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Pedro Ticas |
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54. Antropología de Las Cachiporristas |
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Antropología de Las Cachiporristas
El concepto de cultura
Conviene comenzar por definir el concepto de cultura para con ello determinar en qué consiste el fenómeno de las Cachiporritas. El concepto de cultura debe considerarse desde sus múltiples, inacabadas y constantes transformaciones simbólicas, empíricas y cognitivas. En el caso que nos ocupa requerimos explicar el fenómeno a partir de su diversidad y fundamentalmente, de las articulaciones que unen esta diversidad, es decir la Unidad de lo Diverso para desprender de ello lo sincrético y su devenir. Se trata de distinguir las singularidades culturales y desde luego establecer las correlaciones que puedan generarse asociadas a sus propias formas. Para ello haremos un rápido recuento sobre algunas definiciones teóricas al respecto de la cultura y que resultan imprescindibles para la fundamentación de la explicación.
Edwar B. Tylor , elabora un concepto de cultura útil para investigar dicha evolución. Propone que en todas las sociedades es posible encontrar actitudes, normas y costumbres que pueden ser indicadores de fases anteriores de desarrollo. Para Tylor, las sociedades manifiestan costumbres y normas que perduran en el tiempo y que, no obstante haber perdido su propósito original, son indicadores de estadios anteriores de su cultura. Sus investigaciones sobre el desarrollo de la humanidad se sustentan en el principio de que el estudio del pasado es necesario para explicar el presente y que una visión del conjunto de la historia es indispensable para explicar las particularidades del desarrollo social dado que en la especie humana hay una unidad mental y psíquica. En el mismo sentido, los aportes de Lewis H. Morgan, Bachofen, McLennan, Maine, Lubbock, Spencer, Boas, Steward, Leslie White, Sahlins, Lévi-Strauss y otro sinnúmero de teóricos han dado al asunto de la Cultura las más disimiles pero finalmente concatenadas definiciones superando con ello las escuelas naturalistas, evolucionistas, funcionalistas y culturalistas en el desarrollo de las sociedades[1].
Las Cachiporristas: Consideraciones culturales
Parece que el fenómeno de las Cachiporristas continua siendo asunto de discusión y debate en la sociedad salvadoreña. Precisamente, conviene identificar si se trata de un asunto de la sociedad salvadoreña en pleno, o si únicamente se circunscribe a un pequeño sector de la sociedad sobre el que se ha impuesto y utilizado el simbolismo de un acto, que en su esencia no constituye más que la propia instrumentalización simbólica de sus ansiedades totalmente indiferentes a la formación de la identidad nacional.
Como es costumbre, en esta sociedad se suscitan una cantidad de fenómenos en los que se crea el imaginario de supuestas expresiones culturales que en realidad, en el plano simbólico de la identidad cultural, la mayoría de ellas resultan totalmente desvinculadas a la cotidianidad de la vida nacional. Quizás, haciendo un esfuerzo por establecer las posibles conexiones simbólico-culturales que estos grupos de mujeres pudiesen representar en la cultura nacional, las Cachiporristas pueden asociarse a las expresiones culturales conformadas durante el siglo XV en el que surgen grupos de mujeres Cortesanas entorno a las cuales gravitaban diversos elementos de orden sociopolítico, económico y educativo. En ellas se expresaba una estructura simbólica de la función cultural de las mujeres en virtud de la nueva conformación de los estados nacionales del renacentismo medieval en los que la existencia de Cortesanas tenia como propósito la reconversión de roles de género tradicionalmente asignados a hombres[2], condición que desde luego, en su sentido mas estricto, resulta significativamente diferente al caso que nos ocupa y que demanda otro tipo de consideraciones teóricas antropológicas.
