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Pedro Ticas |
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33. El Salvador, elecciones 2009: la decisión entre su historia y su realidad |
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El Salvador, elecciones 2009:
la decisión entre su historia y su realidad
En el año 2003[1] anticipé que en Latinoamérica y particularmente en El Salvador, uno de los principales tópicos de discusión política entre partidos tendría como escenario en primer lugar, la discusión sobre el concepto de INSTITUCIONALIDAD y en segundo término, el fenómeno de la GLOBALIZACION. Todo parece indicar que dichas consideraciones no sólo resultaron atinadas, sino además, constituyen uno de los objetos de debate más importantes en el escenario político. Las razones son múltiples y se fundamentan en la propia historia de los pueblos latinoamericanos, fundamentalmente en aquellas sociedades en donde su historia política no se explica a través de la historia de sus hechos sino por la historia de los hechos que definen los grupos de poder. Dicha condición pone de manifiesto la plena coexistencia entre dos mundos de estado mental, cultural y económico de la población: el mundo de la reproducción de la historia de los otros sobre la historia de lo propio que conduce a la subordinación, asimilación y dependencia, y el mundo del estado real de la reproducción de la condición de esclavo heredado del Colonialismo, en ambos casos, tanto en la reproducción de la historia ajena (de los otros) así como la reproducción de esclavo, constituyen los elementos estructurales, conceptuales y políticos de las instituciones en países dependientes. Conviene entonces dilucidar sobre el concepto de INSTITUCIONALIDAD y sus nuevas funciones en el marco de la Globalización.
La institucionalidad
El concepto de INSTITUCIONALIDAD implica su observancia desde múltiples definiciones y dimensiones. En lo teórico, la institucionalidad se define por su sentido, legitimidad y función. La Institucióncomo forma, constituye un símbolo, imagen; como contenido, debe ser resultado de los intereses individuales manifiestos en el todo social. Precisamente una vez cumplida su función de representatividad de los intereses individuales alcanza el reto institucional que consiste en colectivizarlos, en consecuencia, la institucionalidad aparece cuando los individuos alcanzan su identificación con la institución, es decir, cuando se cumplen su forma, contenido, sistema de normas y procedimientos que articulan sus propios intereses individuales con los intereses comunes. Sin duda que deslindar la actividad política de la actividad institucional resulta difícil en sociedades con regímenes histórico-culturales propios del período feudal. Cuando un partido político gobierna en algún tipo de institución, los individuos confunden las relaciones internas partidarias con las institucionales, de hecho, utilizan dicho recurso como instrumento político transfiriendo con ello los conflictos de prestigio y poder individuales de sus propios partidos, entorpeciendo el alcance de la identidad de sus trabajadores y del público con el simbolismo institucional que provoca que la gobernabilidad se fracture por la improvisación. Por su parte, la gobernabilidad seresuelve mediante la relación entre necesidad y libertad, entre ambas media la administración, misma que sólo surge efecto mientras los individuos alcancen su vínculo con la institución (principio de libertad), caso contrario, la gobernabilidad solo aparece como expresión del imaginario (principio de la necesidad) y los individuos sólo buscan la satisfacción de sus necesidades de manera espontánea, inmediata, coyuntural o empírica. Así sucede en sociedades con instituciones que emergen o figuran con sentido paternalista, protector o excesivamente ideológico. Normalmente, cuando los factores ideológicos se trastocan con políticas paternalistas, los resultados se traducen en desprestigio, falta de liderazgo, poca credibilidad y mayor confrontación entre los individuos o hacia quienes ostentan el poder. Al respecto no cabe duda que dicho comportamiento no es más que la reproducción de sistemas feudales anacrónicos heredados desde la Colonia. Precisamente, han sido los mismos países industrializados quienes sosteniendo y apoyando dichas conductas al amparo de doctrinas colonialistas del desarrollo unilineal de las sociedades, ahora califican a Latinoamérica como sociedades inmaduras e inexpertas a quienes debe guiarse de la mano (como niños) para mostrarles el camino económico, político, cultural y social que deben seguir desde el modelo occidental, es decir que el discurso de los países industrializados sobre la “inmadurez institucional” de los países dependientes no es más que la mejor excusa de su responsabilidad histórica de haberlos convertido en simples administradores de pequeños feudos con visión cortoplacista sin identidad y devenir[2]. En