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Pedro Ticas  
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68. El Salvador: El deslumbramiento por la telemática en educación como neo-receta anglosajona y el abaratamiento de la fuerza de trabajo en el mercado del conocimiento. (Primera Parte)

El Salvador:

El deslumbramiento por la telemática en educación como neo-receta anglosajona y el abaratamiento de la fuerza de trabajo en el mercado del conocimiento. (Primera Parte) 

 

Aunque históricamente, el asunto de la educación nacional no ha sido objeto de especial atención e interés del estado político salvadoreño, ciertamente las nuevas formulaciones y condiciones  del conocimiento impuestas por el mundo anglosajón y sus políticas de producción científica han obligado a que los estados tradicionalmente rezagados se esfuercen por ser parte de dicha dinámica. La situación no se resuelve fácilmente. Más de 500 años de olvido y abandono histórico de los países pobres, dependientes y sumisos no pueden ser superados en un solo siglo, aún y con toda con la magia de las llamadas “nuevas tecnologías educativas” orientadas predominantemente hacia la telemática,  dichas ideas han provocado que las sociedades más rezagadas, sin historia del pensamiento y de su pensamiento, se confundan fácilmente sobre la función de la tecnología educativa expresada en la informática y el conocimiento teórico requerido para el progreso y desarrollo humano. 

Esta Neo-receta anglosajona que ahora se disfraza en ciencia tecnológica vendida como la panacea para los países improductivos, con sociedades y gobiernos inmaduros con poco o nulo interés por el SABER, parece ser que nuevamente pone en evidencia el interés de los países industrializados por generar maquileros y operarios que se destrocen en el débil mercado nacional sobre el valor de la relación dinero-trabajo sustituida por la relación dinero-mercancía. Esta modificación explica por qué esta forma de composición capitalista salvadoreña se halla más interesada en convertir el trabajo en una forma de mercancía de intercambio equiparando el valor de las mercancías materiales con el valor de la fuerza de trabajo. Así las cosas, el conocimiento (Saber) se reduce a la mínima expresión y su valor se establece de conformidad con el valor comercial de las mercancías, incluso ----en el plano estrictamente comparativo con la producción material---, fuera de la esfera del proceso de producción o proceso de trabajo.  En tanto, el instruccionismo (Hacer) adquiere formas de valor temporal, propio de la SUBSUNCION REAL  fácilmente intercambiable en el mercado.

 

 

Las competencias en educación:  ¿conocimiento o instruccionismo?