En primer lugar, una rápida revisión antropológica del fenómeno nos indica que el problema no se expresa en las mujeres que participan del acto, sino en el acto mismo, es decir, en la realización de un desfile conformado por música, danza y expresiones corporales que no logran constituirse en un sistema lingüístico de códigos y mensajes claramente definidos, de tal suerte que la totalidad del fenómeno llamado “desfile” no encaja ni figura como componente esencial de un posible ritual holístico del acto. Una cosa es la preparación ritual del acto y otra la conexión de ese acto como el resto de lo que hace culturalmente a lo propio. El desfile y las danzas establecidas se entremezclan entre lo urbano y lo rural, la música que entre otras cosas es tomada de cualquier invención popular extranjera, no confiere al acto de la danza ninguna expresión propia y autóctona que revele rasgos de identidad nacional. Las danzas y su expresión corporal no revelan ningún orden progresivo de imágenes y símbolos que conlleven a la explicación cultural del acto. Los movimientos de la danza resultan totalmente desarticulados aún de la misma conjunción de todo el desfile. La vestimenta produce más una sensación de mezcla entre el poder, el erotismo y las habilidades corporales individuales de cada participante, que la razón misma del ritual. En materia cultural, los rituales constituyen la expresión de las ansiedades no manifiestas o ejecutadas en la realidad, de manera que una primera lectura podría suponer que la vestimenta y los movimientos utilizados constituyen la posible aceptación de amorfas significaciones del género o contrariamente, la más significativa valoración de las subjetividades expuestas a la colectividad para su aceptación, aprobación, prestigio o poder que posteriormente al desfile pueda conceder la colectividad a cada Cachiporrista, en todo caso, ambas circunstancias sólo constituyen una expresión temporal de la existencia de cada una de las personas que participan del acto. Precisamente el uso indistinto de ese desfile en cualquier celebración, acto o evento, certifica su inconsistencia cultural y más aún, representativa del sector popular urbano que nada tiene que ver con el erotismo expresado en las danzas que no aportan a su conformación cultural, más bien, contrariamente subsumen a los grupos populares en la eterna condición de subordinación étnica, económica, política y social, por ello, en simples términos, nada parece ser más real que la falsa idea de inclusión, pertenencia e identidad nacional que se crea a través de ese acto.
Signos, significados y significantes del acto
Aparentemente, la conformación del acto y la representación del mismo en el escenario publico proporciona a las jóvenes la impresión de pertenencia, participación ciudadana e integración al sistema total de las expresiones culturales, civiles y cívicas de la nación; sin embargo, el mismo proceso de conformación de quienes figuran o asumen la representación en la danza constituye en si mismo una de las formas mas sutiles de confusión de la identidad. Las jóvenes se agrupan, danzan y se preparan en función de lo público, mientras la banda de música es creada para los propósitos de las danzantes, no de lo público. Las mismas interpretaciones musicales demuestran la desarticulación del ritual debido a la inexistencia de configuraciones culturales que unan a la banda, las danzantes y lo publico, en tal sentido, parece haber una ruptura del pretendido sistema cultural que solo alcanza una expresión pasajera de la sincrética, emotiva y efímera codificación de símbolos volátiles de la cultura que hacen incognoscible la conclusión del mensaje cultural del ritual. Ciertamente, en materia de la conformación lingüística del acto del desfile, la ruptura o disociación entre signo, significado y significante es evidente y fácilmente observable. “Esto induce al supuesto teórico sobre la inconsistencia y superficialidad con la se percibe el mensaje del acto”[3] que entre otras cosas, no dispone de una estructura semiótica deducible en virtud de lo cual la posible intencionalidad cultural del acto se reduce y transfigura a la mas simple expresión de la imaginación, la cual, desde luego, forma parte de cualquier creación de arte vista y entendida como la expresión de cualquier forma, figura o contenido material o intelectual.
