a los evaluadores en el cual figura con mayor predominancia los datos cuantitativos envueltos en algunas consideraciones o apreciaciones, incluso, surgen figuras métrico-educativas denominadas “medios de verificación”. Con ello la relación institución-calidad abre espacio a posibles disfunciones y desarticulaciones originadas por el carácter predominantemente productivo de la esfera mercantil reflejado en los criterios e indicadores del manual de acreditación.
En síntesis, el problema de la Acreditación y del proceso de evaluación diseñado y ejecutado hasta hoy en buena parte de Latinoamérica y en especial en los países con mayor dependencia de la ayuda internacional para que exista su sistema educativo, debe determinarse desde el respeto de las particularidades históricas, políticas, sociales y culturales de cada nación. Si la función principal del proceso consiste en la acreditación del programas, entonces, entre muchas cosas, debe modificarse y elevarse el nivel educativo de manera que los estudiantes del primer año de universidad no lleguen a repetir casi el mismo currículo del bachillerato, mas bien habría de proporcionársele al estudiante formas de conocimiento diferenciadas, mas profundas y sistémicas que le permitan posteriormente su propia especialización durante el tiempo de estudio de su carrera.
[1] Ticas, Pedro, Prolegómeno de una antropología de la educación salvadoreña, Ed. Universidad Pedagógica de El Salvador, 2007. Pág. 124
[2]Díaz, B., Angel, “La acreditación de programas (planes de estudio). Entre el formalismo y los procesos educativos”, Investigador Instituto de Investigaciones sobre la Universidad y la Educación. UNAM.
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