Nos enfrentamos al siglo de las llamadas “competencias” que sin lugar a dudas, nuevamente surgen con la misma facilidad con la que fueron planteadas y ejecutadas en este país hace 60 años durante el intento de convertir a El Salvador en un país con ciertos destellos de producción agroindustrial. Ciertamente, eso que llaman “competencias” derivadas de la visión mercantilista de la producción material e intelectual humana, en este país y quizás en términos generales en todos los países pobres y dependientes resulta ser más conocida que sus propias historias. Solo debido a sus propias competencias, los pueblos pobres han logrado sobrevivir a los embates y disposiciones políticas, económicas y jurídicas, a los vejámenes históricos, el hambre, el analfabetismo y la desnutrición impuestas por el mundo industrializado que dicho de otra manera significa que esa RECETA ya ha sido asimilada, digerida, padecida y curada por los mismos pueblos. Empero, pese a las bondades que arroja el precepto de las “competencias” de orden económico-laboral al proceso de desarrollo de habilidades y cierto nivel cognitivo inducido, lo cierto es que dicho concepto abordado desde la perspectiva predominantemente TECNICA, OPERARIA E INSTRUCTIVA corre el riesgo de revivir la antigua doctrina evolucionista que postula la sobrevivencia del más apto, del más capaz y asumir en consecuencia que las “competencias” son resueltas por las capacidades individuales excluidas de la concatenación histórica y de las propias realidades sociales, culturales, económicas y políticas de cada sociedad. Si bien, el pensamiento o la propuesta de formar “competencias educativas” formuladas inicialmente por el sicologismo conductista, luego por el constructivismo cognitivo y ahora vistas en función de la colectividad  para la incorporación al mercado laboral puede representar avances notorios en el contexto globalizador de servicios, también puede significar la profundización de la tendencia ideológica de suponer la superioridad racial, social, genética e histórica de un pueblo sobre otro.  El problema principal no consiste en la apuesta social a formar una sociedad competente  sino del olvido de las particularidades históricas, culturales, sociales y económicas que hacen la diferencia entre las sociedades industrializadas y las sociedades de sobrevivencia-subsistencia como la salvadoreña. Ahora, la sobrevivencia ya no se expresa únicamente de forma alimentaria, hoy, la sobrevivencia también incluye al conocimiento. Sobrevivir es conocer y conocer determina las condiciones en las que habrá que existir. Pero resulta que dicho proceso de asimilación del conocimiento reviste total importancia en quienes históricamente han preparado las condiciones para su actual exigencia. La era de la información nace hace más de 30 años y ahora, como es normal, se exige pasar de la “información” a las llamadas “sociedades del conocimiento”. Al respecto conviene comprender que dicho conocimiento no se expresa de forma simétrica, equitativa para todas las sociedades. El conocimiento que los países industrializados demandan del mundo pobre, esclavo o dependiente requiere únicamente de que estos países pobres reproduzcan, repitan y memoricen ciertos estados y niveles de conocimiento común de manera que las dimensiones de su pensamiento alcancen los niveles básicos, primarios del pensamiento concreto, dirigido, predeterminado y fortalecido por el empirismo a ultranza, por el empirismo más radical y anticientífico. En tales condiciones, el pensamiento abstracto y complejo no tiene la menor cabida ni la menor oportunidad. Así se muestra en las esferas de lo político, cultural, educativo y gubernamental de la sociedad salvadoreña, aunque, claro, con algunas excepciones.  Se confunde la instrucción (HACER) con el SABER, la ciencia con la ACCION, la PRACTICA  con el PRACTICISMO y la VERDAD con la REALIDAD, todo ello como producto sostenido del positivismo y constructivismo mal entendido y reducido predominantemente al plano pedagógico-operativo y técnico. 

Ciertamente el asunto de las llamadas “competencias” se encuentra sumamente vinculado al concepto educativo desarrollado en este país desde hace 50 años. Las tan llevadas y traídas “capacitaciones” para la producción material o intelectual todavía resultan ser un enorme adeudo del modelo educativo, formativo, instructivista y técnico del modelo anglosajón impuesto en esta nación. Contrariamente a su tan llevada y traída teoría del desarrollo, el progreso y la innovación, ahora esta nación figura como uno de los países más pobres, analfabetas, improductivos, violentos y rezagados en casi todas las esferas del desarrollo humano, especialmente en el caso científico, académico, educativo, y otros tantos que hipotéticamente debieron desaparecer hace 50 años con la innovación educativa, la innovación tecnológica y la producción en serie de individuos capaces, competentes y competitivos en el mercado de trabajo que harían de este país, el sueño americano de los centroamericanos. Nada ha sido históricamente más falso que dicho precepto. Por el contrario. La pobreza, el desempleo, la improductividad material e intelectual y la conversión de una sociedad con identidad se han transformado en un mercado de valores propios de la economía libre de mercado en la que no solo se venden las mercancías materiales sino también, la conversión del ser humano en mercancía a la usanza del período esclavista y feudal.