materia de las dinámicas institucionales internas, las acciones institucionales están conformadas por receptores (individuos) que alcanzan niveles de identificación con el emisor (institución) facilitando formas sistemáticas de interrelación hasta alcanzar niveles de identidad sistémica, esto es, asimilar los principios filosóficos del emisor. Una vez establecido el nivel sistémico, el receptor admite un estado de conciencia ideológica paulatina mediante la actividad constante que el emisor realiza con su entorno empírico y adopta en última instancia todas aquellas normas y conductas que se deriven del orden establecido por el sistema. El elemento substancial de la institucionalidad aparece a través del estado de conciencia, en este caso, la conciencia no es más que un determinio de la acción, es decir, un proceso traslucido que se forma en la relación entre los individuos y cuya tolerancia de sus disimiles particularidades se unifican por medio de la institucionalidad[3], llegado este momento, el individuo representa la colectividad y los valores colectivos trascienden sobre los propios, ese es el momento cumbre que toda institución pretende alcanzar para dejar de ser una sociedad a secas y convertirse en una sociedad de la totalidad, por ello, si el estado “moderno quisiera terminar con la impotencia de su administración se vería obligado a destruir las condiciones presentes de la vida privada. Y si el estado deseara terminar con esas condiciones de la vida privada, tendría que poner fin a su propia existencia, puesto que la razón de ser está en relación a los intereses privados”[4]. Siendo el estado en sí mismo una forma de institucionalidad de aparente organización de una sociedad civil libre de su actividad política (ideología, producción, valores, etc.) implica que también el individuo constituye en sí mismo una forma de institucionalidad realizada a través de formas, funciones, valores y normas que el individuo ocupa en la entidad en la que sedesplaza, en tal sentido, si las entidades representan la existencia de un estado que no es un estado ¿donde esta la posibilidad positiva de la emancipación humana? En la formación de una clase de la sociedad civil que no es una clase de la sociedad civil, de un estado que es la disolución de todos los estados…[5] o en la ¿satisfacción de las necesidades que no son una necesidad particular sino la necesidad de todos?. Si el estado se crea para la realización de lo privado, entonces la necesidad de lo colectivo se fundamenta en lo particular y por tanto, como hemos dicho, su institucionalidad se expresa en la conciencia individual, en esta lógica, “la esencia del estado moderno es que lo universal esté ligado a la plena libertad de sus miembros y a su bienestar privado”[6] de manera que en el mejor sentido critico de la razón, el estado “no es una institución utilitaria dedicada a la tarea ordinaria de suministrar los servicios públicos, administrar justicia, realizar deberes de policía y ajustar los intereses industriales y económicos. Todas estas funciones pertenecen a la sociedad civil. El estado puede sin duda dirigirlas y regularlas de acuerdo con las necesidades, pero él mismo, no las realiza”[7]. En este marco, entre las limitaciones y equivocaciones más importantes en la historia de las instituciones latinoamericanas figura convertir a los sujetos que diseñan las políticas institucionales en ejecutores de las mismas que al amparo de doctrinas paternalistas, asistencialistas y/o populistas, se involucran en la actividad cotidiana del ejercicio civil generando ruptura de las interrelaciones institucionales y provocando la anarquía organizativa de las voluntades individuales. En Esta misma línea, la historia de lo institucional en Latinoamérica tiene sus singularidades. Debido a sus procesos de formación social, hasta finales de la década de los 80, en algunos países, las relaciones del individuo con las instituciones se orientaron predominantemente al ejercicio de pago tributario, asistencialismo o uso de su simbolismo político para obtención de votos electorales. Sin embargo, a partir de los 90, en algunos de esos países, se inicia el proceso de transformación de la cultura utilitarista de las instituciones y se abre paso a nuevas relaciones individuo-institución con el propósito que la sociedad explore el mejor vínculo e interdependencia para exponer sus problemas, así como expresar y normar sus propios ámbitos de derecho, esto es, emprender el concepto de la institucionalidad a partir del ejercicio del DERECHO por parte de los ciudadanos y aunque dicho ejercicio es nuevo e importante para el desarrollo de la democracia, también es importante considerar que responde a las nuevas formas globalizadoras que después de casi siete siglos de espera, apenas emergen poniendo en riesgo su propia funcionabilidad, la cual depende de la apropiación pertinente que de acuerdo a su propia historia y realidad organice cada sociedad.