Por otra parte, si entendemos que la cultura se define esencialmente como todo aquello que los seres humanos son capaces de producir tanto material como intelectualmente, entonces podría considerarse la posibilidad de entender el acto de las Cachiporristas como la expresión de la imaginación y habilidades físico-motoras de sus integrantes, lo que permitiría conferir otra connotación al acto y por tanto su debido lugar, función y condición dentro del sistema de comunicación y expresión corporal. Esto evitaría la desafortunada confusión de considerar el fenómeno como un ritual intrasistémico de la cultura nacional y más aún, como una manifestación de la identidad nacional.
Si bien la organización del ritual contiene diversas formas de participación e involucramiento de sus actores, también merece especial atención revisar el contenido y forma de los signos, significados y significantes que se producen entorno al acto. Sin lugar a dudas, en virtud del acto, su preparación incluye una serie de signos aislados uno de otros, es decir, que su existencia solo pertenece al sujeto que lo realiza y a sus propios imaginarios, de manera que los movimientos o rutinas realizados durante la danza corresponden más al sistema mecánico de la expresión corporal individual que a un sistema integrador de significantes articulados. Si bien los signos (en esta caso representados en las personas integrantes de la danza) adquieren existencia y representatividad simbólica solo durante el acto, el sistema completo del lenguaje cultural que pretende explicar el acto no llega a realizarse debido a su inconsistencia y desarticulación con los significados y significados; dicho de otra manera, se trata de la plena ruptura entre el signo (individuo), significado (danza) y significante (música).
La preparación empírica del acto (la individualización y su transfiguración)
Como todo fenómeno social, la lectura sociocultural, económica, ideológica o política sobre Las cachiporristas puede elaborarse desde diversas reflexiones prácticas o empíricas. Posiblemente para todos los actores el acto adquiere una supradimensión. Los sujetos se insertan en un proceso que les significa prestigio, reconocimiento, poder, inversión económica, tiempo, vínculos interpersonales, reconversión o restructuración de sus relaciones intrafamiliares, pueden conformar el sistema de valores que se genera de los individuos hacia su entrono inmediato. Ciertamente con ello la conexión que los individuos establecen temporalmente en sus centros de estudio, comunidad, familia y redes sociales se convierten en el principal objetivo de quienes ejecutan el acto, Entrenamiento, disciplina, integración, desempeño físico-motor y quizás académico, resultan ser los principales elementos de la preparación del acto. Así también, en el mismo sentido, al acto del desfile se incorporan agentes externos vinculados temporalmente con una de las partes del acto tales como aquellos agentes que realizan sus labores educativas, artísticas y artesanales con creatividad y lucidez.
Sin embargo, pese a la cantidad de elementos que circundan el desfile y pese al tiempo que lleva realizándose, este acto todavía no logra conformarse y estructurarse como parte del sistema de la cultura e identidad nacional. Su condición temporal, eventual y particularmente, su ruptura lingüística, provocan los propios vacios de su lenguaje, es decir, de sus significados y significantes. Como he señalado anteriormente, el problema del fenómeno de las Cahiporristas no se expresa en ellas ni en la ejecución del acto, sino precisamente en la disociación y desarticulación del acto mismo con el todo cultural nacional. Cuando los actos corresponden a las expresiones de los modos y formas de vida, a las necesidades de las correlaciones sociales, culturales, económicas o ideológicas, entonces los actos se insertan al sistema total del lenguaje simbólico, fonético, gráfono, fonológicos y otros tantos que responden a la conformación de su propia identidad, en tales circunstancias, la celebración del acto logra convertirse en ritual del sistema y por tanto, el sostenimiento del sentido del ritual que se vuelve indispensable para que la colectividad no pierda hasta su propia existencia.
[1] Ticas, Pedro, Prolegómeno de una antropología de la educación salvadoreña, ed. Universidad Pedagógica de El Salvador, El Salvador, 2007. Pág. 23
[2] Ticas, Pedro, Notas sobre antropología de los grupos sociales, ed. Revista Arcoiris, México, D.F., 1989. Pág. 32
[3] Saussure, Ferdinand, Curso de lingüística general, Ed. S. XXI, México. 1987. Pág. 156
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