De conformidad con lo dispuesto por el formato educativo anglosajón para países sin producción de ninguna naturaleza, las llamadas “reformas educativas” han consistido predominantemente en pequeños reacomodos de orden técnico que ponen en entredicho el concepto mismo de “sistema educativo” como se ha dado por llamar a una serie de procesos, etapas y momentos que desarrolla el formato escolarizado de la educación nacional, la cual, efectivamente no muestra la articulación sistémica básica para la formación y producción de pensamiento. En realidad, en este país, ha persistido el modelo anglosajón de INSTRUIR sin EDUCAR. Se trata de la producción masiva, constante y en serie de una gigantesca masa de técnicos operarios que resuelvan mediante la conexión de sus habilidades con el quehacer maquilero de la economía, la educación, la salud, la política, el gobierno, la cultura y la misma historia, asi como las distintas circunstancias y problemas tecno-mecánicos de sus propias realidades. Por ello, “el mundo anglosajón y sus interminables recetas tecno-educativas se empeña en formar técnicos para abaratar el valor de la fuerza de trabajo. Con ello, la sustitución de las funciones en el mercado capitalista de trabajo reduce los costos y acelera la reproducción  ampliada del capital. Así, el conocimiento no adquiere ningún valor, aparece substituido por la actividad física y los procedimientos tecno-mecánicos del trabajo. El conocimiento se convierte en un simple proceso maquilador operario en el que se vende o intercambia en el mercado de valores nacional e internacional el trabajo simple o complejo de los individuos, los países  dependientes y sus estructuras gubernamentales como simples mercancías de depósito, sin conocimiento, sin pensamiento”[1].

 

El modelo anglosajón en la enseñanza escolarizada salvadoreña

Ciertamente, en El Salvador,  las reformas educativas se han reacomodado en el orden técnico abriendo paso a nuevos procesos, etapas y momentos en función de las demandas supranacionales, quizás por esto,  la construcción sistémica para la formación y producción de pensamiento ha sido objeto de contrapuestos constantes, pero aún con ello, dicha reconstrucción también ha significado la acumulación histórica de saberes, experiencias, dominios y control sobre usos y costumbres vinculados al ejercicio de la enseñanza, la práctica docente y particularmente las prácticas educativas producidas y reproducidas en cada una de las micro y macro unidades territoriales, las cuales, sin duda, han permitido la organización de un Mapa Educativo Nacional con enorme riqueza de información y con la debida particularización y singularización de Áreas Educativas construidas por cada estudiante, por cada docente, por cada autoridad escolar, por cada grupo familiar, por cada comunidad. Sin temor a equivocarse, esa es una de las mayores contribuciones del magisterio a la nación que sin menoscabo del cumplimiento de todas las demandas que bordean el debido ejercicio docente,  dicha contribución constituye una especie de retribución de la dignificación docente hacia la construcción conjunta del proyecto de nación. Así pues, los docentes constituyen una fuerza histórica que pese a la adversidad política, social y económica ha logrado la sostenibilidad de un país agobiado por la pobreza, el analfabetismo y las razones liricas del propio subdesarrollo.

 

 

 

La cuestión pedagógica de la educación nacional 

Sin lugar a dudas, tomar mecánicamente el asunto de la Formación Técnica podría arrastrar antiguas dolencias propias del Instruccionismo y sus graves limitaciones teóricas que paradójicamente, conllevan limitaciones técnicas y tecnológicas en países con escaza trayectoria de producción científica. Pero también es cierto que con la tecnología puede lograrse un giro importante en las asimetrías entre los países industrializados y los países dependientes. Pensar la tecnología en favor del desarrollo de  los aspectos técnicos, metodológicos y cognitivos debe ser parte del compromiso que hoy adquirimos con la nación.  La tecnología, los procesos de formación técnica y el impulso del desarrollo en Competencias especializadas, inclusivas, emprendedoras, interactivas, articuladoras y particularmente cognitivas deben constituirse en plataformas para la producción científica propia en virtud del progreso, el desarrollo y el mejoramiento de la calidad de vida de manera sostenible y sustentable[2].