Elecciones vs. Historia
Sin duda que el tema de las elecciones pasa por la imperativa consideración de las nuevas formaciones institucionales, de hecho, su importancia implica el análisis de las capacidades teóricas, técnicas y administrativas de cualquier intención política que pretende gobernar, esto se debe a que la política ha dejado de ser de masas y ha convertido al individuo en su sujeto más importante. En el plano de las decisiones políticas electorales, la sociedad salvadoreña se enfrenta a decidir sobre la continuidad de su historia política, económica, cultural y educativa o en su caso, a la circunstancial posibilidad de participar y transformar su propia historia. Como apuntamos al inicio, la historia de este país ha sido construida predominantemente por los otros, es decir, las formas y diseños históricos que los grupos de poder han impuesto se revelan entre otras cosas, en la cultura de la inmediatez de pensamiento y acción que la mayoría de la población ejecuta en todos los planos de su vida individual, familiar, política e institucional, por ello, en buena parte de quienes ejercen la administración pública o política, se evidencia la ausencia de un proyecto de nación. Dicha cultura genera una conducta de lo circunstancial, eventual, temporal, por lo que los individuos no se interesan por el futuro, viven el momento y sus acciones están subordinadas por la práctica empírica que no les exige más allá del acto, esto significa que desde el período Colonial, los grupos de poder han hecho bien su trabajo generando una población dependiente, temerosa, desleal, insegura, de escasa o nula proyección de vida que en última instancia produce el desinterés por educarse y construir su propia historia.
Como he señalado en otros trabajos, la cultura de la esclavitud se manifiesta en el continuo lamento, resignación, improvisación tanto en la vida personal como institucional. Cuando se trata de lo institucional, los individuos responden al plano organizativo propio de la Administración Hacendaria organizada en pequeños feudos en los cuales sustentan su actividad institucional sobre la base de relaciones personales caracterizadas por la murmuración, deslealtad, desprestigio del otro y la ausencia de capacidades técnicas, teóricas o metodológicas para realizar su trabajo, en este caso, el compadrazgo, servilismo o la aceptación de DONES, constituyen los elementos estructurales fundamentales de estas instituciones. Sin duda los grupos populares reproducen la cultura de los grupos dominantes. Elementos tales como lenguaje, alimentación, gustos, visión del mundo, temor, y en el caso de El Salvador, deficiente desarrollo educativo, indican claramente el enorme rezago social. Contrariamente, cuando los grupos dominantes representan avance, crecimiento y desarrollo, la sociedad crece con más rapidez y consistencia, pero cuando se trata de grupos dominantes con remanentes feudales, con terror a competir con lo diferente, con lo desconocido, estos transfieren a las sociedades una cultura del miedo derivada del Colonialismo que reproduce en los sectores populares la condición de esclavo tanto por la explotación admitida, como por la cultura asumida[8]. A todas luces, la cultura de dominio del Señor sobre el Siervo continúa siendo la forma de relación social de la sociedad salvadoreña. Por ejemplo, en lo político, social y económico, el individuo se muestra inseguro de tomar decisiones de trascendencia para su vida, prefiere que otro las tome por él debido a su temor al riesgo, entiende que si él hace lo que no debe hacer, otro hará lo que a él le corresponde hacer y que por tanto, se exime de responsabilidad. Frente a tales condiciones, las elecciones de 2009 representan más que un ejercicio democrático, confieren al individuo el compromiso ontológico de decidir sobre su condición y ubicación en la formación histórica de su sociedad, de ser sujeto y no objeto de sus actos y determinios económicos, culturales y educativos, en tal sentido, la ilusión asimilada del “equilibrio” de las decisiones mediante el otorgamiento de poderes políticos de contrapeso sólo explica la necesidad constante de los individuos por sentirse parte de una sociedad que enajena el poder social a través del voto, éste, sea quizás, el único momento que la sociedad política transfiere al individuo un sentido de poder, el cual, resulta ser tan efímero, como la circunstancialidad misma.
[1] Ticas, Pedro, Apuntes sobre institucionalidad, gobernabilidad y política: entre el poder y la autoridad, Co-Latino, 9 diciembre de 2003. Pág. 19
[2] Ticas, Pedro, Antropología Política, CCC, México, 1994. Pág. 234
[3] Ticas, Pedro, Educación y Política: Antropología de la comunidad campesina salvadoreña, Co-Latino, 1º. de abril de 2008. Pág. 18
[4] Fábregas, Andrés, Antropología política, Ed. Prisma, México, 1976. Pág. 31
[5] Marx. K. Grundrissse, Ed. Siglo XXI, México, 1987
[6] Hugh, Reyburn, The Ethical Theory of Hegel: A Study of the la Philosophy of Right, Oxford, 1921. Secc.270
[7] Sabine, George, Historia de la teoría política, Ed. FCE, México, 1970. Pág. 481
[8] Ticas, Pedro, La cultura de la esclavitud y su institucionalidad en países dependientes, Co-Latino, 6 de febrero de 2008. Pág. 12
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