Hace cinco décadas, el modelo educativo impulsado por estados unidos en los países pobres tuvo como principal objetivo atender a la población de grupos de poder económico o en el mejor de los casos, incluir a ciertos estratos de la clase media. La universidad constituía un espacio limitado solo para ciertos grupos de  poder económico, mientras que la orientación vocacional, técnica, operaria se dirigía principalmente a los sectores pobres y marginados, de hecho, en El salvador, se presenta la penosa condición de insistir en un modelo educativo para la “capacitación de oficios” tales como Corte y Confección, Sastrería, Panadería, Secretariado bilingüe y otros tantos muy propios de la formación técnica-operaria de la fuerza de trabajo abaratada de finales del siglo XX.  En realidad hasta 1967, el  “sistema educativo” no era otra cosa que una serie de cursos de instrucción técnica en las que el individuo aprendía y desarrollaba ciertas habilidades cognitivas o psicomotrices. Naturalmente, dicho concepto estaba asociado al sistema y formas económicas del país. Se trataba de un sistema que respondía a formas económicas distribuidas en pequeñas unidades productivas (haciendas, fincas cafetaleras, pequeños comercios, unidades manufactureras y otras en las que muy poco se necesitaba fuerza de trabajo con mayor nivel académico, más bien, en estricto sentido, el “sistema educativo” resultó ser funcional para los intereses de la política económica nacional sustentada en formas socioeconómicas de pequeños feudos que sufrieron leves modificaciones a partir de la Reforma Educativa de 1968  que redistribuyó los niveles académicos incorporando la educación Parvularia como inicio del proceso educativo.

 

Los problemas en la Educación Superior

 

Con toda seguridad, el modelo técnico de la formación sustentado en el instruccionismo ha dado signos claros de sus grandes limitaciones no solo teóricas, sino, paradójicamente, técnicas y tecnológicas. Las razones de dichas limitaciones para el caso de los países tercermundistas no son nuevas. En realidad, las asimetrías de desarrollo entre los países y sociedades industriales con respecto de los países pobres son tan grandes que muy difícilmente la tecnología podrá convertirse en el principal instrumento de desarrollo y progreso. La manufactura y realización de procesos industriales o tecnológicos no implica in situ el dominio tecnológico de las sociedades sobre los medios de producción y menos aún sobre el conocimiento científico. Producir ciencia desde plataformas técnicas convierte a las sociedades en fuerza de trabajo simple, fácilmente vendible y en deterioro constante de su valor. Por ello las nuevas reglas de la medición de rankings de la educación superior se sustentan bajo indicadores totalmente alejados de la historia, devenir, cultura, identidad y formación social propia de los países pobres a quienes se les aplican modelos “harvardómetricos”[3]  muy propios de la cienciometría que solo pueden ser aplicables a sociedades concretas históricamente formadas de conformidad con dichos elementos de medición y que distan mucho de las realidades históricas de los pueblos latinoamericanos, en particular, de El Salvador. Por ello, los llamados “sistemas de evaluación” impuestos por el mundo anglosajón presentan algunas limitaciones tanto en el orden conceptual como metodológico. Por ejemplo, en lo “Conceptual y de diseño: a) Parten de un modelo único e ideal de universidad y pretenden que todas las instituciones avancen en la misma dirección; en consecuencia desconocen la naturaleza de tradiciones académicas, infraestructura, objetivos y entorno institucional, entre otros aspectos, b) Se totaliza la calidad de una institución a partir de un pequeño conjunto de indicadores de desempeño, c) Agendas diferenciadas y creciente orientación comercial y c) Sesgos en modelos universitarios, idioma y orientación. Del mismo modo, en materia metodológica: a) No hay claridad respecto a los criterios seguidos en la selección de instituciones evaluadas, indicadores y metodologías, b) Se realizan ordenaciones con base en mediciones de la calidad, sin resolver el problema del significado de las distancias entre los diferentes lugares asignados y c) La utilización de los rankings como instrumentos que buscan comunicar el nivel de calidad alcanzado por las instituciones universitarias, tienen un rango limitado de indicadores”[4]



[1] Ticas, Pedro, Antropología de la educación, ED. AMMT, México, D.F., 1988. Pág. 134

[2] Ticas, Pedro, Antropología de la educación, ED. AMMT, México, D.F., 1988. Pág. 76

 

[3] Ordorika, Imanol, La universidad ante el riesgo homogeneizador de los rankings, Encuentro “Las Universidades Latinoamericanas ante los Rankings Internacionales: Impactos, Alcances y Límites”, Universidad Nacional Autónoma de México, D.F., 17 y 18 de mayo, 2012.

[4] Ordorika, Imanol, ibídem.

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